En una semana parten dos gigantes.
Immanuel Wallerstein fue un sociólogo americano que estudió en la Universidad de Columbia. Profesor por varios años en la Universidad de McGill y de Binghamton, además de director de estudios asociado a la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y presidente de la Asociación Sociológica Internacional.
Dio una bocanada de aire fresco a la disciplina con su concepto de “sistema-mundo”, que, dialogando con Marx, Braudel y con teóricos de la dependencia, impulsó la necesidad de pensar el capitalismo global con dos claves analíticas: su conformación en la historia -tomando en cuenta los ciclos largos-, y su vinculación en todos los lugares del planeta como un auténtico sistema mundial aunque lleno de diferencias y especificidades.
Su esquema analítico lo condujo a pensar problemas que en nuestros días están en el corazón de la discusión política como la ecología, la sustentabilidad, la raza. Estuvo directamente vinculado a los movimientos mundiales del altermundismo y la izquierda internacional, y participó en debates y foros públicos. En esa tarea les dio a las ciencias sociales un rol más allá de las aulas universitarias, devolviéndoles su pertinencia para comprender y transformar. Mostró los límites de la sociología para explicar el mundo actual y buscó construir puentes disciplinarios que permitan una renovación. Murió el 31 de agosto a los 88 años.
Francisco Toledo fue artista plástico oaxaqueño. Su imaginación no se pudo contener en un solo soporte, fue impresor, dibujante, pintor, ceramista. Pasó por las escuelas de arte mexicanas, exhibió en muchos países, vivió en París y volvió a su Oaxaca. Fue considerado el artista en vida más importante de este tiempo y recibió todos los premios imaginables (entre otros, el Príncipe de Asturias), aunque nunca los presumía ni les daba importancia. En parte, en su obra vinculó la vida rural (animales de su entorno como monos, murciélagos, iguanas, etc.) con universos abstractos fantásticos, intermedios, juguetones, desfasados, lo que le dio
personalidad y potencia a su trabajo.
Pero la dimensión política de Toledo fue fabulosa. Defendió el maíz, la tierra y el territorio, la cultura local y el patrimonio. Se opuso a los transgénicos, defendió las lenguas indígenas. Fue un activista que se enfrentó a empresarios poderosos y sedientos de convertir la magnífica ciudad de Oaxaca en un gran centro de comercio con toque folklórico. Se opuso a proyectos urbanos que implicaban liquidar la vida local y por el contrario impulsó centros culturales y escuelas artísticas. El centro de Oaxaca es todavía una belleza -a diferencia de otros que han sido destrozados en cosa de décadas- porque Toledo, al lado de varios artistas y activistas, logró imponer un principio distinto de lo urbano. Partió el 5 de septiembre de 79 años.
No tengo registro de intercambio alguno entre Toledo y Wallerstein, pero son dos caras de la misma medalla. El sociólogo y el pintor, barreras difusas. En ellos no queda claro dónde comienza el intelectual y dónde termina el activista, dónde la preocupación por el pueblo o por el planeta. Sociología, arte y militancia. El compromiso y la comprensión. Dos titanes del saber, del sentir, del expresar y del cuidar lo común. Cuánto bien nos haría que nuestras autoridades, más allá de toda retórica, voltearan a mirar a estos personajes antes de firmar sus decretos. Tal vez el mundo sería mejor.