Me cuentan que el Ministro de Relaciones Exteriores, tan flamante como poco transparente, reaccionó como energúmeno en un canal de televisión donde fue interrogado sobre la masacre blanca de diplomáticos: más de 150 profesionales de carrera (el 92%), burdamente remplazados casi en secreto, por nueve allegados a Evo Morales, mientras 29 embajadas y 36 consulados siguen descabezados.
Decir que los despedidos son “diplomáticos de nariz respingada, que les gustaba ir a los salones a doblar el dedo meñique mientras se dedicaban a cócteles”, dice mucho sobre la garrafal ignorancia de Mayta sobre las relaciones internacionales y la carrera diplomática, que sí existe, muy a su pesar.
De la Academia Diplomática salieron generaciones de excelentes profesionales que han servido a diferentes gobiernos, incluyendo al MAS. Lo sé bien porque tengo amigos que estudiaron allí, pero además porque mi primo Jorge Gumucio (muy respetado por cualquier diplomático boliviano o extranjero que lo haya conocido), fue uno de sus directores. Es más, Jorge fue el gestor del edificio anexo de la Cancillería, y de muchas reformas importantes de las que ahora se beneficia un personaje resentido y mediocre. Jorge fue también embajador en Naciones Unidas y en Perú, donde pasó siete meses en la embajada de Japón como rehén de un grupo terrorista con el que el actual canciller quizás simpatiza.
Puedo decir con orgullo que varios en mi familia han ejercido funciones diplomáticas. Mi hermano Pedro fue despedido por Choquehuanca después de dos décadas en Cancillería, habiendo ejercido en China, Suiza, Brasil, y en la Plaza Murillo. Mi primo hermano Mariano Baptista Gumucio fue digno embajador en Estados Unidos y Cónsul General en Chile. Mi padre fue embajador en Uruguay y luego en España. Todos dejaron el nombre de Bolivia en alto.
No se puede decir lo mismo de diplomáticos del MAS que ocuparon altos puestos no por sus méritos profesionales sino por cuotas de poder. Son comidilla los embajadores masistas que llevaban su colchón y su anafe a las oficinas para no gastar en alquileres. Uno que estuvo en Italia, no tuvo mejor idea que meterle tijera a un antiguo gobelino porque cubría un interruptor de luz. No sé si fue el mismo que encontré en una reunión de la FAO, en Roma, donde llegó al cóctel de clausura vestido con un saco con listones andinos, copia fiel del jefazo. A los pocos meses leí que el propio MAS lo había echado y cambiado las llaves de la embajada para que no pudiera ingresar, ya que no aceptaba su cese de buena gana.
En Colombia, amigos diplomáticos recordaban a un embajador boliviano, cooperativista minero, que había bromeado con el embajador ruso: “Nosotros también tenemos a nuestro ‘putín’ en Bolivia”. He sabido de embajadores del MAS que tenían botellas de whisky (etiqueta azul, claro) en sus escritorios y las usaban en horas de oficina. En un país andino, el embajador boliviano llevó a la residencia oficial a varias jóvenes venezolanas necesitadas de techo y cama. Y así, hay otros ejemplos para el anecdotario.
Los embajadores del MAS se relacionaban sólo con los diplomáticos del ALBA y contribuyeron al aislamiento de Bolivia por sus dislates, torpezas y angurria: comprarse un vehículo liberado para revenderlo con ganancia o hacer un negocio en beneficio personal.
Cuando Mayta difama a diplomáticos nombrados por la canciller Karen Longaric, olvida que la principal tarea de ellos a lo largo de nueve meses fue ocuparse de los vuelos de repatriación y de los bolivianos en situación de emergencia. No hubo cócteles porque las fiestas nacionales y los eventos culturales y comerciales se hacían de manera virtual durante la pandemia.
Propios y ajenos se refieren en broma al cuerpo diplomático como “puerco diplomático”, no sólo en Bolivia. Lo cierto es que, como en cualquier gremio, los hay buenos y los hay malos. Lo que el advenedizo canciller no sabe todavía, es que él es de los malos y carece de visión y de experiencia en relaciones internacionales como para calificar a nadie.
Al improvisado canciller el cargo le queda demasiado grande, como traje de pepino de Carnaval. Ha sido puesto ahí para ser de fácil manejo político, no por méritos personales ni experiencia. El que manda es Choquehuanca, que también hace tres lustros despidió a casi todos los diplomáticos de carrera y dejó a un solo embajador en Europa. Al igual que Mayta, Choquehuanca tiró a la basura el escalafón diplomático que había sido establecido con la cooperación de Naciones Unidas, institución que ahora calla en sus seis idiomas oficiales.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta.