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Antonio Eguino: El Nacimiento de su Libro de Memorias

Por Harold Kurt

Antonio Eguino, reconocido director de cine boliviano, ha dejado una huella imborrable en la cinematografía nacional con películas emblemáticas como Chuquiago y Amargo mar. Su talento narrativo y su visión crítica de la realidad boliviana lo han llevado a incursionar en la literatura con su próximo libro Memorias de un Cineasta «Pecador», que se presentará al público el 8 de julio en la Cinemateca Boliviana. Esta obra promete explorar los rincones más profundos de su creatividad y su pasión por contar historias.

Eguino ha dedicado su vida a retratar la esencia de Bolivia a través del cine y la fotografía. Su deseo de plasmar sus experiencias y reflexiones en un libro surgió como una extensión natural de su carrera cinematográfica. Este nuevo proyecto literario promete ofrecer una perspectiva íntima y detallada de su trabajo y su visión artística. El autor nos dice en el Preámbulo:

 “Aquí comparto fragmentos de una vida dedicada al cine y a la fotografía que, aunque no posee un carácter extraordinario per se, tuvo la particularidad de transcurrir en paralelo a los intensos cambios sociales, culturales y políticos que dieron forma al panorama boliviano en la segunda mitad del siglo XX”.

El inicio del proyecto

Mi participación en ese proyecto comenzó hace varios meses. Una tarde, en una plática de café con Elena Kuznetsova, quien gentilmente tradujo uno de mis cuentos al ruso, me comentó sobre la emocionante experiencia que anticipaba al elaborar un libro biográfico sobre un director de cine: se trataba de Antonio Eguino. También mencionó la necesidad de contar con alguien que se encargara de la edición. Tiempo después, me dio la grata noticia de que formaría parte de la producción como editor y corrector de ese proyecto. Esta nueva experiencia literaria ha sido sumamente gratificante, no solo por el trabajo en sí, sino por la oportunidad de contribuir en el ámbito artístico que tanto me apasiona: el cine. Me considero, si no un experto, al menos un cinéfilo en lo que el significado etimológico implica.

Recuerdo con gratitud aquel mediodía en el que fui invitado a un almuerzo en la hermosa casa solariega de Antonio Eguino para conocerlo y hablar del proyecto. También asistieron algunos amigos mutuos. Elena hizo de anfitriona y, entre risas y alegrías, la presencia de otra amiga llegada de Italia, quien también estuvo presente, nos llevó en varios momentos a dirigir la conversación desde anécdotas nacionales hasta hablar de los grandes directores del cine italiano.

Antonio Eguino estaba sentado con una copa de vino en la mano bajo la sombra del alero, junto al amplio jardín que se extendía con un césped verde salpicado de flores amarillas. El jardín estaba adornado con esculturas de Danielle Caillet, su difunta esposa, cuyas obras de arte dotaban al lugar de una atmósfera de serenidad, belleza y estilo. Las esculturas, con su elegante forma y detallado acabado, reflejaban no solo la habilidad artística de Danielle, sino también el profundo amor y respeto que el director aún sentía por ella. El suave murmullo del viento y el trino de los pájaros añadían un toque de tranquilidad a la escena, convirtiendo el jardín en un refugio de paz y contemplación.

Con su característica manera de concretar un momento para hablar de un tema específico, el director propuso que nos enfocáramos en el proyecto que nos ocupaba y el motivo esencial de nuestra reunión: el libro de sus memorias. Con Elena ya habían adelantado un borrador, en el que él dictaba y ella transcribía sus relatos. Me preguntó sobre mi libro y mi experiencia, desde cuándo comenzó mi pasión por la escritura, mis lecturas; también hablamos de literatura, de cine y de cuál sería la mejor manera de dirigir esa obra.

Había leído el borrador antes de esa cita y, con sinceridad y la mayor objetividad posible, le fui detallando mi punto de vista. Dejando atrás los tecnicismos, los relatos me parecieron fascinantes. Los capítulos rebosaban de anécdotas sobre su vida y sus películas. Al observar al autor, veía a alguien dotado de años, cargado de tantas vivencias y aventuras que muy pocos, excepto esos grandes artistas, tienen el privilegio de tener y disfrutar.

¿Qué le impulsó a escribir el libro? La respuesta se encuentra expuesta en el prólogo de la obra, aunque podría añadir que, desde mi punto de vista, fue más bien una inevitable convergencia de destinos. Sus innatas habilidades para contar historias, manifestadas tanto en sus películas como en sus fotografías, junto con sus amplias vivencias, no podían tener otro desenlace más natural que plasmar todo ello en un libro. De esta manera, sus relatos podrían ser disfrutados y apreciados por personas en diferentes épocas y lugares, ofreciéndoles una ventana única hacia su mundo y visión artística. Este libro no solo constituye un testimonio de su vida y obra, sino también un legado que permitirá enriquecer y cautivar a aquellos que tengan la oportunidad de sumergirse en sus páginas.

Más allá de los detalles técnicos y del interés de los aficionados por “¿cómo se filmó?”, el libro sigue una narrativa que entrelaza episodios familiares con las producciones profesionales, ordenados cronológicamente por la coeditora y el autor. Desde sus primeros pasos y vida familiar, hasta su incursión en el cine con la película Yawar Mallku de Jorge Sanjinés, donde Eguino estuvo a cargo de la cámara y la fotografía. Pasando por su documental, Pueblo Chico, llegamos a su primer largometraje, Chuquiago, que, según cuenta el director, se realizó como un homenaje a La Paz. Con sus cuatro historias que confluyen en la película, se llegó a decir que utilizó una técnica y una obra sumamente ambiciosas que marcaron un hito en el cine boliviano, según los críticos de esa época. Cabe destacar que, según las palabras del autor y para aquellos de mayor edad que pueden confirmar esta aseveración, fue después de la popularidad de la película que La Paz fue ampliamente conocida con el sobrenombre de Chuquiago, además de ser bastante interesante el origen de ese nombre.

Al respecto el autor nos dice:

“Un tío mío, hermano de mi padre, Félix Eguino Zaballa, intelectual, político e historiador, me orientó sobre el vocablo “Chuquiago” y su significado, y me explicó que tenía dos acepciones. Uno, “cementera de oro”, y dos, “lanza capitana”, es decir, el epicentro de una cultura. En este caso, el epicentro del Kollasuyo que era el valle de Chuquiago. De esa manera, decidí que la futura película ya tenía nombre: Chuquiago. También debo manifestar que, una vez estrenada la película, la palabra “Chuquiago” se hizo más popular y comenzó a utilizarse ampliamente”.

No puedo dejar de mencionar una de sus obras más conocidas, Amargo Mar. Muy pocos se imaginan los desafíos a los que se enfrentó en esa producción. El autor relata:

“Durante el rodaje con los caballos y los oficiales que simulaban combates, tuvimos un par de accidentes en los que los jinetes cayeron de sus caballos. Uno de ellos perdió la memoria debido a una contusión cerebral. En las escenas de batalla, donde preparamos miles de balas de fogueo con la ayuda de un experto militar, un extra que interpretaba a un soldado chileno recibió un disparo cercano que le perforó parte del estómago, a pesar de llevar protecciones. Afortunadamente, estábamos en la ciudad de La Paz y pudimos llevar a este joven a la Clínica Americana, donde fue operado con éxito. Logramos salvarle la vida y cubrimos todos los gastos del accidente”.

Contestatario y rebelde, el director de Amargo Mar provocó una gran polémica con su película, quizá sin buscarlo, lo que llevó a algunos historiadores e investigadores a revisar nuevamente la versión oficial de la Guerra del Pacífico, ya que la película ofrecía una interpretación diferenciada de lo que tradicionalmente se creía sobre la guerra. Las batallas sangrientas y desiguales resultan inexactas, y los actores de la historia oficial se mueven por intereses personales y políticas, dejando de lado su lucha por cuestiones de patriotismo y lealtad. No debería sorprendernos que la historia mundial esté llena de inexactitudes, dado que la mayoría de las versiones oficiales en todo el mundo han sido moldeadas por intereses políticos, motivo por el cual todo lo que se conoce del pasado es debatible.

No puedo dejar de mencionar el proceso detrás del tema musical que continúa deleitando al público y es una de las cuecas más apreciadas del folklore nacional: Cantarina, del compositor Willy Claure, tema central de la película Los Andes no creen en Dios. La belleza y el profesionalismo de Carla Ortiz en el papel de Miskki Simi, junto con la excelente interpretación de Milton Cortez, hacen de esta escena una delicia visual y musical que ha dejado una marca indeleble en el imaginario boliviano.

Cuando los críticos señalan las falencias de las filmaciones, pocas veces consideran los complejos problemas que enfrenta el equipo de producción, especialmente debido a la falta de apoyo institucional, algo muy común en los ámbitos artísticos de las producciones nacionales.

El Proceso Creativo

Como todo proyecto, por muy planificado que esté, especialmente en temas artísticos, es susceptible de cambiar de rumbo respecto a la dirección original. Esta obra no fue una excepción. El concepto general fue evolucionando al ver la necesidad de incorporar detalles significativos y fotografías que permitieran al lector visualizar mejor los momentos claves de la historia.

Se agradece el estilo literario de Eguino, libre de complicaciones lingüísticas innecesarias, adornos literarios insulsos y giros forzados. Esto proporciona una narrativa amena que permite al lector sumergirse en las historias sin preocuparse por complejidades que podrían hacer la lectura forzada, aburrida o poco entretenida. Por el contrario, encontramos relatos interesantes que van desde lo mundano hasta experiencias inexplicables y sobrenaturales. Es admirable la capacidad del autor para recordar tantos detalles de su vida y obra.

Los capítulos finales donde Eguino reflexiona sobre su vida, su trayectoria artística y su obra, muestran su sinceridad con el gran público, creando una conexión especial que permite al lector sentir una familiaridad y quizás un cariño especial hacia sus obras.

Colaboración Editorial

La colaboración editorial de Elena Kuznetsova fue fundamental en este trabajo. Su tenacidad, rigor y profesionalismo resultaron imprescindibles para llevar a cabo la organización cronológica, la búsqueda de material, los escaneos de fotografías, la investigación, la revisión de correcciones y el diseño final, que también me fue encomendado realizar. Por mi parte, este proyecto ha representado un esfuerzo considerable. Participé activamente en la investigación, sugerí la estructura general y me encargué de la edición, corrección y diagramación, aspectos fundamentales en la realización editorial.

Recuerdo que, al inicio del proyecto, durante una presentación de cine en la que participamos, alguien me preguntó si me sentía abrumado por la difícil tarea que se me había encomendado. Respondí negativamente; al contrario, con el tiempo me encariñé profundamente con este proyecto.

No se debe subestimar ningún trabajo que realicemos, por pequeño que sea, ya que siempre puede aportar experiencia y nuevos conocimientos que contribuyen a nuestro crecimiento. Este proyecto me ha brindado la oportunidad de ver la vida de un artista no solo como creador, sino también como ser humano. Mientras revisaba el libro, pude vislumbrar un camino en el que las tramas del destino entrelazan eventos que marcan la vida de las personas: giros inesperados, aciertos y errores. Pocos podrían imaginar a Eguino no solo como director y fotógrafo, sino como un individuo con aspiraciones, luchas y tristezas. Es el hombre rebelde que enfrentó numerosas prohibiciones, sacrificó mucho y asumió deudas para perseguir sus sueños, los cuales finalmente le trajeron grandes frutos.

En este mundo de caos, relativismo y determinismo, las personas dejan de asombrarse ante la vida, perdiendo la fe en los misterios del mundo, sus verdades ocultas y sus casualidades. Rara vez la razón cede ante el azar y la incredulidad en las causalidades. En este contexto, la amistad se forja a partir de encuentros, manifestándose de manera discontinua en el tiempo. Sin embargo, estos encuentros, aunque esporádicos, son profundos y significativos. La verdadera amistad no se mide por la frecuencia de las interacciones, sino por la calidad de los momentos compartidos y el apoyo mutuo en tiempos de necesidad.

Algo que me ha llamado mucho la atención mientras trabajaba en la obra fue que, al comentar con algunos amigos y conocidos sobre el autor, me sorprendió que su nombre fuera poco conocido, pero no así sus películas, ampliamente recordadas por muchos. Esta curiosidad podría dar pie a una investigación sobre el porqué de este fenómeno. Presumo que se debe a que las películas se produjeron en épocas en las que la publicidad no era lo suficientemente efectiva en este país y el enfoque en la presentación de las obras era diferente. Se mencionaban más las obras que a los directores. Durante el auge de Hollywood, el mercado se inundó de películas estadounidenses, y la gente comenzó a identificar las producciones por nombres de directores como Spielberg o Kubrick, impulsado por un marketing centrado en sus nombres.

Este contraste con el contexto local, donde las obras de Antonio Eguino se convirtieron en íconos culturales, pero su nombre quedó en un segundo plano, es revelador. Esta observación no solo es una curiosidad, sino también una reflexión profunda sobre cómo el reconocimiento de los artistas puede verse afectado por las dinámicas del marketing y la industria cinematográfica. En este sentido, su próximo libro representa una oportunidad invaluable para reivindicar su nombre y su legado, proporcionando una mayor visibilidad a la figura del director detrás de estas películas que han marcado la historia del cine boliviano.

Los desafíos de la edición, corrección y diseño

Realizar la edición, corrección de texto y diseño de un libro de esta magnitud implicó enfrentarme a numerosos desafíos. Cada capítulo estaba lleno de anécdotas y detalles que requerían una minuciosa verificación y organización para asegurar la coherencia narrativa y factual. Además, el estilo literario de Antonio Eguino debía ser respetado, pero al mismo tiempo ajustado en el proceso de edición para mantener la fluidez y el interés del lector.

La corrección de texto implicó no solo la revisión gramatical y ortográfica, sino también la adecuación del lenguaje para reflejar la voz auténtica de Eguino. La estructura de los capítulos y la disposición de las anécdotas debían ser cuidadosamente ajustadas para mantener una línea narrativa clara y atractiva. Cada corrección fue un ejercicio de equilibrio entre la precisión y la preservación del estilo personal del autor.

El diseño del libro también presentó sus propios retos. La elección de paletas de colores, la inclusión de fotografías y elementos visuales requería un enfoque meticuloso para garantizar que estos complementaran y enriquecieran la narrativa, sin distraer al lector. La selección de las imágenes, su ubicación estratégica en el texto y el diseño general de las páginas demandaron un trabajo de propuestas constantes y la revisión de la coeditora y el autor, asegurando que el libro no solo contara una historia, sino que también ofreciera una experiencia visual atractiva.

Conclusión

¿Por qué el libro se titula Memorias de un Cineasta «Pecador»? Si bien en el libro se revelan detalles, el autor deja que el lector descubra su misterio. Incluso hay un capítulo titulado de manera sugerente El Mentiroso del Cine Boliviano, y en la narración de su última película, Los Andes no creen en Dios, posiblemente se encuentre la solución al enigma.

Este libro marca un hito significativo en la carrera de Eguino, generando grandes expectativas entre sus seguidores y en el ámbito cultural boliviano. Promete ser una obra de gran relevancia, y su lanzamiento es esperado con gran interés. Será fascinante observar cómo el público y la crítica acogen esta nueva faceta de un creador tan versátil. El trabajo conjunto del equipo y todas las personas que colaboraron con iniciativas y aliento en la elaboración de este libro, como Paolo Agazzi, amigos y familiares, ha sido una experiencia enriquecedora y reveladora.

Considero que ningún trabajo es perfecto; las obras de Eguino, como las de cualquier artista del mundo, pueden tener deslices y traspiés, pero también aciertos. Ya ha dejado su huella en el cine boliviano.

Invito a los lectores al lanzamiento de esta obra, que sin duda será un éxito literario y cultural en Bolivia.

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