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Un ingeniero y arquitecta voladores

Hugo H. Padilla Monrroy

En el descanso y solás de mi jubilación, reposando en mi hamaca templada entre un árbol de carambolas y un mandarino, casi cerca de la piscina triste, qué se la usa poco por el clima de la temporada, por los delfines humanos que rumbearon a otros destinos esos hijos, que volaron del hogar construido por papá y mamá Tiluchis.

En este mi estar solariego mirando al cielo entre ramas y follajes, divisé un ser vestido de beige que visitaba un brazo sólido del carambolo.

Hizo muchos viajes en el tiempo de mi curiosidad, descubrí que eran dos los sujetos, uno llegaba al tronco con unas pequeñas ramitas, el otro, ya sea medio zambullía en el agua de la piscina y se perdía por tiempo, llegaba con algo en el piquito. Pasaron los días y en mi curiosidad, descubrí algo que se levantaba en el tronco del árbol, ese frondoso, habitable para los seres vestidos de plumas, así paso el tiempo, ellos en su perenne, constante labor, incluido los domingos, yo en mi habitual ocio de lectura y escritura en la soledad de mi hamaca, teñida color fuego, lueguito de casi un mes se levantó un hogar, un refugio, una vivienda, y una estructura arquitectónica e ingenieril, es una casita casi circular, una similitud a un  horno, con la entrada orientada casi al noroeste, no se, si el hombre le copió el diseño para cocinar sus alimentos o el llamado Hornero lo copió para criar sus pichones.

Este infatigable ser, es un pajarito con plumaje de color rufo (marrón rojizo, como el color de óxido de hierro), monógamo, ovíparo, se alimenta de pequeños insectos de suelo, donde camina y no salta como otras aves,

Un anochecer con ayuda de una escalera subí a curiosear ese bello habitáculo, llamado comúnmente horno, los dueños eran una pareja de avecitas laboriosas.

Se sorprendieron al verme espiarlos, entablamos breve charla, le pregunté su gracia, me dijo llamarse “Alonsito Furnariidae”, su esposa era “Joanita du Barro”, le comenté que en este valle le denominamos Tiluchi…

Le pregunté donde aprendieron el oficio de constructores, ella respondió en la Universidad de la Sabia Naturaleza, graduados como, él ingeniero estructurista y ella arquitecta con mención en diseño de interiores, dueños de su empresa “HORNERITOS Ltda.”, me cuentan que tienen familiares por todo el Este Suramericano, que no les agrada permanecer por siempre en el mismo nido, una vez que sus hijos abandonan el hogar, buscan otro sitio para construir otra mansión con la misma tecnología de sus ancestros.

Sin planos ni diseños sofisticados, sin uso de topografías, estudios geotécnicos. Sin cálculos estructurales, sin diseños de hormigones, sin computadoras sofisticadas, sin haber cursado Estática, Taller 1 al 4, sin la galantería de recibir un título en provisión nacional e inscribirse en una entidad gremial del ramo profesional.

Los materiales usados son solamente, barro húmedo, unos cuantos gajos y palitos chicos y el aditivo que lo fabrican de forma secreta, por las noches antes de su descanso, bajo luminosidad refleja de la Luna, sin andamios, ni tecnologías caras.

Me despedí de ambos colegas, con la mente llena de innumerables incógnitas, desde su tecnología, su constancia en el trabajo, sin remuneración, con hábitos sublimes, sin libros ni tecnologías, sin maquinarias, solo su instinto natural, ese con el que, el Omnipotente, Omniconciente y Omnipresente todo lo creó, a ellos les obsequió esos dones para ejemplo de la humanidad.

Trinidad de Mojos, en el 7 de septiembre de 2025.

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