Bailarinita
Zulma Fraga – Argentina
Bailarinita a veces toca el acordeón en el subte, reparte besos y espera monedas. Tiene la piel dorada, los ojos color miel, el pelo apenas rojo, enmarañado y un poco sucio. Del escueto pantalón emergen sus piernas rotundas, que mira el pasajero de saco y corbata. Ávidamente.
Absolución
Norma Yurié Ordóñez – Guatemala
La turba había desaparecido en las montañas. Después de haber recorrido grandes distancias, el hombre recuperaba el aliento tras un árido peñasco. Tenía las manos ensangrentadas y la daga refulgía con gesto malévolo en el muslo izquierdo. Al encontrarse solo, en medio del silencio, una sonrisa sardónica le cruzó el rostro.
—La mejor rehabilitación es el fin de todo —replicó una bala perdida mientras lo envolvía en un destello.
Seduce sin recato
Dina Grijalva – México
Sus cubrebocas son sutiles, algunos de tela escarlata transparente.
Libertad
Silvia Carùs – España
Ellos desconocen límites e ignoran fronteras. Se mueven libremente entre todos los continentes, sin que nadie les requiera papeles, pasaportes o testes. Al llegar el otoño vuelan lejos entre desiertos, mares y montañas. Algunos los envidian y otros los admiran porque los pájaros sonríen al cielo en su búsqueda por la libertad concedida.
Contagio
Maribel García Morales – Colombia
Invocada por su inveterada curiosidad, Pandora abrió una vez más la caja y de allí emergió el mortal virus.