Que de los socialistas se puede esperar todo es una opinión que comparto con Javier Milei, quien sostuvo aquello en alusión a la decisión del gobierno español de retirar a su embajadora en la república argentina, luego de desbocarse en su visita a España, arremetiendo contra Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez. Por su parte, el gobernante libertario del país meridional dijo que no tomaría la misma medida, pero que tampoco ofrecería disculpas a su homólogo hispano.
Pero una cosa es que el hombre-espectáculo tenga o no éxito en las nuevas políticas económicas implantadas por su gobierno —y en todo caso, un eventual fracaso no podría superar al de setenta años de peronismo—, pero otra distinta es deslenguarse en la propia tierra de sus víctimas sin importar que sus anfitriones, los del partido derechista Europa Viva 24, no hayan sido precisamente los ofendidos.
El hecho es que Milei puede estar implementando una política ultraliberal y con probabilidad de resultados favorables a mediano plazo y que, en consecuencia, esté en total desacuerdo con el engaño socialista y la corrupción que, en simultáneo, es parte de su accionar. Pero es un jefe de Estado que tiene que guardar un mínimo de decoro y bajar las revoluciones cuando habla de sus adversarios políticos, sobre todo si lo hace en el suelo de éstos; no hacer eso, desde la óptica y práctica de las relaciones internacionales, puede ocasionar que se produzca la reacción que efectivamente se produjo, es decir el retiro de su embajadora, medida encuadrada dentro de la diplomacia normada por la Convención de Viena. En ese marco, ¿qué significa que un gobierno retire su embajador de otro estado? La respuesta es que eventualmente puede ser el preludio de un rompimiento de relaciones diplomáticas, en cuyo caso el Reino de España tomaría la decisión de expulsar al representante diplomático argentino en su país.
Pero hay que ser realistas. Es realmente difícil que se dé una ruptura entre España y Argentina porque entre ambos países hay muchos intereses en común que, no obstante no depender exclusivamente de una representación diplomática en el nivel de embajadas, reducir esa relación a encargados de Negocios significaría poner una sombra a la larga tradición de amistosa relación, aún en periodos en que la hegemonía ideológica entre sudamericanos y europeos era exactamente contraria a la actual.
Sin embargo, aunque no hay nada escrito al respecto, el retiro de la embajadora hispana de la Argentina casi obliga a Javier Milei a adoptar la misma medida respecto a su representante diplomático en Madrid. Esto, ciertamente, no tiene que ver con el principio de reciprocidad contemplado en las relaciones internacionales. El desagrado de Pedro Sánchez con la conducta irreverente de su homólogo fue lo que motivó su decisión no solo de convocar, sino de retirar a su representante diplomático en Argentina, sin respuesta similar. La reciprocidad diplomática tiene que ver más bien con acciones positivas: un recibimiento protocolar de notoria hospitalidad obliga al circunstancial visitante devolver gentilezas cuando le toque ser anfitrión; la concesión de una asistencia solidaria en caso de catástrofe devolviendo gentilezas si un evento similar se produce inversamente; o la cooperación internacional principalmente, etc. Aun así, no habría una relación diplomática equivalente con un embajador por un lado y un encargado de Negocios por el otro. Se produciría un desequilibrio diplomático en la representación de uno y otro.
El solo hecho de que eso suceda importaría una asimetría diplomática inaceptable, y considerando que España es el segundo país, solo por detrás de Estados Unidos, que más invierte en la Argentina y con un intenso intercambio comercial entre ambos, la actuación de Javier Milei fue, por decir lo menos, torpe, porque sobre todo en las últimas décadas se ha vuelto casi normal la difamación entre jefes de Estado de distinta tendencia política, pero desde su propio territorio, lo cual, quiérase o no, no es lo mismo que hablar con el hígado en el país del ofendido.
Mas allá de las diferencias ideológicas, España, con el retiro de su embajadora, ha dado el primer paso hacia un eventual rompimiento de relaciones diplomáticas, que —reitero— no pienso que se produzca; lo que es evidente es que, si la Argentina responde con la misma determinación, que es lo que corresponde, la diplomacia bajará de nivel, pero ello no tendría por qué influir en las relaciones comerciales.
Augusto Vea Riveros es jurista y escritor