¿Todos, como sea, contra el MAS? Me sigue dando vueltas la idea electoralista —comprensiblemente algo desesperada— de la unidad de varios candidatos que no son “amigos”, ni siquiera aliados entre sí, para enfrentar a uno por el simple hecho de ser ellos contrarios a él. Se concluye que existe la necesidad de formar, digamos, una corporación política y de fortalecerse de esa manera para competir con el MAS.
Quiero centrarme en el pensamiento de quienes piden esa unidad. ¿Está bien que los compelidos tengan en común solo el rechazo a una candidatura? ¿No sería más coherente que se uniesen por estar “a favor de” y no “en contra de” algo o de alguien? Y, con miras al futuro: ¿En qué resultaría esa unidad en caso de que el variopinto racimo de candidatos anti-MAS fuese gobierno? Detalle no menor.
Entretanto, aún con la campaña en ciernes, que tengan en común la oposición al candidato Arce no implica que todos los ciudadanos antimasistas acepten una (y solo una) de las candidaturas del ramillete en cuestión. Alguien podrá estar “cómodo”, supongamos, con Mesa o con Áñez y no con Camacho ni con Chi, por poner ejemplos.
Ya sé que la preocupación es grande. Intento ponerme en los zapatos de los “pititas”, que ven con impotencia e incredulidad cómo las encuestas vislumbran un probable triunfo del MAS en primera vuelta. Eso, después del movimiento de octubre y noviembre, sería un batacazo del partido de Evo Morales —el que más tiempo estuvo en el poder y el que salió huyendo indecorosamente del país debido a los graves indicios de fraude señalados por la OEA; fraude que algunos pretenden desconocer como buenos jugadores de una más compleja partida de ajedrez de la geopolítica mundial.
El fantasma (corpóreo, palpable, por cierto) de la “dispersión del voto” está nublando la razón. El fin nunca debería justificar los medios, ni siquiera cuando el bien que se persigue supuestamente fuera lo mejor. El planteamiento imperativo de no permitir la vuelta del MAS al poder puede ser legítimo y lógico —bajo la lógica antimasista—, pero de ahí a exigir unidad en medio de semejante diversidad de candidatos… ¿O son lo mismo Tuto, Áñez, Mesa, Camacho y Chi? ¿Que todos abominen al MAS ya los califica para juntarse y revolverse en la misma cama? Eso, creo yo, sería oportunista. Eso, ¿es una virtud democrática? La unidad en tal diversidad hasta programática; en definitiva, la estrategia electoralista de ir, todos, como sea, contra el MAS (todo sea por la causa), más parece una acción desesperada (entendible, legítima, repito) antes que racional —corren los tiempos de la posverdad, con decisiones que se toman sobre la base de la emocionalidad y con la impaciencia tecnológica como telón de fondo.
Yo espero que esa estrategia no esté basada en la idea del pensamiento único; tampoco en un sentimiento de revancha. En términos de valores (¡qué palabrita anacrónica para la actualidad política!), el revanchismo sería una respuesta similar a la que se le reprochaba al antiguo evismo cuando perfilaba sus afanes de poder ilimitado en el tiempo y el espacio. Estoy seguro de que el sector más inteligente del movimiento pitita no querrá enfangarse en el lodo de la revancha, tal como lo haría un político vulgar. Lo rescatable de la crisis pasada fue, precisamente, la lección de comportamiento cívico que han recibido los políticos. Salirse del marco democrático no respetando ni distinguiendo las diferencias entre candidatos, aún siendo estos contrarios al masismo, significaría, a mi modo de ver, un retroceso. Otra cosa sería que algunos, o todos, pudieran llegar a acuerdos más adelante; habría que ver si son capaces de despojarse del raído traje de oportunistas que conocemos de memoria.
Por último, cuidado que la ansiedad por los resultados de las encuestas —a veces moralmente demoledoras— haga olvidarles que lo que se debe construir no es la derrota del rival sino, ante todo, la victoria propia; y que por buscar el mejor camino hacia la ruina del MAS terminen pavimentándolo para el regreso de Evo Morales.