José Luis Mollinedo De La Quintana
En los artículos y comentarios que hemos publicado, hemos señalado que el llamado «Bloque de Unidad» nació, al menos, fracturado. Esto se debe a que entre sus integrantes ya existen figuras que han tomado la decisión de postularse a la presidencia en las elecciones de 2025.
El caso más evidente es el de Tuto Quiroga, quien ha declarado abiertamente su intención de ser candidato y lleva a cabo acciones políticas en esa dirección. La situación se torna más compleja cuando Carlos Mesa anuncia su retiro de la contienda y asume el rol de coordinador y portavoz del «Bloque de Unidad». Mesa plantea que una encuesta definirá al candidato de consenso. Mientras tanto, Samuel Doria Medina inicia su propia campaña.
La población observa cómo entre Samuel y Tuto se desata una confrontación abierta, tan intensa como la disputa entre Evo Morales y Luis Arce. En ambos casos, el enfoque parece centrarse más en descalificar al adversario que en debatir ideas y propuestas.
En este contexto, se crean comisiones de trabajo con el objetivo de viabilizar la ansiada unidad. Sin embargo, un verdadero «terremoto» político ocurre cuando Luis Vásquez, estratega de Tuto Quiroga, acusa a Comunidad Ciudadana de priorizar la negociación de curules parlamentarios, recurriendo al viejo estilo del cuoteo político.
La reacción de Vásquez es contundente, calificando la solicitud de Comunidad Ciudadana como un intento de obtener espacios de poder sin contar siquiera con una sigla partidaria. Además, Vásquez minimiza las declaraciones de la diputada Luisa Nayar, quien responde acusándolo de ser un político tradicional que busca romper la unidad y favorecer la candidatura de Tuto Quiroga, a quien considera un perdedor.
Estos hechos, que podrían parecer anecdóticos, evidencian la profunda crisis interna del «Bloque de Unidad». No solo se enfrentan diferencias políticas, sino también ambiciones personales que socavan su cohesión y restan credibilidad a su convocatoria.
Tuto: el anti evista
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Tuto Quiroga interpreta la coyuntura política y electoral como una confrontación entre el masismo y el antimasismo. Para él, esta polarización se traduce en un enfrentamiento directo entre su figura y la de Evo Morales. Quiroga busca aprovechar esta contradicción para fortalecer su posición y presentarse como la alternativa electoral capaz de derrotar al populismo en todas sus formas.
Como parte de su propuesta, promete resolver la crisis económica que atraviesa el país. Desde esta perspectiva, el expresidente no está dispuesto a ceder en su intención de postularse a la presidencia. Su objetivo es que todos se alineen detrás de su candidatura, convencido de ser el elegido para vencer al masismo, ya que considera que encarna los valores de la «libertad» y la «modernidad».
Samuel Doria: la opción anti MAS soy yo
Doria Medina, en esencia, sigue la misma estrategia que Tuto Quiroga: busca posicionarse como el líder de la opción anti-MAS, encabezando el bloque de oposición tradicional. Sin embargo, para diferenciarse de Quiroga, adopta un enfoque más moderado y tolerante hacia el populismo, probablemente con la intención de captar votos de la base masista. Paralelamente, busca alianzas estratégicas con Luis Fernando Camacho y Carlos Mesa.
Al igual que Tuto, Doria Medina promete resolver la crisis económica en un tiempo récord. Sin embargo, en este contexto, la confrontación entre ambos carece de puntos de consenso, ya que ambos aspiran al mismo liderazgo. La única posibilidad de que el acuerdo funcione sería que Doria Medina acepte que Tuto sea el candidato del denominado «Bloque de Unidad». No obstante, es evidente que Quiroga, con o sin acuerdo, y con o sin encuesta, está decidido a postularse como candidato presidencial.
Un bloque desinflado
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Lo preocupante de la situación es que tanto Samuel como Tuto consideran que el «Bloque de Unidad» representa la expresión política mayoritaria de la sociedad boliviana, cuando en realidad es solo la representación de un sector del electorado opositor. Cabe recordar que ambos son cuestionados por su incapacidad, a lo largo de sus trayectorias políticas, para construir una alternativa política y electoral capaz de derrotar al MAS.
Estas críticas reflejan el desencanto de la sociedad con el conjunto de las fuerzas políticas, evidenciando el colapso de sus principales figuras. Si bien es cierto que en sectores significativos de la clase media, especialmente en las principales ciudades del eje troncal, existe un rechazo hacia Evo Morales, también es evidente el rechazo de los sectores populares hacia los líderes del «Bloque de Unidad». Este rechazo tiene una explicación lógica.
Tanto Tuto como Samuel carecen de raíces políticas propias. Son figuras que emergieron como «segundones»: el primero de la ADN y el segundo del MIR. En la percepción de los sectores populares, representan intereses opuestos a sus aspiraciones corporativas, lo que les impide construir una base electoral sólida y propia. No se puede hablar de la existencia de un «tutismo» o un «samuelismo», como sí se habla del «evismo». Evo Morales cuenta con un voto duro que, independientemente del escenario, permanece leal al líder chapareño, por encima de las coyunturas político-electorales.
Tuto y Samuel han concentrado, en situaciones particulares, el voto duro de rechazo al masismo, que oscila entre el 25% y el 30%.
Sin embargo, cuando han intentado medir su fuerza de manera independiente, los resultados no han sido alentadores. Samuel, en 2005, obtuvo el 7.79%, mientras que Tuto, en 2009, logró el 9.04%.
En contraste, Camacho, en su única participación electoral con fuerza propia, alcanzó el 14%.
Estos datos, que no dejan lugar a dudas, permiten concluir que la base electoral de Tuto y Samuel promedia, siendo optimistas, alrededor del 10%.
Manfred y Chi entran en escena
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Se dirá que las cosas han cambiado, pero no necesariamente en favor de Tuto o Samuel.
El cambio en la preferencia electoral tiene como nuevo actor la aparición del voto antisistema, que se expresa en candidaturas como las de Manfred, Chi, y otros.
Estas candidaturas pueden restar votos a la base electoral del populismo y del MAS, pero, sobre todo, son ajenas al «Bloque de Unidad», convirtiéndose en protagonistas que buscan desplazar a sus componentes a un rol secundario y complementario.
Es una tendencia que se está posicionando rápidamente como algo irreversible, ya que cuenta con el respaldo de una corriente profunda en la sociedad que exige nuevas propuestas y actores.
Por eso, quienes subestiman a Manfred y al doctor Chi están cometiendo un error al leer la realidad política.
Reconociendo que el MAS ya no es un partido hegemónico (es absurdo pensar que después de 20 años esa situación siga intacta), no se puede negar que sigue siendo el partido con mayor convocatoria. A pesar de sus contradicciones internas y la crisis económica, el populismo, sumando todas sus versiones, cuenta con un voto duro mínimo del 20%, al que se debe agregar, como mínimo, un 5% del voto indígena de la Bolivia profunda, que las encuestas no reflejan. Ese voto, por lógica sindical y comunitaria, es vertical y homogéneo.
Además, el populismo es la única trinchera que ya ha proyectado un nuevo liderazgo. Aunque no sea candidato a la presidencia, la presencia política de Andronico Rodríguez en los próximos años está asegurada, un hecho aceptado tanto por sus aliados como por sus detractores.
Manfred y Chi, por su interpelación al «Bloque de Unidad», han capturado entre ambos un mínimo del 20% del electorado, con tendencia a crecer.
Por su parte, la unidad de Tuto y Samuel tiene como punto de partida un 15%, lo que pone en duda las perspectivas electorales de ambos. Si las perspectivas del «Bloque de Unidad» no son óptimas, una postulación separada de Tuto y Samuel condenaría a ambos a la derrota, lo que significaría el fin de su ciclo político, incluso si cuentan con representación parlamentaria.
Este análisis ha sido compartido por personalidades influyentes en el ámbito político, como el ex presidente Paz Zamora, quien señala que hace falta una «locomotora» que ponga en marcha el tren de la oposición, pero aclara que esa «locomotora» no son ni Tuto ni Samuel.
Por ello, lo primero que deberán definir Tuto y Samuel es si se presentan por separado o en alianza.
Reiteramos que la única posibilidad de unidad en el «Bloque de Oposición» es que Samuel acepte la candidatura de Tuto Quiroga, quien no cederá en su intento de buscar la presidencia en 2025.
El poder tiene una fuerza de seducción tal que, irónicamente, Evo Morales y Tuto Quiroga comparten la misma obsesión por volver a colocarse la banda presidencial. Este es el eje que guía, en ambos casos, su actuar en la arena política: la valoración de los factores subjetivos por encima de los objetivos.
Sin embargo, nadie puede negarles tal aspiración. Pero en política, toda acción tiene efectos y consecuencias que quienes las llevan a cabo deben asumir.
Lo concreto es que, en las condiciones actuales, ni Samuel ni Tuto, por sí solos, están en capacidad de ganar una elección. Incluso en el caso de una segunda vuelta, su presencia en la misma no está asegurada.
Sin embargo, las cosas podrían cambiar si el gobierno de Arce considera más peligrosa la emergencia de los interpeladores y outsiders que la competencia de los tradicionales, decidiendo una ofensiva contra Manfred, Chi y otros.
Está claro que Samuel y Tuto están más cerca de participar por su cuenta en la carrera electoral que de llegar a un acuerdo conjunto que implique la renuncia de uno de ellos en favor del otro.
El mito del discurso económico
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Tanto Samuel como Tuto afirman tener la solución económica a los problemas del país.
No entraremos a desmenuzar sus propuestas en esta área, pero al revisarlas de manera superficial, no hacen más que repetir las recomendaciones que recalca el FMI y rescatar algunas ideas emitidas por Goni en otro contexto histórico.
Lo que es necesario puntualizar es que las soluciones económicas requieren de un acuerdo político.
A diferencia de lo que muchos piensan, la economía está subordinada a la política y no al revés.
Para imponer cualquier política económica, expresada en medidas concretas, se requiere tener hegemonía política. A veces, a través del poder de los movimientos sociales; otras, mediante el control del sistema político en la democracia pactada. Sin embargo, en ambos casos, es necesario que el adversario político se desmorone.
El 21060 no se habría materializado sin el acuerdo entre el MNR y la ADN, y la aquiescencia del MIR frente a la pulverización de la UDP.
Lo mismo ocurrió con la política nacionalizadora del MAS, basada en su hegemonía en los movimientos sociales y en el colapso de la megacoalición que sostenía a Goni.
Hoy no existen esas condiciones. No hay un sistema político homogéneo, y el populismo del MAS aún conserva fuerza social y electoral.
Incluso si el MAS pierde las elecciones, el próximo gobierno no tendrá la capacidad para imponer una nueva política económica de corte liberal sin enfrentarse a los movimientos sociales en las calles o, en su defecto, sin tener que pactar con ellos.
Los movimientos sociales blindarán sus acciones amparados en la actual Constitución Política, que reivindican como su mayor logro, pues simboliza el empoderamiento del movimiento indígena.
Traer inversiones a Bolivia implica cambiar la Constitución actual, un objetivo muy difícil de lograr, especialmente desde la óptica liberal que Tuto y Samuel dicen representar.
Cualquier escenario de gobernabilidad del próximo gobierno, si proviene de la oposición, pasará por un acuerdo con el populismo, una situación muy difícil de alcanzar.
Por el contrario, aunque el populismo pierda las elecciones, mantendrá el control de espacios sociales que pondrán en jaque a cualquier gobierno.
Desde esa perspectiva, no es descabellada la sugerencia de algunos hombres ligados a Evo, como el ex ministro Romero, que sostienen que sería conveniente que la oposición tome el poder después de la presidencia de Lucho Arce, ya que dicho gobierno será devorado por la crisis económica, creando las condiciones objetivas para el reposicionamiento político del «jefazo». Esta posición no es compartida por el sector de Juan Ramón Quintana, que considera que Evo debe lanzar una ofensiva final y sacar a Luis Arce del poder de inmediato.
Más allá del debate interno en el evismo, está claro que, si el proceso electoral se desarrolla con normalidad, las posibilidades de Tuto y Samuel no son las mejores. Marchan contra el tiempo. A pesar de sus deseos, aspiraciones y pactos con otras fuerzas políticas, enfrentan lo que en economía se denomina «rendimientos decrecientes».
Por ello, aunque Tuto y Samuel se unan en un solo frente electoral, no hay garantías de un resultado positivo. Si se presentan por separado, caminan hacia la derrota.
Pero en política, como en el amor y en el fútbol, lo último que se pierde es la ilusión y la esperanza.
Serán los resultados de 2025 los que, en definitiva, nos dirán el lugar que Tuto y Samuel ocupan en la historia política del país.
Lo que hemos hecho es ofrecer nuestra reflexión política, donde el desarrollo de los acontecimientos políticos demostrará el acierto o el error de la misma.