Muy pocas cosas dejan una profunda huella en una persona como el primer libro que lee, aquel que realmente se abre camino hasta el centro mismo del corazón. Cada libro tiene alma, no sólo el alma de quien lo escribió, sino también el alma de todos aquellos quienes lo leyeron y soñaron con él. Cada vez que un libro llega a nuestras manos, cada vez que nos sumergimos en sus páginas, nuestra alma crece y se hace más fuerte. Y la verdad es que uno no escoge un libro, es el libro el que lo escoge a uno.
Las primeras imágenes que imprime en nuestra mente, el eco de las palabras que habíamos creído olvidar, en realidad nos acompañan toda la vida construyendo un universo nuevo en nuestra memoria al que, tarde o temprano, no importa cuántos libros más hayamos leído, cuántos mundos más hayamos descubierto, cuánto más hayamos aprendido, siempre querremos volver.
En los versos resuenan la música y los ecos de la armonía universal. La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono, es epifanía, exorcismo, conjuro, magia, sublimación, experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento, es locura, éxtasis, orgasmo, nostalgia, paraíso, infierno, limbo, es revelación, es la lengua de los escogidos, pura e impura, sagrada y maldita, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, ostenta todos los rostros.
La actividad poética es revolucionaria por naturaleza, es un ejercicio espiritual, un método de liberación interior. En su seno hombre adquiere conciencia de ser algo más que transitorio. Es un arte capaz de cambiar al mundo entero.