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Talión

Si un presidente “electo” no respeta la decisión de su pueblo y se impone sobre él, pues no merece ningún respeto u obediencia tampoco. Deja de ser presidente, de inmediato. Puede ser el enemigo, el tirano, lo que fuere, menos presidente. Acabó su mandato. Si para el individuo todo vale, pues para los ciudadanos también. Quien está sentado en la silla es, desde aquel momento, un impostor. Y el castigo para embaucadores en la historia del mundo es claro: expeditivo, drástico. ¿Presidente? ¿Quién?

Lo desconozco.

¿Cuál es el problema con nosotros, entonces? Que caemos en el juego del tirano. Habría que reírse en su cara, desobedecer, salirse de las concentraciones, mostrarle el culo. Sé que no es fácil, hay una maquinaria de amenaza y castigo que le sirve. La gente depende de lo que gana para comer, y el mandarín lo utiliza para obligar. Mientras tanto se embolsillan a manos llenas los dineros de la patria. ¿Hay gente que lo defiende? Pues esos son tan asquerosos como su patrón. Que si los cocaleros amenazan con machetes, pues a recordarles que llega siempre el día donde danzan las balas. Lo harán al son de la cueca y la cumbia y los otrora mandamases serán cuerpos corrompidos bajo la luz de la luna. Del Talión, dicen, la ley, que ojo por ojo y diente por diente. Palo por palo, bala por bala, sin exagerar con la fracasada lógica montonera del 5 por 1, que me matas uno, te mato cinco. No prosperó, los exterminaron porque no existía una base popular.

Lo que andan buscando es una reacción tan mala como la suya propia, del otro extremo. Para evitarlo hay que plantarse, el pueblo debe plantarse y desconocer. Si vienen los esbirros a amedrentar, colgarlos de los pulgares; a matar, matarlos, así como despellejar a un pollo de granja, no difiere mucho. Lógica brutal, por cierto. La brutalidad es lo único que entiende semejante gente. Conversar con Linerita es perder el tiempo con un tarado. Y el otro, el del pelo en permanente, peor. A ese hay que pelarlo, quitarle la melena para ver que ni leoncillo era. Los más ardientes y bravucones son los que más tiemblan.

Acuérdense de la mal dirigida marcha por el Tipnis llegando a La Paz. Los amos orinaron delgado entonces. Solo era forzar las puertas de palacio y dejar solazarse a la historia, como lo hace, sin lírica.

Cae la noche. Oscuro será el porvenir si se permite a los caciques narcos perdurar. No será el fume de un pitillo cuyo tiempo es breve. No, si se sigue haciendo creer al personaje en cuestión que es presidente, vamos mal. Hay que comenzar, gritarle que se calle, que no es quién para rebuznar. Que mande a su chola o a su macho, según la ocasión, pero que a nosotros no nos joda. ¿Quién es él? Nadie.

Que se trague el micrófono por dónde mejor le guste y que se vaya antes de que se lo saque.

La ley del Talión, que no se les olvide. Dejemos las pendejadas cristianas de la otra mejilla a quien no pueda defenderse. Nosotros podemos. ¿Qué son cien mil? Pues cien mil cruces preparen. Bolivia necesita algo que muchos otros tuvieron, ya es tiempo. El momento de la inclemencia, la ausencia de piedad. De ese grande dolor tendrá que crecer algo mejor. O perecer, que es mejor opción que agacharse

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