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Necesitamos un aire más saludable para un planeta más saludable

Karin Kemper

La contaminación del aire es un problema multifacético: representa el principal riesgo ambiental para la salud en el mundo y le costó al planeta una cifra estimada de USD 8,1 billones en 2019 , que equivale al 6,1 % del producto interno bruto (PIB) mundial.

Además, la contaminación atmosférica es letal: causa o es un factor que contribuye a ataques cardíacos, derrames cerebrales, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias, y provoca la muerte de aproximadamente 7 millones de personas cada año. Alrededor del 95 % de estas muertes ocurre en países de ingreso bajo y mediano. La epidemia de COVID-19 solo está empeorando la situación ya que investigaciones han descubierto (i) vínculos entre la polución del aire y las hospitalizaciones y los decesos por dicha enfermedad.

Más del 90 % de la población en el mundo vive en zonas donde los niveles de contaminación superan las pautas de la Organización Mundial de la Salud. La exposición a partículas PM2,5 de aerosol inhalable —dañinas para la salud humana— es de 5 a 10 veces mayor en Asia meridional, Oriente Medio y África que en América del Norte.

Por ello, combatir la contaminación del aire representa un componente obvio de la misión del Banco Mundial de poner fin a la pobreza y promover la prosperidad compartida. Sin embargo, lo menos evidente es qué medidas se pueden adoptar para abordar este problema.

Con ocasión del segundo Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul de las Naciones Unidas, hacemos un llamado a los responsables de la formulación de políticas y los asociados para el desarrollo para que evalúen tres prioridades que pueden ayudar a limpiar el aire y salvar vidas.

1. Mejorar la disponibilidad de datos sobre la calidad del aire.

El primer paso para reducir la contaminación del aire es identificar dónde están los problemas, sus causas y qué tan graves son en realidad.  Los monitores a nivel del suelo representan un medio clave en este proceso. Desafortunadamente, el acceso a estos instrumentos varía considerablemente en todo el mundo. Los países de ingreso alto, por ejemplo, tienen un monitor por cada 370 000 personas, mientras que los países de ingreso bajo solo tienen uno por cada 65 millones de personas. 

En respuesta a este desafío, el Banco Mundial apoya la ampliación del monitoreo a nivel del suelo en regiones desatendidas. Investigaciones recientes (i) muestran que la tecnología satelital no puede reemplazar a los monitores en tierra en los países de ingreso bajo y mediano. Por este motivo, el Banco Mundial apoya el desarrollo de sistemas de información ambiental que, en lugares como Perú, por ejemplo, incluyen la ampliación de la red de monitoreo de la calidad del aire a seis nuevas ciudades y nuevos sistemas para difundir al público la información sobre la calidad ambiental.

2. Dar prioridad a las fuentes clave de contaminación del aire, en particular las centrales eléctricas de carbón y los vehículos que funcionan con diésel.

Sobre la base de la necesidad de recopilar datos, también debemos garantizar que estos datos se utilicen como respaldo de las medidas que se pueden tomar para priorizar las fuentes clave de contaminación del aire. En un estudio reciente del Banco Mundial sobre los efectos en la salud de diferentes fuentes y las composiciones químicas de la contaminación del aire se concluyó que las emisiones de las centrales eléctricas de carbón y los vehículos diésel son particularmente tóxicas para los humanos y se asocian de manera más consistente con los ataques cardíacos. Muchos de estos contaminantes atmosféricos también contribuyen al cambio climático y son emitidos por las mismas fuentes, lo que significa que nuestros esfuerzos por gestionar la calidad del aire pueden tener el efecto dominó de aportar también a nuestros objetivos climáticos. Un enfoque integrado tanto de la contaminación del aire como de las crisis provocadas por el clima puede generar soluciones beneficiosas para la salud humana.

Un ejemplo del trabajo realizado en este campo se puede encontrar en la provincia de Hebei en China (i), donde el Banco Mundial ha estado ayudando a los funcionarios a centrarse en las emisiones de diésel y carbón, así como en las emisiones industriales, en un esfuerzo por reducir las concentraciones de PM2,5. El nivel de concentración promedio anual de PM2,5 disminuyó en más de un 40 % durante un periodo de seis años en Hebei. Tan solo la utilización de cocinas más limpias en dos de las ciudades de la región contribuyó a una reducción de las emisiones anuales de dióxido de carbono que equivale al retiro de 1,2 millones de vehículos de pasajeros de las carreteras cada año.

3. Abordar la contaminación del aire más allá de las fronteras.

La contaminación del aire no respeta los límites jurisdiccionales, por lo que la cooperación regional en este tema es fundamental. Aunque la contaminación del aire se considera habitualmente un problema de las ciudades y áreas urbanas, ahora sabemos por nuestro trabajo en China e India que los contaminantes en las zonas periféricas también pueden contribuir a la mala calidad del aire urbano. Por ejemplo, el uso de fertilizantes nitrogenados, la quema de desechos sólidos y la existencia de residuos de cultivos en la agricultura pueden ser fuentes de contaminación del aire. Además, el polvo natural, que puede incrementarse con las prácticas agrícolas y del uso del suelo y del agua, puede diseminarse a través de grandes distancias debido a las tormentas de arena y viento, y se ha demostrado que provoca riesgos para la salud similares a otros tipos de contaminación por partículas. Con la adopción de un enfoque unificado, los responsables de formular políticas pueden priorizar acciones que beneficiarán a las personas en sus propios países, así como en los países vecinos.

De cara al futuro

Mientras los países continúan enfrentando los costos sanitarios, sociales y económicos de la contaminación del aire sería prudente adoptar un enfoque amplio e inclusivo de estos desafíos, centrándose en las áreas antes mencionadas, así como en otros sectores y acciones prioritarios. Por ejemplo, durante las últimas cinco décadas, el Banco Mundial ha proporcionado casi USD 4400 millones en concepto de financiamiento a la Zona Metropolitana de la Ciudad de México para proyectos que abarcan la gestión de la calidad del aire, el transporte, la energía y otros sectores, contribuyendo a disminuir la contaminación por partículas en más de un 70 % durante este periodo.

La actual pandemia de COVID-19 y los recordatorios omnipresentes del cambio climático agravan estos desafíos. Sin embargo, si toman medidas para identificar tanto los problemas de la contaminación del aire como las soluciones, los países pueden recorrer un largo camino hacia la superación de todos estos retos colectivos, y ello ofrece el beneficio muy tangible de mejorar la salud de las personas, la fortaleza de sus economías y la condición general del planeta Tierra.

Karin Kemper es Directora mundial del Departamento de Prácticas Mundiales de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía del Banco Mundial

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