Maurizio Bagatin
Con estos partidos ha vuelto el futbol clásico. Han vuelto los duelos.
En Carvajal versus Grealish parecía ver a dos soldados de una de las tantas guerras anglo-españolas; el duelo Bernardo Silva-Camavinga ha sido el choque de los invasores portugueses en territorio bantúes y Gundogan-Modrich al impero Otomano enfrentarse a la coalición católica. Futbol e Historia se encuentran. Un brasilero le notó un gol a un brasilero, y un belga a otro belga. Y muchos de duelos de titanes: Walker- Vinicius jr, Rudiger- Haaland.
El futbol nos ofrece muchas lecturas. No es solo un juego, las cámaras que registran la cancha y todos los escenarios que la rodea, nos ofrecen una mirada a los cambios generacionales, al percatarnos, los “más mayores”, de un nuevo estado de ánimo con el cual se vive este enfrentamiento, esta lucha que es el opio necesario para el gran desahogo colectivo.
En el segundo partido el retrato de una guerra fratricida italiana puede venir bien. El esmalte del futbol de los años ochenta en la península desvaneció. Atónito, el presidente chino de unos de los 2 clubes, observa un espectáculo que su cultura aún no ha metabolizado. Pero reconozcámoslo, el equipo es el Internazionale de Milán y todo ese feliz mejunje de nacionalidades hace reflexionar si aún tienen sentidos los partidos entre equipos que representan una nación.
La siguiente semana habrá los partidos de vuelta. Nada está definido, este deporte de caballero jugado por hooligans puede definirlo su noble herramienta, la pelota redonda que tanto hemos soñado patear cuando niños escuchábamos a la radio o veíamos en los primeros televisores enfrentarse Mazzola-Rivera, como si fueran ídolos de un Olimpo inalcanzable.