El lunes 19 de mayo, caminando por El Prado después de una reunión en mi fuente laboral, escuché los habituales petardos, cuyo estruendo es pan de cada día para los paceños que caminan en la hoyada. El carril de bajada de la avenida Mariscal Santa Cruz y de El Prado estaban llenos de muchas de las llamadas organizaciones sociales y de mineros auríferos afectos a Andrónico, el nuevo caudillo de una parte del MAS, que ahora está fracturado. Como siempre que estoy en la calle me resulta interesante conversar con algunas personas (choferes, caseras, varitas de tránsito o heladeros), esta vez traté de entablar breves diálogos con algunos de los marchistas; eso sí, con un poco de miedo y mucho tacto, pues la gente que apoya a caudillos, cuando está en grupo, suele estar a la defensiva y hasta ser agresiva si se le pregunta porqués. Y en efecto: varios me respondieron quisquillosos. Por lo demás, en el Collao actitudes así son muy comunes.
Me puse las gafas oscuras que usualmente tengo conmigo por mi problema de fotofobia y el barbijo que ahora llevo a casi todos lados por temor a contagiarme de gripes y demás virus, y me metí en la marcha como uno más, dizque vivando a Andrónico, hasta que llegamos a las puertas del Hotel Europa, el mismo donde el extinto Bloque de Unidad selló su efímera promesa el pasado diciembre. Adentro se hallaba el joven caudillo discurseando, su candidata a la Vicepresidencia sentada a su lado, Félix Patzi (quien les alquila sigla) vitoreando y sus demás operadores políticos, seguramente en busca de un trabajo en el Estado, que siempre eroga pingues salarios. Ahí, en medio de la multitud androniquista, me puse a conversar con algunos jóvenes que apoyaban al líder sindical; quería averiguar qué y cómo pensaban, tomarle el pulso a la situación. Uno de ellos me dijo que solo esperaba que Evo (“el pederasta”, así se refirió a él) no metiera las narices en aquel nuevo proyecto; otro, que excluyeran a la intrusa candidata, pues era “desconocida y gente de Linera” y terminaría “fregando” el eventual gobierno; otro, que Patzi no siga “jodiendo”. En realidad, nada interesante. Lo interesante fue comprobar las rencillas dentro del MAS y la mentalidad altoperuana que se conserva no solo en la clase política, sino además en los electores, pasivos, acríticos e ingenuos. Manipulables, por tanto: todos pensaban que Andrónico sería la salida. Una especie de joven mesías.
Mi espíritu crítico me empuja a interpelar, pero esta vez no lo hice por el mencionado temor a ser sacado de un puntapié y con insultos de por medio. Con todo, me atreví a preguntar cómo pensaban que Andrónico podría resolver los problemas que azotan a la sociedad boliviana. Las respuestas, en general, fueron: “Es que es joven”, “Porque es la renovación” o, en el peor de los casos, una tímida sonrisa acompañada de silencio, que en buen romance significa “no lo sé”. Mientras tanto, una persona veía en su teléfono que el joven candidato seguía discurseando, así que, como mis piernas ya pedían tregua, decidí marcharme a casa.
Mi lectura personal es la siguiente. Andrónico es hechura del sindicalismo chapareño y, en particular, de Evo Morales; por ende, nada fresco o renovador puede esperarse de él. Además, intelectualmente hablando, y por lo que le escuché hablar, temo que es un hombre muy limitado. Podrá tener cartulina de licenciado, pero miles de profesionales la tienen y aun así son indigentes culturales: jamás frecuentaron libros de sociología, economía o historia. Por otro lado, se sabe que Linera promovió la emergencia de su liderazgo; hace un par de años, poco antes de su ruptura con Evo, fue él quien dijo que la unidad del llamado bloque popular debía hacerse en torno a la persona del joven cocalero. Para confirmar las sospechas, Raúl García Linera, hermano de aquel, estuvo en la concentración en puertas del hotel.
El joven binomio es linerista, pero también evista, pese a estar distanciado de Evo. Responde a la vieja línea de la izquierda que ganó el poder en 2005 y del Grupo de Puebla. En febrero de 2024, Andrónico viajó con Linera y Manuel Canelas a Bogotá a un evento con Gustavo Petro, lo cual reconfirma lo anterior. Por todo ello, se puede colegir que, si fuera presidente, respondería a las líneas del gobierno Evo-Linera; es más, lo más posible es que tanto Evo como Linera, con violencia el primero y con maquiavelismo el segundo, y pese a estar peleados entre sí, serían los reyes detrás del trono, como titiriteros ocultos. ¿Cambiarían la justicia, la economía, la educación? Es poco menos que imposible. El joven sindicalista no es ninguna renovación, pese a su edad. Como presidente, sería más de lo mismo: abuso de poder, malversación e impunidad.
Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social