Irma Verolín
Los asesinos en serie no surgen de la nada, necesitan un período de gestación un lento madurar como de fruta: la voluntad del tiempo acompaña los asesinatos futuros con esa paciencia de las madres que buscan el bien de sus hijos aun a costa del dolor de las duras pruebas o las punzantes marcas de la vida. Los asesinos en serie duermen acurrucados en posición fetal sobre blandos colchones vendidos en oferta en esos supermercados enormes con muchachas que se pintan las uñas de rabioso color rojo y bostezan, para ellas el tiempo es un adversario demasiado lento, para los asesinos no, el tiempo colabora con ellos y oficia sus quehaceres a favor de los desenlaces rutilantes mientras la lentitud acaricia los días por venir con su navajita afilada, nadie sabe quién entra o quién se va de esos lugares que todos visitamos alguna vez con la inocencia que nos da el simple hecho de estar vivos distraídos de lo que ocurre en los escondites donde la muerte trama sus urgencias donde los asesinos en serie se tienden y duermen plácidamente en posición fetal.