“Hay que considerar lo vivido y que nos sirva como lección, puesto que la mejor enseñanza es aquella que nos deja huella y que suele germinar de corazón a corazón”.
En un mundo tan cambiante como el actual, siempre hay que ponerse en camino, no cabe la resignación, sino el levantarse con el impulso de revivir y tomar nuevos entusiasmos para poder hacer frente a los retos que plantea el momento. Hoy más que nunca, creo que se necesitan entornos comunitarios dispuestos a prestar apoyo psicosocial, sobre todo a personas frágiles, hundidas, incapaces de revivir por sí mismas. No podemos continuar con esta frialdad entre humanos, hay que volver al itinerario que nos enraíza, a ese amor auténtico que requerimos nos acompañe, en esa búsqueda constante de proximidad y complementariedad entre moradores. Hoy, por los avances de la ciencia, sabemos que la mitad de las enfermedades mentales comienzan antes de los catorce años, pero la mayoría de los casos ni se detectan ni se tratan; es más, quizás se agraven entre las familias desestructuradas. La respuesta a esa dejadez o abandono del individuo, siempre es el amor; una actitud enérgica de la mente, una verdadera conmoción que nos pone en movimiento y nos hace sentirnos bien. Por eso, en una época de cansancio y frustración como la presente, considero vital que ganemos confianza entre nosotros para tomar conciencia de esa cohesión social de la que andamos hambrientos. En vista de lo cual, hay que considerar lo vivido y que nos sirva como lección, puesto que la mejor enseñanza es aquella que nos deja huella y que suele germinar de corazón a corazón.
Lo transcendente a mi manera de ver, pasa por fraternizar impulsos y emociones, sin distinción de raza, credo o color, promoviendo análisis comparativos entre religiones, filosofías y sabiduría científica. Desde luego, hemos de salir cuanto antes de esos fanatismos irracionales que nos desbordan, o de esas corrientes sectarias, que nos restan autonomía y libertad de pensamiento. Por consiguiente, uno ha de ser uno mismo para poder explorarse y también para poder investigar sobre las normas imprevisibles de la naturaleza de las que formamos parte. Ese ámbito interior y ese territorio exterior tienen que armonizarse. Urge buscar nuevos métodos. El uso nocivo del alcohol y de drogas ilícitas entre los adolescentes es un gran problema en muchos países, tal y como reconoce la Organización Mundial de la Salud, pues generan comportamientos peligrosos, como las prácticas sexuales de riesgo o la conducción temeraria, entre otras muchas cuestiones. Por otra parte, la lucha contra esa esclavitud salvaje moderna nos exige de inmediato un mayor compromiso a la hora de impulsar la justicia social y de promover una laboriosidad decente. Por desgracia, la evolución en la reducción del desempleo a nivel planetario, tampoco va acompañada de mejoras laborales, según indica la Organización Internacional de Trabajo, en su informe último. En consecuencia, a mi juicio, es fundamental no amargarse, pero tampoco quedar paralizado, es mucho lo que tenemos que hacer en nuestra casa común.
Sea como fuere, estamos llamados a caminar, aunque sea continua la caída. Lo que no es de recibo es que el suicidio apunte a nuestros jóvenes (entre los 15 y 29 años) como la segunda causa de muerte. O que la longevidad no sea digna de respeto; y en, ocasiones, se considere más una carga que un activo sapiencial de desarrollo. En buena parte del cosmos se requiere más necesidad de respeto que de pan. En otra parte del globo, la problemática es diferente, va todo a un ritmo individualista muy acelerado, con gran derroche por parte de algunos, que no suelen pensar en los que nada tienen. También en determinadas áreas rurales las continuas crisis les impiden levantar cabeza. Y así, cada día más ciudadanos, se hallan inmersos en mil traumas, causados por el estrés o la aprensión, por la exclusión y la marginalidad. Por suerte, todo no es negativo, tal y como advierte recientemente la Organización Mundial de la Salud, ya que “cada vez son más numerosas las pruebas de que la promoción y la protección de la salud del adolescente es beneficiosa no solo para la salud a corto y a largo plazo, sino también para la economía y la sociedad, pues adultos jóvenes sanos podrán contribuir mejor a la fuerza laboral, a sus familias y comunidades, y a la sociedad en su conjunto”. Indudablemente, el porvenir humano no puede encauzarse de otro modo, que concordando pujanzas a través de un interno dinamismo que todos llevamos consigo, necesariamente positivo, que ha de reconducirnos a esa unidad conciliadora (poética si quieren), con todo cuanto existe. Alma y cuerpo, cielo y tierra, intelecto y pasión, son inherentes vibraciones que nos exhortan a ser peregrinos en un espacio con mil caminos y un único horizonte, la paz como consuelo.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor