Jaime García, Director de Proyectos del índice de Progreso Social de CLACDS/INCAE
2 de febrero de 2021. Recientemente la organización Transparencia Internacional publicó la actualización de su indicador global sobre el estado de la corrupción en el mundo (ICP); un índice que clasifica 180 países y territorios según la percepción de expertos y empresarios, y que va de 0 a 100 puntos, donde 0 es alta corrupción y 100 es baja corrupción. Este año los países con las puntuaciones más altas son Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia, Singapur, Suecia y Suiza; mientras que los países con mayores niveles de corrupción son Venezuela, Yemen, Siria, Somalia y Sudán del Sur.
En América Latina los países mejor posicionados son Uruguay, Chile y Costa Rica, ocupando las posiciones 21, 25 y 42 respectivamente; en la parte baja de la tabla, o los países con los mayores niveles de corrupción se encuentran Venezuela, Nicaragua y Honduras con las posiciones 176, 159 y 157 de 180 países. Respecto al año pasado la región prácticamente se ha quedado estancada, sin grandes mejoras en la lucha contra la corrupción.
Tabla 1: Posiciones del ICP para América Latina.
Fuente: Elaboración propia con datos de Transparencia Internacional.
En tiempos de normalidad la publicación de estos resultados sería suficiente, y darían sustento cuantitativo para un análisis sobre los impactos de la corrupción en la eficiencia de la economía, o la estabilidad de las instituciones, u otro tema relacionado a esta práctica de abuso de poder para beneficio propio como lo define Transparencia Internacional. Pero en un mundo azotado por la pandemia del COVID-19, en el que contabilizamos más de 100 millones de contagiados y más de 2 millones de muertos, y que la segunda o tercera ola sigue causando destrozos en la mayoría de los países, el tema de corrupción también se vuelve un tema de COVID-19 y de la capacidad que tienen los países para enfrentar un problema complejo y de larga duración como la pandemia.
El equipo de investigadores de Transparencia Internacional encuentra 3 factores donde la corrupción ha afectado el desempeño de los países para atender la pandemia:
La corrupción desvía fondos de servicios esenciales como la atención médica, dejando a países de todo el mundo vulnerables y poco preparados para hacer frente a la crisis de salud pública.
La falta de transparencia en la asignación de recursos, una práctica asociada positivamente con la corrupción debilita la eficiencia de las respuestas a las crisis.
Los países que tienen un desempeño pobre en el control de la corrupción tienden a violar los derechos humanos y las normas democráticas en su manejo de la pandemia COVID-19.
Estos factores pueden tener una incidencia en los indicadores que tenemos disponibles sobre el manejo de la pandemia, tal como la tasa de incidencia (casos acumulados por 1000 habitantes), y letalidad (porcentaje de muertes por casos positivos de COVID-19). Al cruzar la información del índice de corrupción con la información de indicadores de salud de COVID-19 para los 180 países evaluados se encuentra que si dividimos los países por niveles de corrupción (gráfica 1), se encuentra que los países con la más alta corrupción (en promedio 24.05 puntos de ICP) tienen una tasa de incidencia de COVID-19 por 1000 habitantes de sólo 4.85; los países del grupo con niveles medio altos de corrupción (en promedio 38.8 puntos de ICP) tienen una tasa de incidencia de 16.09 por cada 1000 habitantes. En contraste los países con mejores niveles de transparencia y menor corrupción reportan más casos de incidencia de COVID-19 con 30.85 por 1000 los países con niveles medio bajos (55.7 puntos en promedio del ICP), y 24.91 por 1000 para los países con la más baja corrupción (en promedio 78.28 puntos de ICP).
Gráfica 1: Incidencia de COVID-19 por niveles de corrupción.
Fuente: Cálculos propios con datos de Transparencia Internacional y Universidad Johns Hopkins.
Si contrastamos la letalidad (total de defunciones por COVID-19 respecto al total de casos reportados) con los niveles de corrupción. Se encuentra que la letalidad por COVID-19 disminuye de acuerdo con la reducción en corrupción. Los países con altos niveles de corrupción casi reportan el doble de letalidad que los países con menores niveles de corrupción (gráfica 2). Estas comparaciones por supuesto, están sujetas a la calidad de los datos a los que tiene acceso y reporta la Universidad Johns Hopkins, por lo que son los datos oficiales, que para algunos países no necesariamente significan los datos reales. Sin embargo, es contrastante que para una amenaza que requiere de movilizar recursos, hacer compras públicas, y llevar un servicio público a una gran cantidad de población sean los países menos transparentes y más corruptos los que reporten menor incidencia de casos y mayor letalidad.
Gráfica 2: Letalidad COVID-19 por niveles de corrupción.
Fuente: Cálculos propios con datos de Transparencia Internacional y Universidad Johns Hopkins.
Al ser un evento que está pasando en este momento hay que seguir recopilando información y hacer un análisis al final de este para terminar de evaluar estas relaciones, incluyendo el proceso de vacunación. Pero tal como menciona Transparencia Internacional, las características que tendrán los países que mejor libren la pandemia en términos de gestión son aquellos que tienen políticas de transparencia y rendición de cuentas, que tengan sistemas de compras públicas claros y eficientes, con mecanismos fuertes para auditar y supervisar a las instituciones y sus decisiones durante la emergencia, así como proteger los derechos de los ciudadanos y mantener un balance entre sectores y poderes dentro del contrato social. Y es que, en términos concretos, hoy queda muy claro que la corrupción cuesta vidas; y que cualquier construcción de resiliencia para atender futuras emergencias debe contar con sólidos mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, condiciones que en la región todavía tenemos mucho que mejorar.