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Viaje alrededor y al centro del vocabulario criollo-español sudamericano de Ciro Bayo

Maurizio Bagatin

Este es un libro para viajar, es un viaje mismo y es el viaje por un continente y a través de un lenguaje que reúne mil lenguajes. Las palabras son ladinas y el lenguaje disfraza el pensamiento. Entran modismos y refranes se van coagulando en “formas de ser” de pueblos enteros, de enteras naciones. Aquí el lenguaje se desvela realmente como “la casa del ser” y como “el límite de nuestro lenguaje es el límite de nuestro mundo”. Heidegger y Wittgenstein deberían agradecer a Ciro Bayo por esta obra tan amplia y abierta, tan profunda y tan sutil.

“Una sola palabra la no pronunciada porque en ella está inscrita la dispersión de lo que amas.” – Oscar Cerruto –

Hay que ir por calles y por plazas, por callejuelas y mercados, cruzar campos cultivados y pueblitos desiertos, recorrer kilómetros de carreteras y escoger malos atajos. Hay que espiar, observar y chismear, oír, oler y callar. Mucho hay que recordar. La lengua del hombre es la casa del alma, ¿será posible esta imposibilidad? Runa simeqa ajayuwasi. Las palabras entran vírgenes en un diccionario y salen experta en todos los rubros.

Pascana es una palabra quechua que de tanto viajar parece haberse hecho más feliz en tierra de oriente; yocalla es el muchacho golfo callejeros de Bolivia y es el “puente de Yocalla” sobre el Pilcomayo, en el camino de Potosí a Sucre, obra de un solo tranco y tan difícil, que la tradición la atribuye al diablo; guasca es la tira de cuero para soga y de ahí viene a llamarse Huáscar, el hijo legítimo de Huayna Cápac y guaraleva es el término quechua con el cual los criollos en Chuquisaca llamaban a los pobres levita, y por odio banderizo, los conservadores a los liberales: ¿de ahí el huayralevismo del nuestro Carlos Medinaceli? Y chota, cholo y cato, definiciones que fueron moldeándose con el tiempo y el espacio que han ido encontrando y siguen sirviendo para afinar un discurso, ilustrar un tema, transparentar una discusión. Caima es desabrido, bachicha es el nombre que se daba en Buenos Aires a los emigrantes italianos (por no poco tiempo así mi cuñada me llamaba) y Aurora es la chicha cochabambina que los aficionados prefieren al vino.

Aprendemos mundos a través de las palabras, a través de ellas conocemos la historia. Es un viaje interior y universal al mismo tiempo. Ciro Bayo es un Julio Verne del lenguaje, oye, recoge y transporta, introduce en un caleidoscopio todo lo oído y lo devuelve como un plato criollo en cada molécula, para seguir saboreando los saberes de los pueblos, de cada uno de sus habitantes. Tal vez la palabra olvido no entre en este vocabulario y es gracias a su ausencia que rescato esta joya para seguir viajando alrededor y al centro de este inmenso mundo de las palabras.

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