Carlos A. Scolari
El libro The Anxious Generation de Jonathan Haidt (2024) ha puesto sobre la mesa una serie de cuestiones sobre los efectos de las plataformas digitales y los dispositivos móviles en las nuevas generaciones que no podemos obviar. Acompañado por una aparentemente indiscutible masa de datos y estadísticas -sobre todo de Estados Unidos pero con aspiraciones globales-, Haidt propone una mirada discontinuista: entre los años 2010-2015 se produjo un cambio radical en el ecosistema mediático que está afectando de manera negativa la salud mental de la Generación Z. La Generación Ansiosa.
El debate está servido. Las dimensiones del fenómeno son múltiples y cualquier simplificación puede ser peligrosa. Además, este tipo de planteo se ubica en la larga tradición de estudios sobre los efectos de los medios sobre la infancia. Hay mucha tela para cortar. Vayamos por partes. Repasemos el libro de Haidt.
La Generación Ansiosa en 10 ideas
1. La Gran Reconfiguración de la Infancia
La introducción y el uso generalizado de los smartphones y las redes sociales entre 2010 y 2015 cambiaron fundamentalmente el panorama de la infancia. Este período, denominado la Gran Reconfiguración, vio la rápida adopción de los smartphones, transformando cómo los niños y adolescentes interactúan con el mundo y entre sí.
2. Aumento en las enfermedades mentales de los adolescentes
Ha habido un aumento dramático en las tasas de ansiedad, depresión y autolesiones entre los adolescentes a partir de principios de la década de 2010. Este aumento es particularmente pronunciado entre las chicas, con incrementos significativos en los casos reportados de episodios depresivos mayores y comportamientos autolesivos.
3. Impacto de las redes sociales en las jóvenes
Las redes sociales han afectado especialmente a las chicas, contribuyendo a niveles más altos de ansiedad, depresión y problemas de imagen corporal. La cultura de la comparación social y la presión por mantener una forma perfecta han exacerbado estos problemas.
4. Desprotección en el mundo virtual
A pesar de los riesgos conocidos, ha habido una falta de protección adecuada para las actividades de los jóvenes en línea. Muchos padres y madres desconocen el alcance de esas actividades; además, las regulaciones existentes son insuficientes.
5. Declive de la infancia basada en el juego
El pasaje de una infancia basada en el juego a otra organizada alrededor de los dispositivos móviles ha reducido las oportunidades para el juego físico y las interacciones sociales en persona. Esta transición comenzó a finales de la década de 1980 y se aceleró con la llegada de los smartphones.
6. Sobreprotección parental
En las últimas décadas, ha habido una tendencia hacia la sobreprotección parental, limitando la independencia de los niños y sus oportunidades para asumir riesgos. Esto ha restringido aún más su capacidad para participar en juegos al aire libre y desarrollar habilidades esenciales para la vida.
7. Contexto histórico y comparación
El libro de Haidt compara la crisis actual de salud mental con desafíos generacionales anteriores, argumentando que el aspecto único de la crisis actual es el componente tecnológico. A diferencia de las crisis pasadas, que a menudo eran económicas o políticas, el problema actual está arraigado en la transformación digital de la sociedad.
8. Factores económicos y ambientales
Aunque las recesiones económicas y las preocupaciones ambientales siempre han impactado la salud mental, el libro de Haidt argumenta que estos factores por sí solos no pueden explicar el fuerte aumento en las enfermedades mentales de los adolescentes observado en la década de 2010.
9. Patrones globales
El aumento en los problemas de salud mental de los adolescentes no se limita a los Estados Unidos; se observan tendencias similares a nivel mundial, particularmente en otros países occidentales y nórdicos. Esto indica un fenómeno generalizado vinculado a la proliferación global de la tecnología digital.
10. Recomendaciones
El libro aboga por varias reformas clave para abordar la crisis de salud mental, incluyendo retrasar el uso de smartphones y redes sociales, implementar políticas de escuelas sin teléfonos y fomentar más juego no supervisado por los adultos en el «mundo real». Jonathan Haidt, a estas alturas, se convierte en un activista que promueve acciones sociales inmediatas, a través de vídeos con escenas contundentes y golpes bajos (como la hamaca vacía) que nos llevan a un territorio ya conocido y estudiado: el fascinante mundo de los «pánicos mediáticos«.
Los efectos de la televisión en los niños
Abramos un paréntesis histórico. Quienes nos ocupamos de la comunicación desde hace unas décadas hemos pasado por varios «pánicos mediáticos» que, cuando uno se interna en la larga historia de los medios, descubre que se han repetido en numerosas ocasiones a lo largo de su evolución. Hagamos un breve repaso de estos pánicos.
A comienzos del siglo XX, algunos agoreros advirtieron que el cine -por entonces un new media– impediría a los espectadores «diferenciar la ficción de la realidad». Los miedos reaparecieron con la radio, un medio considerado omnipotente e hipnotizador en la década de 1930. Dos décadas más tarde los cómics aparecieron como los grandes corruptores de las mentes infantiles; editoriales como la EC Comics tuvieron que cerrar ante la presión de las familias, los censores de turno y unas autoridades impregnadas de macartismo.
Pero la tecnología de la comunicación que levantó mayores polémicas ha sido la televisión, el new media que emergió en la década de 1950 y produjo el mayor corpus científico sobre los efectos en los niños. Podríamos decir que durante al menos tres décadas miles de sociólogos y psicólogos de la comunicación gozaron de una excelente financiación para investigar «los efectos de la televisión en los niños». Uno de los estudios más completos sobre el tema, después de un riguroso trabajo de campo y análisis, llegó a conclusiones tan contundentes como esta:
For some children, under some conditions, some television is harmful. For other children under the same conditions, or for the same children under other conditions, it may be beneficial. For most children, under most conditions, most television is probably neither particularly harmful nor particularly beneficial. (Schramm, W., J. Lyle, and E. B. Parker, 1961, Television in the Lives of our Children, Stanford University Press).
La historia se repitió con la World Wide Web, los videojuegos y, ahora, con las redes sociales y los teléfonos móviles. Para los que investigamos la evolución de los medios, la recurrente aparición de miedos y pánicos mediáticos son un patrón que se repite cada vez que aparece un new media. Sin embargo, esto no debe eclipsar las consecuencias de las transformaciones de la esfera mediática ni los datos empíricos. Pero los datos que presenta Jonathan Haidt, ¿son tan sólidos como parecen?
The great rewiring, unplugged
El libro de Haidt, a pesar de ser un best-seller que será traducido y publicado en breve por la editorial Deusto (la misma de mi libro Narrativas Transmedia. Cuando todos los medios cuentan en 2013), ya tiene sus detractores. Candice L. Odgers, en un artículo publicado en Nature en abril, cuestiona buena parte de los planteos de Haidt; según esta autora, el libro no está respaldado por evidencia científica sólida y desvía la atención de las verdaderas causas de la crisis de salud mental en los jóvenes («The book’s repeated suggestion that digital technologies are rewiring our children’s brains and causing an epidemic of mental illness is not supported by science«). Además, al cruzar los datos relativos a la expansión mediática con el incremento de los problemas de salud mental, se genera una correlatividad que no demuestra una causalidad entre el uso de redes sociales y la depresión y ansiedad juvenil:
«Haidt supplies graphs throughout the book showing that digital-technology use and adolescent mental-health problems are rising together. (…) Most data are correlative. When associations over time are found, they suggest not that social-media use predicts or causes depression, but that young people who already have mental-health problems use such platforms more often or in different ways from their healthy peers.»
En “The great rewiring: is social media really behind an epidemic of teenage mental illness?» Odgers hace mucho hincapié en la complejidad de estos procesos y en su multicausalidad. Entre otras cosas, los adolescentes actuales crecieron después de la gran recesión de 2008 y muchos continúan experimentando dificultades económicas y sociales.
«Suicide rates among people in most age groups have been increasing steadily for the past 20 years in the United States. Researchers cite access to guns, exposure to violence, structural discrimination and racism, sexism and sexual abuse, the opioid epidemic, economic hardship and social isolation as leading contributors.»
En otra parte de su artículo Odgers carga contra el autor de The Anxious Generation: «Haidt, a social psychologist at New York University, is a gifted storyteller, but his tale is currently one searching for evidence«. Sin embargo, Odgers considera que algunas propuestas de Haidt son positivas, por ejemplo activar políticas de moderación de contenido más estrictas o tener en cuenta la edad de los usuarios a la hora de diseñar plataformas y algoritmos; otras soluciones, como las restricciones por edad y las prohibiciones de dispositivos móviles, según Odgers podrían no ser efectivas en la práctica y, además, tener efectos contraproducentes.
Al final, esta autora -profesora de psicología e informática en la University of California (Irvine)- subraya la necesidad de proponer soluciones basadas en evidencia científica para abordar la crisis de salud mental de los adolescentes, en lugar de contar historias no respaldadas por la investigación: «We have a generation in crisis and in desperate need of the best of what science and evidence-based solutions can offer. Unfortunately, our time is being spent telling stories that are unsupported by research and that do little to support young people who need, and deserve, more».
Una interpretación ecoevolutiva
Marshall McLuhan y otros autores de la tradición de la Media Ecology no se cansan de repetir que el Homo sapiens crea tecnologías que, a su vez, generan ambientes que nos modelan y transforman sin que seamos conscientes de esos cambios. Los medios (las tecnologías) nos «formatean», modificando nuestra manera de pensar y vivir en el mundo; también modelan nuestra forma de percibir el tiempo o el espacio. Estas intuiciones que McLuhan dejó caer hace 60 años han sido confirmadas por las neurociencias en los últimos años. En este contexto, es evidente que las redes sociales y los dispositivos móviles actúan sobre nuestra cognición y percepción, de la misma manera que lo hacen los libros, la radio, la televisión o las historietas.
Por decir estas cosas, Marshall McLuhan fue repetidamente criticado y crucificado por «determinista tecnológico». No he escuchado críticas en ese sentido respecto al brutal determinismo de Jonathan Haidt en The Anxious Generation. Cualquiera que relea la obra de McLuhan descubrirá que sus intuiciones eran mucho más complejas, ricas y sugerentes que las causalidades de Haidt.
Por otra parte, cuando tomamos un poco de distancia e integramos el trabajo de Haidt en el contexto histórico, su discurso no se aleja demasiado de los repetidos «pánicos mediáticos» promovidos en el pasado por una parte del establishment científico y los mismos medios de comunicación. «Otra vez sopa», hubiera dicho Mafalda, un personaje que también lidió contra el pánico televisivo.
Hoy casi nadie se preocupa si un niño ve televisión o lee cómics. Parecería que todo medio pasado fue mejor.
Pero, para ir terminando, no podemos negar que existe un malestar en la cibercultura y ni ciertos datos sobre el deterioro de la salud mental de la gente joven. Los medios, como no podría ser de otra forma, son parte del problema pero no la causa única y excluyente de este fenómeno. La prohibición del uso, a mi entender, es una reacción apresurada y falsamente tranquilizante a un problema complejo. Puro populismo digital. Como escribí en La guerra de las plataformas (Anagrama, 2022):
Cambios que antes duraban décadas o siglos ahora se están desplegando ante nuestros ojos como en un vídeo timelapse. Eso aumenta aún más la incertidumbre y el temor, lo cual no tarda en derivar en visiones simplificadas y maniqueas (¿un populismo digital?) que a menudo desembocan en el mar del apocalipticismo después de bordear las paradisíacas playas del infantil optimismo. Debemos abrir el abanico interpretativo para comprender las transformaciones del ecosistema mediático y de la esfera sociotecnológica.