Amalia Cordero
‘’A Yolanda le desborda la niña que lleva dentro, en sus palabras su mirada y su sonrisa.’’ Armando Catañeda Lozano
Poeta y escritora cubana, residente en Brasil. Graduada en Filología en Universidad de La Habana. Después continuó superándose como estudiosa e incansable lectora y participante en eventos científicos. Sus conocimientos le han valido para canalizar la mirada inquisitiva. Así, se erigió albacea de los orígenes de las instituciones culturales jagüeyenses.Tras ellas emprendió viaje y dejó saldada una deuda con los progenitores de hace más de un siglo y sus descendientes:
‘’Memoria. Yo camino mi patria en la distancia/ pongo los pies en la tierra/ para sentir su lamento y su calor…’’
El piso de su casa, el salón de culto de su Iglesia Morava, la Biblioteca Municipal Antonio Maceo, el Patio del Museo Agustín Acosta, la Casa de Cultura, Rolando Tomás Escardó o las calles de Jagüey, entre otros espacios, son sus escenarios. No tienen que estar acondicionados, solo eso, estar; Yolanda irrumpe y se desborda en la ronda a su alrededor. Basta que se reúnan escritores, investigadores o niños para que se descorra el telón. Comienza por escuchar la lectura de las obras. Siempre tiene tiempo para atender sus alumnos porque eso es ella, la maestra literaria de muchas generaciones.
Guarda su impronta la Revista Literaria infantil Limón-Limonero, confeccionada con material reciclado. Moldeada por manos pequeñas, recoge obras confeccionadas en su taller infantil. Entre los adolescentes más destacados que pasaron por el taller juvenil resaltan Damarys Calderón, Mae Roque y Abel González Fagundo, hoy poetas y escritores, mundialmente reconocidos. Del Taller con Adultos nació Ideas, una revista literaria, otro motivo para reconocer su labor. Se confeccionó en unión a sus colaboradores allá por mil novecientos ochenta, en su segundo lustro. El Taller funcionaba de noche después de intensas horas de de trabajo en aquella época de fomento y desarrollo de importantes planes económicos y educacionales. Su asesoría dio salida a inquietudes literarias de profesores, ingenieros, abogados y obreros agrícolas o de servicio. Todos, sin distinción de profesiones u oficios, tuvieron un espacio. Quedaron impresos en sus páginas, poemas, cuentos, relatos, ensayos y entrevistas. Contribuyó a que, pasado mucho tiempo, se conociera el pensamiento colectivo de la época, a través del imaginario de aquella generación.
Yolanda es una luchadora por la liberación de la mujer y una transgresora de lo que considera injusto. Su espiritualidad florece desde el símbolo que construyó; una cruz de madera con un pañuelo rojo anudado alrededor; convicción de que lo valioso es el amor entre los hombres y que por eso Cristo derramó su sangre en la Cruz. Ha defendido su fe cristiana ante corrientes adversas que debió enfrentar. Su pensamiento ecuménico fue pilar en el desempeño de altas responsabilidades en el Consejo de Iglesias de Cuba.
Tiene inéditos poemarios, un libro sobre la obra y vida del Pastor Evangélico, Erelio Martínez y en el mismo estatus guarda un estudio sobre la Décima: todas son joyas que aportan valores tangibles a la Historia Local, nacional y latinoamericana: ‘’No soy como La mujer de Lot, sin embargo, muchas veces se mira hacia atrás en el camino.’’
Su inquietud investigativa sobre valores literarios logró que indagara, durante más de un cuarto de siglo, en la vida y obra del poeta y escritor, Agustín Acosta Bello (Matanzas, Cuba 1886- Miami 1979), convertida en su obra cumbre. Sobre él publicó dos libros. Mientras, continúa rebuscando en sus cuidados archivos para culminar ese proceso de extraer a este poeta del ostracismo al que se vió relegado.
No podría concluir sin agregar que en los resultados de la intensa obra literaria de Yolanda está Eduardo Bernabé Perdraza González, su compañero en la vida, quien fue destacado escritor e investigador y Pastor Evangélico con varios libros publicados. Una pareja prestigiosa que forman un todo en nuestra cultura latinoamericana.