Márcia Batista Ramos
Luis Ignacio Muñoz nació en Nemocón, Colombia. Es parte del TEUC-Taller de escritores Universidad Central, Bogotá.
Publicó poemas y cuentos en las revistas Maguaré, Universidad Nacional, Revista Trans-Fugas de Bogotá, Hojas Sueltas de Neiva y 7LUNE de Venecia, un poema traducido al italiano por Silvia Favareto, Italia, 2015.
En el 2016 obtuvo el Premio departamental de narrativas de Cundinamarca.
Es autor de los libros “Reloj de aire”, 2006; “Cuentos para rato”, 2014; “Inocencia de la noche”, 2015.
Varios de sus cuentos fueron publicados en revistas y antologías de autores regionales y algunas publicaciones internacionales como Brevilla, Peuco Dañe, Chile, e-kuoreo, Colombia, Piedra y nido, La batidora literaria, En pequeño formato y Un café y cinco microficciones, Argentina, Letras de Chile, Ikaro, Costa Rica, Delatripa, Nocturnario, Fantastique y Monolito de México y Los Raros de Nicaragua, La Esquina Delirante de El Espectador.
Sus microcuentos fueron publicados en importantes antologías como: Hokusai, Bestiarios, Brevirus y Quarks ediciones.
El escritor Luis Ignacio Muñoz, logra plasmar en su brevedad, situaciones simbólicas y estados de ánimo con mucha vitalidad, consiguiendo dar credibilidad a lo fantástico e irreal, mostrando lo improbable como algo corriente, real y natural, vivenciado y percibido por sus personajes como parte de la cotidianeidad. Tal vez, sea intencional o tal vez, sea influjo de haber nacido en la tierra donde José Arcadio Buendía fue creado.
Tanto por lo onírico de sus protagonistas, como de sus paisajes Luis Ignacio Muñoz, muestra que está, claramente, influenciado por el realismo mágico: “AUTO FANTASMA
El viejo solía pararse largas jornadas al borde de la carretera a esperar con la paciencia y la convicción que solo produce esa fe ciega que no admite contradictores. Algunos caminantes se detenían a decirle que empleara otro medio de transporte para llegar al pueblo pues el carro tardaría mucho tiempo en volver a pasar. Otros más directos trataban de convencerlo que ya no existía tal carro, que nadie lo había visto hacía en ninguna parte, pero él negaba con la cabeza diciéndoles mentirosos, ayer me recogió a esta hora, es un Ford modelo y por si no creen está enterito y va a venir por mí. Las personas se iban dejándolo tranquilo porque estaban seguros de su delirio, además era un viejo inofensivo que soportaba sin inmutarse algunas burlas y hasta reía con ellos por cada ocurrencia. La mañana en que visitó apresurado las viviendas de los vecinos diciéndoles que fueran a ver lo que iba a pasar lo siguieron más por lo que inspiraba su mirada y el tono de su voz que por lo que iba a pasar. Cuando todos estaban allí reunidos les dijo van a ver ahora sí y fue cuando en la curva próxima se oyó el ruido del viejo motor acercándose a donde estaba el viejo. Entre ronquidos asfixiantes se detuvo, abrió una portezuela, se despidió alzando la mano y subió. En pocos minutos arrancó con sus estertores de asmático y fue desapareciendo entre la neblina que había dejado la lluvia. Nunca más regresó.”
Luis Ignacio Muñoz, siguiendo las características esenciales de la microficción, siempre hace del lector una figura muy activa y co-creadora del sentido de sus textos, también porqué, los recursos que implica la hiperbrevedad narrativa, muchas veces, requieren un sobreesfuerzo hermenéutico de su lectura, pero en el caso de Muñoz, ninguno de sus microrrelatos llega a ser opaco o ininteligible.
Su cuentística incorpora el mundo urbano, haciendo gala de la estética posmoderna que muestra el escepticismo en el plano ético, y las “estrategias distanciadoras”, tales como el humor y la ironía.
Los cuentos de Luis Ignacio Muñoz siempre sorprenden bajo su superficie, a través de sus personajes que de manera pacata como quien hace lo que no quiere hacer, por la forma ingenua que se revisten muchos de ellos, ultrapasan las fronteras de lo real, sin alejarse de una calidad estética muy apurada: “PECES PARA MI FAMILIA
Tengo pensado crear varios peces de colores y voy a empezar ya. Quiero fabricarme peces azules, peces rojos, peces amarillos, peces blancos y peces negros para regalar a cada uno de la familia. A mi padre le obsequiaré el pez rojo, a mi madre, le daré el pez azul, a mi hermana le regalaré el amarillo, a mi abuelo el blanco y a mi tío el pez negro. Creo que los pondrán a nadar en el viejo acuario vacío de la casa. Sé que cuando engorden y crezcan los van a devorar a todos juntos.”
Es menester destacar el hecho de que gran parte de los cuentos de Luis Ignacio Muñoz, ofrecen al lector, la posibilidad de vivir una experiencia lúdica ya que sus personajes encarnan la libertad en sus actos diarios y lo hace sin aitia (causa) ni télos (fin), a través de diferentes estrategias literarias, rebasando la ficción y lo inverosímil: “UN GATO EN LA LAVADORA
Todavía me parece oírlo ronronear y restregarme su lomo. Después se reclinó en la comodidad del recipiente mientras las aspas lo hacían girar. Me imagino que dio vueltas como un trompo y cuando la lavadora se detuvo, me acerqué para sacarlo con cuidado. Limpio, oloroso a fragancia de detergente, mirándome con ojos de complacencia.
No me gusta bañar gatos, pero fue por la cochinada que hizo. Debo hacerle caso a mamá, cuando ensucia la casa. Ahora me queda la segunda parte de mi labor: Plancharlo para que vuelva a la normalidad.