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El conde Juan de la Jaille, un movima por adopción (Parte II)

El conde De la Jaille, a quien trajo el ejército de su país de nacimiento, hizo que su vida diera un giro tan drástico, que se convirtió en un ciudadano más, de conducta modélica; fue de aquellos que se involucran en las urgencias cotidianas y que celebran los éxitos de los demás. Atrás habían quedado los guantes de seda y los pañuelos perfumados, pero también las botas y las charreteras militares. Fue un civil que por el resto de su vida dejó huella entre la sociedad de la aun hoy abigarrada Santa Ana de Yacuma. Nunca más presumió de su posición social ni de la nobleza de su estirpe, pero la rígida formación que había recibido desde la cuna hasta su partida a América, tampoco la abandonó. En realidad, aquel hombre de expresión afable y vocación de enseñanza, no había renunciado a los moldes que predominaban en su familia de origen; esa disciplina militar tampoco desentonaba con un corazón que sentía una dulce predilección por los niños.

La tradición oral y algunos documentos que sobrevivieron a los años dan cuenta de que Juan de la Jaille no solo debía su formación al ímpetu que desde niño puso para alcanzar excelencia en varios órdenes de la vida, en diversas áreas del conocimiento, sino que traía en las venas sangre de una educación vertical heredada de un árbol genealógico que, en su rama más próxima, tuvo en el marqués Francois-Charles Louis de la Jaille y General de Caballería, Comandante de la Legión de Honor y Consejero General de Cótes-du-Nord para el cantón de Callac, como su más decisiva influencia.

Y fue precisamente la combinación de la doctrina militar, de la cual era estudioso, con su sensibilidad, la que hizo bullir en su alma una insaciable hambre por mejorar las condiciones de vida de los movimas. Para el conde De La Jaille no había mejor manera y más altruista forma de fortalecer el desarrollo humano, que enseñando música de la que era un cultor. Fue la Escuela Yacuma la que se nutrió de su maestría en ese arte; formó a varias generaciones de niños y jóvenes que luego destacaron no solo en la ejecución de distintos instrumentos, sino en algo que el hábito de su interpretación siempre consigue, que es la integridad humanista de quienes han adoptado a la música como oficio y modo de vivir en sociedad.

Las cuitas de su juventud, todavía en el Viejo Continente, habían sido reemplazadas por una vida dedicada a su familia con prioridad, pero a la comunidad de adopción también con mucho esmero. Más adelante, la Escuela 26 de Julio se apropió de quien era ya un insigne ciudadano, con tanto auspicio que de aquel establecimiento salieron notables varones al servicio de su tierra.

Y no todo quedó ahí, porque sus conocimientos, como militar de campo que se codeó con la muerte en el frente de batalla, le permitieron alcanzar dominio de la técnica de la topografía, adelantándose a los procedimientos que por entonces se empleaban en el país. De esa manera, el primer plano urbanístico de la entonces población de Santa Ana, se debe a la precisión de sus trazos y la exactitud de su plomada.

Cuando, ya muy entrada su vejez, el hombre de la nobleza, cuyo mas meritorio título fue el de noble hombre, enfermó por última vez y presagió su muerte con un acierto de día y hora, el destino coincidió con su premonición, y el 15 de septiembre de 1945, en el hombre que, rodeado del amor de todo un pueblo, con un cuerpo cansado, sin la prestancia de sus mejores años, pero con un espíritu todavía con bríos, dejó de latir ese corazón que un día se entregara para fusionarse con sangre beniana.

El pasado 26 de julio se recordó el tricentésimo décimo quinto aniversario de la fundación de Santa Ana de Yacuma. Dilatada existencia que por muchos años tuvo la fortuna de contar entre sus hijos al conde Juan de la Jaille, y a este, de ubérrima descendencia que luego de cinco generaciones que le sucedieron, se halla desperdigada a lo largo y ancho de la geografía nacional y en muchas latitudes del mundo, muchos de ellos destacados profesionales que, honrando la trayectoria impoluta de su antepasado, prestan eminentes servicios a su país.

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