“No quisiera estar en los zapatos del Ministro de Economía el próximo año (…) el 2020 será de enormes desafíos para quienes administran el país (….) en un entorno con serios riesgos de recesión global”, fueron algunos de los conceptos que vertí, recomendando forjar un gran pacto gobierno-empresarios-trabajadores frente al dantesco escenario que avizoraba, como única posibilidad para revertir la tendencia declinante de crecimiento del PIB, los déficits estructurales en las finanzas públicas y en el sector externo. Hace ocho meses sentencié esto: “Solo así podremos salir adelante” (“Pacto Social Productivo por la Economía Boliviana”, EL DEBER, 29.10.2019).
Lamentablemente todo lo antedicho no solo se cumplió, sino que, con la pandemia del coronavirus, el escenario previsto se complicó de tal manera y por todas partes, que no solamente Bolivia sino el mundo entero entrará en una profunda crisis y recesión económica.
Esta es la “tormenta perfecta” que le espera a la economía boliviana: a la estrepitosa caída de la Inversión Extranjera Directa Neta en 2019, registrándose una desinversión, se suma la baja del ingreso de divisas por medio del turismo receptivo; el dramático pronóstico del Banco Mundial, que las remesas de los trabajadores en el mundo caerán casi un 20%; el inesperado colapso del precio del petróleo que incidirá sobre la cotización del gas que vendemos al Brasil y la Argentina que además comprarán un menor volumen por sus propias crisis; las devaluaciones generalizadas de las monedas y, el paro de la economía por la cuarentena frente al coronavirus.
Dentro de mis varias inquietudes -junto con la salud y la pérdida de empleos- está el sector externo. Las Reservas Internacionales Netas suben principalmente cuando el saldo entre las divisas captadas por exportación menos los dólares gastados por importación, da un resultado positivo. Pero, así como van las cosas, en 2020 tendremos un sexto saldo comercial negativo, pese al pequeño superávit a marzo, atribuible al desplome de las importaciones antes que a una recuperación de las ventas externas. Si la balanza comercial en servicios es deficitaria estructuralmente; si el turismo y las remesas desde el exterior, y el ingreso de capitales caen más aún, aunque la subida del precio del oro pueda ayudar un poco como se dio en estos primeros meses, no quedaría otra que un mayor endeudamiento para su reforzamiento en aras de la estabilidad. ¿Esperaremos a que la crisis nos zarandee -para unirnos- los bolivianos?
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional