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Un etnólogo desde Ciudad Apacheta

Maurizio Bagatin

“La historia no es un texto pero está disponible de manera textual” – Frederic Jameson –

El Alto parece fundarse, moverse, crecer, aumentar, doblarse, exagerar y encasillarse con el autor. El autor es el etnólogo que va llenando el vacío donde ahora hay una ciudad. Una ciudad que  parece haber absorbido todos los pueblos imaginarios y literarios de Sudamérica, “sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja”, Colima o San Miguel de Chulina como Soledad. Un espacio ayer vacío donde ahora no hay descanso. El Alto nunca descansa. ¿Y cómo podría hacerlo, así tan joven? Su posición no le permite dormir, no le permite echarse a mirar aquel sol enceguecedor, escuchar la melodía del viento, sentir el penetrar del frio. Mirando desde arriba la hoyada que se parece a una Nueva York sombría y más allá el infinito horizonte y sus Apus que la cuidan. No hay descanso, su posición es su destino.  

El etnólogo va mirando los espacios del pasaje, del tránsito, los signos del presente, el dominio humano sobre esta tierra, y los territorios infinitamente grandes de la infancia, una vez consignados a la memoria, hoy se han reducido, ahora es “ese momento previo a la vejez en que uno recuerda el pasado con diversos matices”. El etnólogo ahora es también sociólogo, es historiador, psicólogo, es finalmente escritor. La fiesta lo conduce a la esencia de una identidad, reconoce la mediación de las costumbres y de las tradiciones en la fragmentada posmodernidad, la fiesta es teatro: “Una representación que puede parecerse chocante por su exceso, pero que resulta coherente cuando se recuerda que una de las características del teatro y de toda expresión artística  es la ficción, es decir una representación de la realidad que provoca y hasta incomoda al espectador”, es el jiwasa del cual se siente parte de una totalidad.

El etnólogo ha intentado, a través de sus ojos y de los ojos de otros, llenar el vacío que vencidos y derrotados han ido ocupando, y del cual hoy está narrando génesis, traspiés, dolores, alegrías y sueños. En su memoria irán desplazándose cómodamente el Mallku, que lo seguirá advirtiendo de que al cumplir con el servicio militar solo se envían adiestrar a que nuestros hijos sean nuestros verdugos; el doctor Ramiro Flores y Don Domingo, lo pícaro, la viveza criolla y toda la infinita herencia colonial hecha de una burocracia que sigue fomentando a la corrupción, y a Carmen, la vendedora ambulante informal y flâneur que va sumándose a este rompecabezas hecho de las miles contradicciones de nuestro tejido social.

, abril 2023          

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