Márcia Batista Ramos
«Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen», Margaret Atwood.
El día con su luminosidad iridiscente, combinaba con la cortina de tul que, en un dulce baile con el viento, adornaba la habitación silenciosa. Sobre la cama, aún tendida, estaba el cuerpo pequeño y blanco de la mujer que pudo llamarse: Agatha, Emily, Gabriela, Simone o Virginia.
(Existen lindos nombres de mujeres).
Ella era una persona iluminada: sabia, pacífica, inteligente, amorosa, sincera, generosa… Tan amable, que lograba iluminar el día cuando pasaba. Pero, ayer, fue estrangulada y su mirada azul se quedó estática y horrorizada, para siempre. La gargantilla de oro se hundió en su cuello junto con una mano fuerte, de un hombre robusto, que dejó un collar negruzco, medio morado, con matices verdes por la marca de sus manos, que se hundieron ferozmente, en su cuello suave como un algodón. Igual al cuello de: Adela, Pear, Herta, Selma, Louise o Wisława.
(Algunas mujeres tienen nombres de flores).
El feminicidio en el mundo, es una especie de plaga que afecta sin distinción a países ricos o pobres y, a diferencia del corona virus, solo embiste en contra de las mujeres. Ataca, solamente a las mujeres y a las niñas porque es más fuerte y cobarde. Tiene rencor y odio en el tuétano y se desquita de su mísera existencia, apoderándose de un cuerpo para quitarle la vida. No importa cómo se llamen, pueden llamarse: Marguerite, Jane, Rosalía, Clarice, Juana Inés o Alejandra.
(Algunas mujeres tienen nombres bíblicos).
La habitación, estaba en perfecto orden, la vivienda estaba integralmente ordenada y ninguna puerta o ventana forzada, era la prueba de que el feminicida era allegado, era íntimo, era el amor de su vida…
En el aire flotaban, fosforescentes, las preguntas:
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?
Ninguna mujer imagina que puede ser la próxima víctima, sin embargo, una mujer es asesinada a cada dos horas en América Latina por el hecho de ser mujer. Asimismo, son secuestradas, violadas, torturadas antes de ser asesinadas y sus cuerpos mutilados, vejados son abandonados en lugares descampados.
No es mera especulación, de verdad verdadera existe un Ranking de feminicidios en el mundo, porque matar mujeres, aun hace parte de los goces de algunos hombres (psicópatas, por cierto, pero hombres, al fin y al cabo).
La clasificación más alta en el Ranking macabro es para Asia, donde los hombres desequilibrados quitan la vida de las mujeres, porque sencillamente, son mujeres. Entonces las madres oran por sus lindas hijas que se llamaban: Shikibu, Shonagon, Yoshimoto, Ogawa o Kawakami…
En la lista espeluznante de feminicidios sigue África, América del Norte, Central y del Sur, Europa y Oceanía.
Nada para enorgullecerse.
Mucho que lamentar…
La espiral de feminicidios refleja la acumulación de violencia relacionada con el género y la falencia de los Estados para proteger a las mujeres. Pese a los avances legales, la igualdad real sigue siendo una quimera y continúan siendo las mujeres las que cobran menos, padecen mayor precariedad laboral, tienen menos presencia en la vida pública, política e intelectual y sufren más violencia.
(NO existen mujeres NN).
Todas tienen un nombre, apenas, falta encontrar su cadáver para reconocerla.
Él juró amarla y cuidarla y mimarla.
Él mintió.
El día con su luminosidad iridiscente, combinaba con la cortina de tul que, en un dulce baile con el viento, adornaba la habitación silenciosa. Sobre la cama, aún tendida, estaba el cuerpo pequeño que pudo ser blanco, pálido, marfil, vainilla, beige, crema, durazno, bronce, trigueño, moreno, oliva, cobrizo, marrón, café, canela, negro, ébano, de la mujer que pudo llamarse: Agatha, Emily, Gabriela, Simone, Virginia, Shikibu, Shonagon, Yoshimoto, Ogawa, Kawakami, Adela, Pear, Herta, Selma, Louise, Wisława, Marguerite, Jane, Rosalía, Clarice, Juana Inés, Alejandra…
¡BASTA DE VIOLENCIA CONTRA LA MUJER!