Pues cae, sin Newton y su historia de fruta en la cabeza, manzana o lo que fuera. Aquí no hay ciencia sino simple y llanamente que el árbol se pudrió y ahora no solo se extirpan las frutas, también se corta el tronco.
Hablamos del patán grandote, Nicolás Maduro, quien se creyó más que la medida que calza, como sucede por lo común con esa sarta de cabezones que terminan dictaminando, dictando, mandando, exigiendo el comportamiento colectivo de acuerdo a sus majaderías de tinte ideológico y de realidad delincuente.
Triste, pero fue un fascista del calibre de John Bolton, con espaldas protegidas por otro patán mayor: Trump, quien decidiera que ya bastó en la historia que Maduro y sus secuaces siguiesen en el poder. No es por hombría de bien, hay que aclarar, pero así y todo vale. Que Guaidó sea esto o lo otro, poco importa ahora. Que habrá reacción a la acción, seguro, como lo vimos en Brasil o Argentina, como en México en sentido inverso. Pero que el mal debe ser exterminado aun sin encontrarse la vacuna, también. No hay tregua contra el virus y le llegó la hora a este, el inescrupulosus madurensis, cría de buitres más avezados y sirviente de los eternos beneficiados de la revolución en la isla en forma de caimán.
Además de esta jugada que destruye a Maduro en un santiamén, que muestra la falacia de su castillo de naipes, ya los norteamericanos han decidido que hay que barrer el patio todo, el que fuera, y siempre siguió siendo, de atrás y suyo, a pesar del avance chino y ruso y tretas internacionales variopintas. Se le ha advertido al Somoza sandinista y es el próximo en caer. La decisión está dada y los dados jugados. Nada pueden hacer los mesías de la pobreza y detentadores del oro contra eso. Hay un poder por encima de su carnaval mesiánico y trivial. En algún momento termina la fiesta y se entierra a Momo, y este personaje carnavalesco tiene hoy nombre y tendrá otros que seguirán pronto.
El infalible Evo también ya está advertido. Lo señalaron como al niño malo, el que robó los cuadernos, y si tuviera una pizca de orgullo y otra de inteligencia debiera ponerse a correr la maratón; aprender a nadar por si tiene que cruzar el Caribe antes de que lo victimicen los tiburones de tierra que son más peligrosos que aquellos del mar. Supongamos que hace caso omiso del dedo acusador y se presenta y con fraude se entroniza de nuevo en la silla especial para su voluminoso nalguerío. Ahí estará Bolton con su cuaderno amarillo de notas y un nombre tachado en él, el del protector de los pueblos indígenas, el apu máximo que se creyó Cromwell y no tuvo atisbo de la vehemente perspicacia del Lord Protector.
Hay respiro en América Latina. Habrá que lidiar después con aberraciones tipo Bolsonaro. Hoy lo importante está en correr a látigo a los presentes. Luego nos pondremos de nuevo en el lado contrario, a combatir a los otros que a fe cierta son los mismos, desde nuestra independencia de criterio y nuestra aversión al patronazgo.
Por lo menos, a pesar de las no mejores circunstancias, los amos tendrán su lección. Siempre hay otro más poderoso; la vida no les enseña y luego terminan con un palo de escoba en el culo. Como para creerse semidioses, héroes mitológicos de una historia desconocida o al menos mal contada en el caso nuestro. Linerita discurseará con su verbo de niño y echará bobadas mayúsculas como las que acostumbra. Poca admiración le causarán a Bolton que ha destapado el gran garrote de la vieja política imperial y echará a los fariseos del templo reivindicando a un Cristo brutal y republicano.