Homero Carvalho Oliva en la presentación del poemario de Iván Castro Aruzamen
Desde los epígrafes el lector se dará cuenta que estamos ante un poemario romántico. El amor, como se sabe, es una de las principales motivaciones de los poetas, es el espíritu que transforma las palabras en versos. Afirma el poeta: “nunca imaginaste tú cómo te quería/y yo mucho menos cómo te llegué a querer”, esa es la gota de la que nace el río.
Una mujer amada es la destinataria de estas confesiones nostálgicas, estas epístolas en forma de poemas, en las que el poeta asume su melancolía para rescatar las palabras antes de que el olvido de cuenta de ellas. Mientras escribe: “el otoño amarillo en mi ventana/ dibuja tu rostro bajo una hermosa luna”, el poeta, Iván Jesús Castro Aruzamen, está desnudándose, despojándose de cualquier prejuicio que le impida ser sincero, asumiendo una franqueza tal que nos hace pensar que quizá nosotros, lectores, no tuvimos esa valentía para reconocer su “cobardía” de amar sin lo corporal, puro amor. La palabra se sublima y cumple a cabalidad su cometido logrando que cada verso sea eficaz al poema.
El poeta se entristece de saber tan cerca y tan lejos, que reconoce que hasta la estrella más lejana del universo está más cerca de él que ella y, pese a todo, no renuncia a la felicidad y larga melancolía de amar a un amor que no ama. Y así el poeta se va desengañando… ¿lo hará?
Parafraseando el famoso epigrama de Ernesto Cardenal nuestro poeta dice: “Te preguntaste alguna vez:/ ¿Quién te amará como yo?”
Hermoso y melancólico poemario, escrito de manera pulcra y depurada.