Sin traicionar el concepto básico de democracia que supone el ejercicio ciudadano del poder político a través de sus autoridades elegidas por voto universal, libre y periódico, este sistema de gobierno en realidad tiene una definición mucho más amplia. Alguna vez sostuve que la democracia no se reducía a las elecciones, sino que tenía que ver con la observancia de otros presupuestos que interpretan el ejercicio de todas las garantías constitucionales, como los derechos humanos, la separación de poderes y muchos otros elementos más, que, rigurosamente respetados, dan paso a una auténtica democracia.
Precisamente uno de los elementos constitutivos de la democracia es la lectura, cuyo nexo con aquella es irrompible. Sócrates da una respuesta demoledora ante su propia interrogante de qué pasaría si los votantes carecieran de la necesaria educación para elegir a sus gobernantes, llegando a la conclusión de que entonces seríamos gobernados por personas incapaces. Eso es precisamente lo que sobre todo en los últimos tiempos en gran parte de América Latina —si no en su totalidad (excepto Chile y Uruguay)— en algún momento de su historia ha sucedido.
Por ello, esto del vínculo —que a primera vista parecería impertinente— entre lectura y democracia fue y es motivo de estudios entre especialistas del área, habida cuenta de que la calidad de la democracia se apoya en el ejercicio de los derechos educativos y culturales, que en Bolivia es una deuda histórica pendiente no atribuible a este, al anterior o al gobierno que a este le precedió, sino a todos los de la última centuria que, por interés o desidia, hicieron, poco, mal y nada.
Si a esa pluralidad de opiniones le añadimos las experiencias vividas en el país y en toda la subregión, imposible resulta la exclusión de los libros en el desarrollo de la democracia, cuya asociación, entonces, redunda en pensamiento crítico, debate argumentado, voto informado y selección de las mejores ideas para gobernar. Sería, por ejemplo, casi imposible responder con idoneidad para un ciudadano con muy bajo nivel de instrucción qué es el socialismo, o qué significa un sistema capitalista, o qué son los indicadores económicos, o qué son la macroeconomía, el Producto Interno Bruto o el Presupuesto General del Estado… Pues bien, un electorado que ignora tendencias de preferencia, impactos de las medidas económicas sobre las aspiraciones sociales o cómo las inversiones públicas inciden en el desarrollo, no tiene posibilidades de elegir bien.
Nuestros gobiernos, como dije, en algunos momentos de su historia hicieron trizas la paz, privando del derecho a la educación a millones de niños. Pasa, pues, que en nuestras culturas políticas, muy identificadas entre los latinoamericanos, la imposibilidad de responder a las anteriores preguntas, que tienen que ver con elegir bien, tiene origen en el bajo o nulo nivel de comprensión que tienen los votantes respecto a vivir verdaderamente en democracia, porque los candidatos y los gobernantes pueden maquillar, manipular y ocultar la realidad del país (como es práctica habitual), lo cual no ocurriría si tuviéramos un nivel educativo aceptable. Y eso se logra leyendo.
Lo que pasa es que en Bolivia la verdadera comprensión de los contenidos en el currículo escolar exige procesos de pensamiento deductivo y argumentativo que nunca han sido implementados pensando en los estudiantes. Por eso, indefectiblemente, la mayoría de ellos no entiende, se bloquea, se desanima y se pierde. Y, por paradójico que parezca, el problema es todavía más grave en las universidades.
Pero más preocupante aún es que mientras no mejoremos el currículo, la formación de docentes y la enseñanza de asignaturas como ciencias sociales y matemáticas en los colegios y las universidades, nuestra democracia seguirá siendo débil. El proceso de enseñanza es un área con muy pobre trabajo en ideas, competencias e integralidad actitudinal. Por eso son muy pocos los conceptos que se adquieren y los procesos de pensamiento que se consolidan y, en cambio, muy altos los bloqueos que genera a la mayoría de los estudiantes.
Mientras no mejoremos la formación de los docentes y los lineamientos curriculares de la educación en sus niveles escolar, secundario y superior, muchos ciudadanos seguirán siendo presa fácil de la manipulación de los políticos.
Sin libros no hay democracia.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor