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Como el cielo

Maurizio Bagatin

Hiere como una flecha una nube. Burbujas en el cielo antes del diluvio universal. En algún texto leí sobre “un cielo poniente en Querétaro”, quizá una poesía de Borges o viéndolo desde aquel sótano donde existe “uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos”. Vi todos los cielos en un cuadro de Turner, un solo cielo en todos los cuadros del pintor inglés. Un solo ocaso en una playa de Zipolite, en un amanecer en Kribi o en las noches que el sol no está aún cansado y sigue flechando el horizonte del norte. Cuando se burla de los psicóticos en una noche de Islandia.

Somos como el cielo, un día el despejado azul que trenza celestes confines y abarca lo imposible, otro día la inmensidad que es tiniebla gris y las palabras de un diccionario que nunca serán suficientes. Somos como el cielo y el tiempo y el espacio de un cuadro de Magritte.

¿Cuál cielo no salvaríamos de nuestra memoria? Una rima del Alighieri que es como el negro cielo del infierno o las interminables escaleras al cielo de la guitarra de Jimmy Page. Un día de lluvia del niño que fuimos todos, el arcoíris que recorríamos de inicio a fin, aquel cielo que separó nuestra infancia con nuestra adolescencia, lo seguimos recorriendo todos los dias de nuestra efímera presencia. Conservo aquel color, el tono que aún me engaña absorbiendo el flujo de los recuerdos. Son pigmentos que mueven la genialidad de Goethe, su ilusoria teoría que aterriza en un bovarismo sui generis.

No es el solo cielo que recuerdo, en una frase de Cortázar todos los cielos el cielo, empíreo para algunos, sus sinónimos para otros, ¿que habrá de paradisiaco? Donde se une al mar solo un otro color se defiende y ondea como el uno y fluye como el otro, recomponiéndose. Inmutable e innominado. El cielo sigue respetuoso del sol, obedeciendo a la luna y forma un libro abierto con todos los astros, leemos constelaciones y caminos, seguimos rutas que ya nadie persigue, solo el ilusorio poder que lleva a algún lejano planeta. Espejo frente al elemento primordial, que es la vida de cada día, la sustancia mas sorprendente, el agua. Cuanta ilusión y cuanta certeza en eso.

Como el cielo, un poema del firmamento que escribe en su piel la magia de Elena Poniatowska. En una noche de invierno la distancia sideral que no podríamos siquiera imaginar, “así tan lejos, así tan cerca”, y nuestra imaginación que no deja de fluir. Todos lo tocamos un día con un dedo, el cielo, soñando con Julio Verne o viendo al cóndor, un águila, la mariposa volar. No paramos de imaginar, en un cine al abierto me quedé viendo dos veces El cielo sobre Berlín, intenté perseguir a los dos ángeles que parecían divinos, pero fue otro cielo de Wim Wenders en fijarse en el iris de mis ojos, el cielo de Paris Texas.

Otra vez el cielo en la naturaleza humana, carácter y temperamento del más grande espectáculo del mundo. Una fotografía de Franco Fontana en estos dias caniculares de Toscana; ahí queda la nube que hiere como una flecha, y Mauricio, el tocayo de una novela de nuestra literatura: “El cielo agitado y sombrío, girando vertiginoso como una rueda enloquecida; tenebroso mientras desata sobre el mundo su tonante artillería y hace bajar las aguas en gruesas magas que arrojan sus esclusas. Cielo, entonces, negro y movible, con tremendos abismos color de pólvora. Cielo acuchillado de reflejos”. Otra vez así tan cerca y asi tan lejos, siempre en un cuadro de Turner, siempre en mi memoria de niño, de adolescente, en mi memoria de hoy.

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