La potencia transformadora del 21F es la argamasa que cohesiona a una ciudadanía diversa y democrática. El 27E alude a la fecha dispuesta por el Tribunal Supremo Electoral para la realización de la elección de las candidaturas a binomios partidarios. El ajustado calendario electoral de las primarias cerradas y atolondradas, impuesto a conveniencia del núcleo de poder presidencial, obliga a una acción colectiva lúcida, unitaria y realista. Pese a la cancha inclinada a favor del partido de gobierno y una polarización perversa, el bloque de oposiciones todavía disperso tiene dos alternativas, entrar en cacha o escabullir el bulto ventilando bronca e impotencia.
En medio de temores me sumo a la opción más difícil. Esa que no le entrega en bandeja de plata y le allana el camino a quienes aspiran, sin disimulo, el poder total. Max Weber se refería a circunstancias donde la primacía de la ética de la responsabilidad política debiera desterrar el ímpetu, más testimonial que efectivo, de una ética de principios confundida con estridencia dogmática y demagógica irresponsabilidad.
La movilización convocada por el Comité Nacional de Defensa de la Democracia y redes político ciudadanas para el próximo 10 de octubre será no sólo propicia para conmemorar el 36 aniversario de la instauración democrática ahora en riesgo, sino, ante todo, para perfilar la convergencia de mensajes y acciones que nos prepare para transitar por un campo de lucha minado, y prematuramente electoralizado. En proponer no hay engaño.
El “registro y actualización firmas de militantes” del oficialismo es un ejercicio plurimulti. Pasa del control de firmas bajo el ojo vigilante de la dirigencia corporativa, el festín clientelar, la coerción a servidores públicos hasta la fe religiosa en su Mesías. ¿Y si se lanza la propuesta para que todos aquellos obligados al registro militante opten por anular su voto contra el binomio oficial de la impostura? Votar nulo por el binomio que anquilosa al MAS y al país sería cuestión de dignidad y sana rebeldía.
En la otra vereda, urge tomar medidas para encaminar un año de resistencia que le dé coherencia y orientación estratégica al gran impulso ciudadano. Es imperativo constituir un alto mando nacional descentralizado, cuyos miembros, tras declinar aspiración alguna a formar parte de las listas parlamentarias, asuman la difícil tarea de articular y canalizar energías, voluntades, propuestas, egos, intereses y expectativas de una coalición amplia de actores; de partidos políticos, plataformas ciudadanas de un frente amplio viable.
El 27 de enero no puede ser una jornada cuya formalidad priorice la voz de los militantes registrados, ¿por qué no aprovechar esos días para que la ciudadanía NO militante, convencida de la necesidad del respeto al 21F se manifieste a favor del binomio de la unidad posible para no perder el impulso gatillado el 2016 y en la engañosa elección judicial? Sería la poderosa señal de una ciudadanía activa y democráticamente dispuesta a contrarrestar la hostilidad y degradación a la que nos acostumbró la retórica de más consignas que contenido, peligrosamente contagiosa. Sería la movida ciudadana de quienes optaron por hacer escuchar su voz sin ser militante y que los partidos habilitados acojan de manera genuina e innovadora.
Finalmente, a propósito del ninguneo oficial del grito de “Bolivia dijo No” por carecer de contenido, ¿no será hora de desmontar la nada novedosa agenda 20-25? Propuestas sobran y no implican el retorno del fantasma neoliberal. Necesitamos delinear y visibilizar una agenda país que transparente y se sincere con realidades económicas y sociales camufladas por la merma de reservas, el incremento de la deuda. Que priorice la salud, educación, la justicia y la gestión de otros servicios tras constatar la sucesión de hechos de corrupción, improvisación, impericia e injusticias que nos espantan.
Erika Brockmann Quiroga es politóloga.