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Terremoto de mayo ‘76

Maurizio Bagatin

Horas 21.06, un calor apocalíptico invade la tierra, un fuego concentrado que nadie recuerda haber vivido antes. Los animales del corral sufren y avisan con anticipación, irrequietos andan vagando sin paz. Es jueves 6 de mayo, mañana iremos en excursión hasta el más profundo Friuli, conoceremos las momias de Venzone y la catedral de Gemona, la maestra nos cuenta de palacios medievales y de muchas historias de herejías y valentías friulanas, de un idioma que muchas veces oímos pero que muy pocos entre nosotros entienden y hablan. Todo el día recorremos la eterna pelota, esta noche no iré a entrenarme, mañana a las 6 ya tendremos que despertar, luego sábado jugaremos un partido importante contra el San Marco de Borgomeduna. Estoy mirando Zorro a la televisión, literalmente echado encima de la mesa, mi abuela reniega por el calor, no se acordaba de tanto así, solo del frio del ’29 y del ’56, del calor ningún recuerdo.

Me asomo a la ventana, mi padre está suplicando que me lance, la casa tiembla, la luz se apaga, se oye un concierto “a capela” de animales: gruñidos, maullidos, chirridos, aullidos, mugidos. Mi abuela se quedó adentro de la casa, nadie se acordó de ella, tampoco mi madre que anda de un lado al otro del patio quizás buscándonos, quizás perdida también ella. El mareo entra en los cuerpos, hace temblar, gritar, muchos deliran, otros lloran, algunos se desesperan y no entienden lo que pasó. La primera noche transcurrió con el miedo y la brutal emoción.

Empezamos a inventarnos historias para abarcar la realidad, fue el nuestro fantasear de adolescentes; dormir acampados en verano es el sueño de los jóvenes, todos adentro de una improvisada carpa, el esqueleto de un viejo camión. Sudor que se une y se mezcla a otro sudor.

“La memoria se anima a olvidar nuestros recuerdos, se anima a recordar nuestros olvidos. Se queda nuestro espíritu, más que otra cosa, libre”, es el tiempo de cuando creaba aforismos y me salían más o menos así: “Para hablar del presente hay que ser en dos” o “La vida no es la única cosa concreta que exista, la otra es la muerte”, “El querer dar un sentido a la vida hace perder el sentido de la vida”, y otros más, “Antes las palabras, un juego del cual saldremos locos o iguales” “La historia es una interpretación del tiempo; la geografía es una interpretación del espacio”. teníamos el tiempo para la maravilla, para el estupor, para la conciencia, para la vida. “Bienaventurada juventud que ve lo que no hay”, destilado de una película tan inmensa como Novecento.

Tiembla septiembre también en este año canicular, cuando el verano pide ayuda al otoño y la escuela se aproxima. El sol parece no bajar de intensidad, el maíz se ha secado por lo menos un mes antes, la uva es dulce como nunca y el vino será más fuerte. Los proverbios, las previsiones y toda la sabiduría de los más ancianos se iban a enfrentar con lo que hoy llamamos cambio climático. ¿Quién conocía entonces el informe de la Declaración y el Plan de acción de Estocolmo para el medio humano? ¡Cuatro gatos, mientras Pasolini lanzaba el alarme que “¡Estamos todo en peligro!”. Aceleramos mucho más en lugar de ralentizar.

El Friuli fue de ejemplo para muchos y decepción para tantos. Un modelo, un sueño, una ilusión, cruz y delicia aun en el delirio de una entera comunidad. En el vientre tiembla el pasado campesino de los últimos, la humildad y la dignidad que transformó un entero territorio. Muchos recuerdan, muchos quieren solamente olvidar. Para octubre el otoño hace cerrar las puertas, el viento boreal encrudece la vida y hay que reconstruir, trabajar aquí es una fuerza y una condena, y quien no se reconoce en eso seguirá sufriendo o se irá. Nosotros recordaremos las noches contando estrellas y escuchando fabulas de no sabremos nunca quien se inventó. Tal vez el miedo que sacude e inspira, tal vez la alegría de estar juntos, respirar juntos, querernos juntos.

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