HCF Mancilla
Pedro Portugal nos presenta su nuevo libro: El MAS y la degradación de la Pachamama en pachamamismo (La Paz: Rincón Ediciones 2024), obra que analiza una temática muy importante. En los últimos tiempos las instancias oficiales y los intelectuales afines al régimen del Movimiento al Socialismo (MAS) han transformado el fundamento de la identidad indígena en una ideología a la moda del día, muy adecuada para manipular tanto a la población involucrada como a los estamentos académicos de medio mundo. Portugal dice que el “enaltecimiento artificioso” de la identidad indígena confiere un “resarcimiento imaginario”, una compensación creíble para la discriminación secular que ha sufrido la población originaria durante siglos. Lo que comenzó como una reivindicación auténtica y original, ha terminado en un rito reiterativo con características dogmáticas que lindan en lo ridículo.
El pachamamismo constituye, en el fondo, una auténtica construcción de la cultura occidental, nos dice Portugal, la cual, en las últimas décadas, ha sufrido una tendencia hacia la denigración superficial y frívola de la modernidad, contraponiendo rígidamente un racionalismo con rasgos inhumanos frente a las culturas del tercer mundo, a las cuales ahora se les atribuyen acríticamente las cualidades de lo espontáneo, que se halla aparentemente en las relaciones sociales no contaminadas por el vil dinero, y lo profundo que se encuentra en los mitos colectivos. El pachamamismo aparece a menudo como un saber iniciático, alimentado por saberes ancestrales de gran prestigio, y está acompañado casi siempre por expresiones herméticas y misteriosas, lo que le otorga un aire de gran profundidad, que no puede ser representada ni expresada por el lenguaje racional de occidente.
De acuerdo a Portugal, el pachamamismo – una “charlatanería anticientífica” –, se desenvuelve por medio de un lenguaje “zalamero, pero falaz”, predicando un ambientalismo frívolo y ligero, pero muy a la moda del día y de las organizaciones internacionales, un ambientalismo que se expresa mediante una “catarata de palabras en aymara, pronunciadas en tono enigmático”, y todo rodeado por un rechazo enteramente convencional del capitalismo y de la civilización occidental. El pachamamismo resalta lo exótico, lo folklórico, lo mágico y lo extraño del ámbito indígena, para el ávido consumo de aquellos intelectuales que, por un breve periodo de tiempo juvenil, se sienten incómodos dentro de su propio círculo civilizatorio. Los astutos creadores del pachamamismo prosiguen y refuerzan la actual mixtura de marxismo y postmodernismo – la exaltación de las particularidades y del particularismo –, que se ha popularizado después del colapso del mundo socialista. Se ha creado, nos dice Don Pedro, un lenguaje específico, el postmodernés, una jerga que reúne trozos de varios idiomas, concepciones y ocurrencias en boga, que gozan de un cierto aprecio por una juventud universitaria mal informada, pero que quiere estar siempre con la última palabra de las modas intelectuales. El postmodernés pretende ser la lengua viva de la naturaleza, de los paisajes sagrados y del arcoíris. En una palabra: quiere que se lo interprete como el idioma genuino de la tierra y del cielo.
Todo esto fue aprovechado astutamente por los aparatos ideológicos del MAS y por los izquierdistas convencionales, que en las últimas décadas avizoraron una buena oportunidad para ganar adeptos y peso en la opinión pública. Como afirma Portugal, el pachamamismo es una construcción intelectual muy nueva, totalmente desconocida en el seno de las culturas indígenas antes de 1980.
Un grave dilema de las posiciones pachamamistas resulta de la evolución contemporánea de las etnias indígenas en el área andina. Como afirma Portugal, estos sectores sociales se hallan en la actualidad “atravesados por todo tipo de hibridaciones y migraciones”, es decir por una gama muy vigorosa de mezclas culturales y por las poderosas influencias del mercado mundial.
El pachamamismo y una parte del discurso indianista son probablemente intentos de justificar y legitimar intereses materiales y prosaicos mediante argumentos históricos que pretenden hacer pasar estos intereses particulares de grupos (que empiezan a organizarse exitosamente) como si fuesen intereses generales de las naciones indias. Las “reivindicaciones históricas” de los pueblos indios son, por lo menos parcialmente, ensayos normales y corrientes para dar verosimilitud al designio de controlar recursos naturales y financieros -como es el caso de la tierra, los bosques y los hidrocarburos- de parte de sectores políticos, que han advertido las ventajas de la organización colectiva. Nociones claves como autodeterminación de los pueblos, devolución de territorios y autonomía administrativa resultan ser, en muchos casos, instrumentos políticos habituales en la lucha por recursos cada vez más escasos. Los que hablan en nombre de los pueblos indígenas y de los movimientos sociales persiguen en el fondo objetivos muy convencionales: poder y dinero.