La relación con el pasado.
MSc. María del Pilar Gamarra Téllez
CEPAAA- Portafolio Amazonia
“El conocimiento del pasado es estructural también en el sentido en que forma parte integrante de los modos de pensar de cada pueblo”[1]
En Bolivia, la “historia oficial” nacional (presidencialista y andina) está presente en la memoria colectiva amazónica; como en el siglo XIX, ha colonizado también el territorio de la memoria social.
Bajo el ideario del “estado-nación”, la memoria histórica que fluye en las comunidades sociales “se afirma y reafirma” en las fiestas cívicas departamentales, locales o las fechas conmemorativas nacionales, creación de la República de Bolivia (6 de agosto), Guerra del Pacífico (23 de marzo), o la batalla de Bahía, durante la Guerra del Acre (1899-1903), donde se escenifica la acción de la gloriosa “Columna Porvenir” (11 de octubre) y la presencia de los siringalistas/soldados que participaron en la contienda.
La adhesión a la ciudadanía, a la patria común ha sido y es una constante de la sociedad amazónica. En la región hay una manera de expresar la voluntad de recuperar el pasado, sus diferencias o sus analogías se establecen en el discurso de la heroicidad. Como señalan, acertadamente, Wilder Molina y otros (2008), en el trabajo cultural de formación de narrativas literarias, culturales e históricas (textos) se hace énfasis en hechos, héroes y tradiciones que se remiten a elementos laicos, vinculados con la construcción de “lo nacional”, “como el compromiso con la soberanía y la defensa de la frontera estatal”[2] .
En este contexto, la memoria histórica amazónica ha construido, junto al panteón de los héroes nacionales, las figuras de héroes indígenas. Bruno Racua (de origen tacana, ixiameño del norte de La Paz, héroe de la guerra acreana), junto a Pedro Muiba y Juan Maraza (los gestores de las luchas independentistas indígenas en el Mojos colonial-republicano), son quizás los únicos héroes indígenas reconocidos por unanimidad en la sociedad amazónica.
En el ámbito creativo de la literatura amazónica podemos ubicar, sin mayor profundización sobre el tema, cuatro grandes bloques, la novela, el relato, el ensayo y la poesía.
Un hecho característico de la producción de la narrativa literaria, la novela “histórica”, es que enuncia lo que se siente que falta, la tradición perdida o lo que rechaza, para hacer de ello una leyenda, o para no olvidar lo obscuro, lo impensable, las culturas diferentes. Las novelas sobre el proceso de la economía del frente extractivo de gomas elásticas (1860-1940), salieron a la luz pública desde la década de 1900. La primera, y la menos conocida, Páginas Bárbaras[3] de Jaime Mendoza (1914). En años posteriores se publicó Siringa. Memorias de un Colonizador del Beni, de Juan B. Coímbra (1942). Ambas obras hacen una lectura de la economía de gomas elásticas en la Amazonía boliviana, las condiciones del trabajo en las unidades extractivas-productivas, las barracas gomeras situadas en el Noroeste, y en general en todo el espacio cauchero/siringalista; tienen una connotación común, la denuncia del mal trato a los trabajadores “siringueros” en los gomales.
En la Amazonía boliviana, el relato novelado del proceso colonizador siringalista/cauchero ha cercenado la memoria histórica de larga duración. El horizonte civilizatorio de las culturas primigenias se guarda en los informes de las incipientes exploraciones arqueológicas; pero sobre todo la pertenencia del hombre amazónico al “esplendoroso pasado” de los señoríos de la cuenca. Mientras que la avanzada del imperio Inka, del pre-contacto europeo, reposa en las escuetas referencias de las crónicas coloniales.
La arqueología del saber histórico amazónico se ha fosilizado en la historia de frontera pionera colonizadora. De igual manera, la historicidad como patrimonio de las civilizaciones amazónicas se ha subsumido a la cultura de los “refinados aldeanos mojeños”, catalogados tempranamente como “reinos y cacicazgos de un alto grado de avance tecnológico y cultural”, a la civilización andina (Tiwanacu y los señoríos aymaras); al avasallamiento sutil que ejerce la erudición académica de la historiografía y la arqueología andina, dibujada con trazos firmes en los textos escolares, cuya lectura para la enseñanza-aprendizaje se hace en todo el ámbito nacional.
Queda en los recodos del río, la creación poética que reproduce ese mundo imaginado, las tierras del Enín, El Dorado, Candiré. La poesía amazónica, con un elenco de representantes, galardonados en el país y en el extranjero, retrotrae la nostalgia de los curichis y la selva. Odas a los ríos. Párrafos que entremezclan la leyenda y la memoria del murmullo de la selva, forman parte de una producción intelectual que sirve de acicate y mese la adormecida identidad amazónica.
La reinterpretación del pasado, el tipo de “comprender lo histórico”, es emergente en la sociedad amazónica. Una configuración social, en construcción permanente, es la que define los nuevos usos de los elementos socio-históricos identitarios. Una sociedad que intenta imponer sus propias categorías, sus problemas, sus tipos de organización, sus maneras de concebir “el futuro del pasado”, su temporalidad histórica, circular y recurrente, fundada en el mito y la leyenda, no es extensible, ni comprensible en la flecha lineal del tiempo histórico nacional (occidental).
Aquí cabe señalar que, por ejemplo, el calendario de la etnia Ese ejja (uno de los 36 idiomas oficiales de Bolivia), no tiene relación alguna con el de la cultura occidental que prevalece en la región. Para ellos los meses se dividen en concordancia con el hábitat y el dominio de su entorno, basado esencialmente en el abastecimiento de recursos naturales de flora y fauna. El calendario Ese ejja, se calcula con las estaciones del desove de las tortugas; es decir de agosto a agosto cumpliéndose un ciclo, lo que ellos denominan una “estación del huevo de la tortuga”[4]. No hay un ideario, ni imaginario cultural que nos haga establecer el “año nuevo amazónico” con el solsticio de invierno (21 de junio) y menos con la flecha lineal del tiempo histórico occidental en esta cultura.
Enero – mes del agua
Febrero – mes del papagayo
Marzo y abril – mes del chocolate (cacao)
Mayo – mes del mono gordo
Junio – mes de las sandías
Julio – mes de la gaviota (un pájaro del agua)
Agosto – mes de la tortuga de agua
Septiembre – mes del ichaco (una especie de loro verde)
Octubre – mes de la tortuga de tierra
Noviembre – mes del arco y la flecha
Diciembre – mes de las castañas
La imagen proporcionada por la novela histórica, la sociología o la antropología, corre el riesgo de ser desfasada, atrasada o prematura, según los hechos que inventariados refieren la identidad y la conciencia. Con todo, los aportes de la novela histórica recomponen las representaciones. Estos constructos intertextuales, junto a las leyendas simbolizan las alteraciones provocadas en una cultura con su encuentro con otra y se inscriben dentro del consumo de una economía civil de la memoria colectiva amazónica. Es decir, en ausencia de una historiografía formalizada metodológicamente, los aportes de la novela histórica, la poesía, el mito y la leyenda han posibilitado la resurrección de un pasado.
La escasa historiografía amazónica se desarrolla en esa frontera donde una sociedad presente se une con su pasado y hace posible un “discurso” y una “historización”. De esa configuración compleja, identitaria de la Amazonía boliviana emergerá la palabra del otro. La oralidad es una tradición y la escritura de la historia puede enquistarse en el cuerpo comunitario de la región, desterrando el enunciado de la historia oficial. La rotación indefinida de una lista de nombres propios (los presidentes de la nación criolla, la República de Bolivia) que no conocieron los ríos, ni la selva, ni los Antis del otorongo; o los héroes y personajes aymaras y quechuas. Los Kataris, las Bartolinas Sisas que están sustituyendo a los loados “Padres de la Patria”: Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.
En esta reconstrucción constreñida de su historicidad, que ha crecido con el embate de las oleadas migratorias, sobre todo aymara y quechua, de las últimas tres décadas del siglo XX; pero también con la globalización, la internalización de la memoria histórica colectiva amazónica representa la búsqueda de un nuevo horizonte para el imaginario, la identidad amazónica y la memoria social de sus comunidades.
Riberalta/Amazonía boliviana
[1] Michel De Certeau, La Escritura de la Historia, traducción de Jorge López Moctezuma, (Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, México D.F, 1993)143.
[2] Wilder Molina (Coordinador), Cynthia Vargas, Pablo Soruco, Estado Identidades Territoriales y Autonomías en la Región Amazónica de Bolivia (Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), La Paz, 2008)141. Para explorar el tema sobre la construcción de identidad en la Amazonía boliviana, puede consultarse el interesante trabajo de los autores mencionados.
[3] Novela ambientada en las selvas de la cuenca amazónica boliviana, en el Noroeste, cuyo relato describe el trabajo en los gomales. Trama que gira con personajes centrales como el Dr. Verdugo, médico de una guarnición militar y Abel Lalan, un codicioso administrador y gerente de una barraca gomera que abusa de los trabajadores. La publicación tuvo amplia repercusión en el Noroeste, el Semanario El Comercio, publicado en la ciudad de Riberalta, dedicó un artículo especial sobre el particular “Por la verdad y el honor de un conciudadano”, indicando que un anónimo atribuía el personaje de la novela, Abel Lalan al Sr. Landívar. El Comercio, Semanario de Actualidad, Año IV, Riberalta, Beni, Bolivia, Junio 28 de 1919 No. 134. Tip. LA UNIÓN. El Director del Semanario era el Dr. Plácido Molina M, hombre de letras y político de prestigio.
[4] Datos extraídos del estudio de Jack Shoemaker, Nola Shoemaker y Dean Arnold. Migraciones de los Ese Ejja, (Riberalta-Bolivia, Publicado por el Instituto Lingüístico de Verano, en colaboración con el Ministerio de Educación y Cultura. Dirección Nacional de Antropología, 1975).