Sin deliberación pública no hay democracia. Una y otra, se retroalimentan. Las debilidades de la discusión pública disminuyen a la democracia —y viceversa—. En un entorno dominado por el barullo de informaciones falsas, imputaciones sin sustento y descalificaciones sin argumentos, el intercambio de razones a partir de hechos y datos resulta casi imposible. Allí se encuentra una exigencia mayor.
La revista Nexos, al cumplir 45 años, publica un ensayo sobre la conversación pública en México. Se trata de un texto que tendría que ser leído y discutido en medios y sociedad, en nuestros extenuados pero existentes circuitos de intercambio intelectual, en columnas y redes, más allá de banderías y simpatías políticas y editoriales. Nexos se reconoce como un espacio interesado en la conversación pública pero advierte que, en las cuatro décadas y media que han transcurrido desde que nació, el país y el mundo son otros. “La conversación pública es pluralidad y disonancia”, apunta ese texto. El pluralismo político es “el sustrato mínimo de una arena deliberativa”.
El enorme poder de “el actual presidente y su grupo político” es un riesgo para la conversación pública. Nexos insiste en preguntar, más que en presentar un dictamen contundente: “¿Cómo afecta el constante abuso del poder de la palabra presidencial que hemos presenciado en este sexenio, cuyo único propósito es descalificar y nulificar, más que razonar y discutir con sus interlocutores?”.
El crimen organizado que amaga y sacrifica periodistas y busca influir en los medios, y por otra parte el creciente poder militar, son factores que afectan a la conversación pública.
El griterío se sobrepone a la comprensión de los hechos públicos. Sabemos poco de muchas cosas. “Quizá el rasgo fundamental de la conversación pública de nuestro momento es su falta de densidad cognoscitiva. Nos enteramos prácticamente de todo lo que pasa en nuestro país y en el mundo, pero sin entender casi nunca por qué realmente sucede”, lamenta Nexos. Abundan las opiniones y escasean los hechos. Tenemos demasiados “opinólogos” y un todavía insuficiente periodismo de investigación.
Suposiciones y especulaciones, reemplazan a la información dura. A los asuntos y personajes públicos se les evalúa desde la subjetividad en la que cada quien se parapeta, aislándose de la realidad y la confrontación con otras perspectivas. “Vemos en estos días—apunta Nexos— una conversación pública mexicana marcada por una ideologización de los hechos y la evidencia empírica. El fortalecimiento del fenómeno del “opinismo”; la espiral de cinismo de la clase política al mentir sin el menor pudor; así como la falta de inversión en el periodismo de buena parte de la industria de la información. Todo esto termina en una discusión pública huérfana de una de sus guías medulares: los datos verificables”.
Al abatir las barreras para el acceso de muchos al espacio público, el entorno digital inhibió la capacidad de selección y verificación de información que ejercían los medios convencionales. Las consecuencias son contradictorias: “gracias a las plataformas de internet muchas voces, antes marginadas, tienen ahora la posibilidad de ser escuchadas y enriquecer la conversación pública, pero esto conlleva un costo no menor: que también personajes extremistas e incendiarios, meros provocadores, carentes de rigor alguno, se conviertan en referentes en la conversación pública”.
Hay que leer el texto de Nexos, del que aquí se han ofrecido unos cuantos vistazos. ¿Cómo despejar las barreras que hoy dificultan esa conversación? ¿Cuáles son los escenarios en donde puede producirse? ¿Qué tendrían que hacer medios de comunicación, periodistas, intelectuales, ciudadanos activos, gobernantes, para alentar ese intercambio? Esas son algunas interrogantes que el ensayo en Nexos deja abiertas, en un intento para conversar acerca de la conversación pública.
El decaimiento de tal conversación expresa dificultades esenciales de nuestra democracia. Cualquier autoritarismo, comenzando por el que ejerce el poder político, socava el ejercicio abierto de la pluralidad. Habilitar e intensificar la información y discusión de los asuntos públicos: ese es nuestro mejor propósito para el año que comienza.