CHICHURIRO
Pajarito alegre, pequeño, cantor de trinos que reflejados vuelven con el eco para hacer cantar a la arboleda. Chichuriro, ave diminuta, casi una pluma que atraviesa el espacio; no es una flecha, es una nota musical rasgando el cielo. Chichuriro, cabe en la mano ese corazón del jardín, ese rey de la brisa, ese director de la orquesta mañanera, ese alivio. Chichuriro como una fantasía en la cabeza de este hombre llamado Chichuriro: vagabundo en un circo que retorna a la espiral en torbellino de una ciudad dada en anillos. Chichuriro pequeño, diminuto, casi triste, casi alegre, casi el pájaro que le dio su nombre. Cantor de trinos que hacen inflar las carpas; escribidor de poemas para Eneas y para aliviar el castigo de las bestias; atrapado en un metro de estatura; Chichuriro, el enano tras sus rejas, no de metal, de burla y menosprecio, de rechazos hirientes sus remaches, rejas más aceradas que el acero. Chichuriro, rey de ese jardín que al describirlo existe, y que en esta tarde azul se siente triste.
Eneas no está.
Los elefantes marchan con arrugados trajes, enseñando a escribir al relegado. Chichuriro, copiando, es un ratón acompañando a Dumbo, viviendo en su sombrero. Chichuriro inventando: es la ardilla guía del elefante verde, y fue la araña que atrapa a un elefante, y el conejo limpiador de trompas, y el mono pedicuro de elefantes, y la víbora -collar del elefante, y el sastre- picaflor del elefante; y el derrotado zorro sin destreza que perdió ante un elefante tricolor. Y dentista de un elefante loco; y el ciempiés masajista del elefante Coco; y el árbol-mondadientes del elefante “Dientes”; y las hojas de un plátano que querían ser las cejas del orejón “Orejas”; y la hormiga que enseñaba al tractor-elefante como abrir caminos en la selva. Y las cuatro tortugas, cual patines, que sacaban a pasear al elefante; y la ballena-barco que llevó a un elefante africano hasta la India; y un león buscando a un elefante para quitarle la corona de oro. Y encima de elefantes, Chichuriro, el niño de la selva con algo de Tarzán y de Salgari, con algo de piratas y de Kipling. Y con todo Eneas. Chichuriro escritor.
Eneas no está.
Retroceder. Ir para atrás para cambiar las cosas. Descubrir, más temprano, que se es Chichuriro para siempre. Que él no crecerá nunca, jamás. Ir para atrás para iniciarse antes en esto de abrir puertas escribiendo. Dar retro y ser menos Chichuriro sobre Eneas, y más enano escritor, sombra en el circo. Retroceder para no cambiar las fiestas en la pista: Eneas, el elefante hermoso, alzando con la trompa a Chichuriro, el enano que vuela. Y los cometas y las cornetas. Más enano escritor, menos estrella, pero estrella al final, por los aplausos. El tiempo repartido: menos circo, y más papel y tinta rompe celdas. Ir en reversa sin olvidar a Eneas; escribiría, aun cuando en la pista los payasos empezaran sin él, y las tamboras pidieran que viniera. Escribir y dejar a Eneas haciendo lo que sabe; a ese ropero destartalado y tierno; a esa trompa que abraza, que sustenta; a esa ala para el vuelo de las risas. Dar retro, si no para cambiar toda la vida, al menos, para cambiar diez minutos de una tarde, en la que un enano deprimido y viejo se pregunta porqué no escribió antes. Una bella mujer lo desafía. Él le entrega un poema. Ella insiste: nunca ha visto conducir a los enanos. El camión de la carpa no es Eneas. Eneas está detrás, tomando sol, polvoreando El enano se anima, qué pretensión. El rey del elefante gobernando un Scania. El camión está en retro. Eneas está detrás, tomando sol, polvoreando. Hacia atrás, Chichuriro.
Eneas, ya no estás.
Eneas, si no escribo reviento.
Biografía
Oscar Sergio Barbery Suárez, historietista, humorista gráfico, dramaturgo, narrador, poeta, autor de canciones, creativo en marketing y en el paroxismo de la irresponsabilidad, arquitecto. Nacido en Santa Cruz de la Sierra el 5 de junio de 1954 o sea, hace un montón de años.