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Reseña literaria de “Todo se desmorona” de Chinua Achebe

Carlos Battaglini

Todo se desmorona es una novela que narra la historia de Okonkwo, un granjero y guerrero Igbo asentado en la aldea ficticia de Umuofia (Nigeria) en una época que debe rondar entre 1860 y 1890 (precolonialismo e irrupción del colonialismo). Okonkwo vive marcado por la negativa imagen que tiene de su propio padre: una persona vaga, bebedora y sin aspiraciones.

Okonkwo tiene por el contrario muchas ambiciones y aspira a ser un prócer en su aldea y respetado en toda la región. Para ello trabaja duro en el campo, en las cosechas, principalmente las de ñame, principal cultivo de la zona.

Okonkwo tiene varias mujeres (la poligamia es parte de la cultura Igbo) con las que tiene distintos hijos. En su familia también se une un hijo adoptivo o “recogido”, Ikemefuna que viene a parar a la familia de Okonkwo tras un acuerdo que surge después del asesinato de un miembro de la aldea de Umuofia por parte de miembros de una aldea colindante.

A pesar de haberle cogido mucho aprecio, Okonkwo acabará matando a este hijo adoptivo dado que éstos son los designios del oráculo, los cuáles deben cumplirse a rajatabla.

La vida en Umuofia es una vida marcadamente rural, muy apegada a la tierra, acentuada por un machismo exacerbado y dirigida por las tradiciones, los ‘espíritus’ y las sentencias del oráculo, y donde los ‘cowries’, especies de conchas, actúan a modo de dinero (los cowries solían traerse del Océano Índico y fueron sustituidas posteriormente por las monedas).

Asimismo, la convivencia entre las aldeas vecinas no es del todo buena y la posibilidad de guerra siempre acecha, algo que contrasta con un pasado que fue siempre más pacífico. Dada la obsesión de Okonkwo por desprenderse de la reputación de su padre, trabaja muy duro y se comporta además de una manera arrogante, agria y sin contemplaciones. No tiene reparos por ejemplo en golpear a una de sus mujeres si éstas no siguen sus instrucciones a pie juntillas. La crueldad es intrínseca al carácter de Okonkwo.

Okonkwo tiene grandes proyectos pero un desafortunado incidente le causará unos imprevistos que frenarán dramáticamente su trayectoria. Así, Okonkwo mata inintencionadamente a un miembro de la aldea y debe exiliarse a otro poblado durante siete años, concretamente al pueblo de su madre. Este involuntario retiro le hará perder influencia, ritmo y tiempo.

Pero lo más importante de todo, es que durante su ausencia se produce un hecho totalmente inesperado y decisivo: la penetración de la religión cristiana por medio del hombre blanco, concretamente del hombre británico que empieza a colonizar Nigeria, factor que marcará el futuro de la región para siempre.

De esta manera, cuando al cabo de siete años, Okonkwo vuelve a Umuofia se encuentra con un escenario dividido entre los partidarios de la religión tradicional y los nuevos fieles que se van uniendo progresivamente al movimiento cristiano. A pesar de todo, Okonkwo trata de continuar con sus proyectos, con sus ambiciones, pero paulatinamente se dará cuenta que la expansión cristiana es cada vez más poderosa.

En efecto, la infiltración de la religión cristiana en la aldea, se llevará a cabo de manera sigilosa, poco a poco, casi con anestesia pero su influencia resultará decisiva. Este panorama le causará una gran frustración a Okonkwo que ve como incluso uno de sus hijos Nwoye, se une a la novedosa oleada religiosa cristiana compuesta ya por numerosos conversos que van in crescendo.

Además, el granjero nigeriano comprobará con gran impotencia como la mayoría de sus compañeros y los ciudadanos de Umuofia se muestran pasivos y casi sumisos ante la nueva situación en lugar de reaccionar por medio de las armas para expulsar a los intrusos.

Pero la expansión de la religión cristiana es imparable. Posiblemente los ciudadanos de Umuofia pensaban que la tradición y sus Dioses acabarían con esta rebelión, ya que entre otros ‘sacrilegios’, los cristianos aceptan como propiedad unos terrenos que han sido calificados como malditos e incluso algunos conversos llegan a matar a la sagrada serpiente pitón.

Pero lo cierto es que a los cristianos no sólo no les pasa nada (salvo algunos pequeños percances que aparentemente han sido provocados esta vez sí, por la tradición) sino que cada vez son más y cada vez disponen de más terreno e infraestructuras, sobre todo colegios y un gobierno, elementos indispensables que garantizarán la conquista.

La convivencia entre los partidarios de las religiones tradicionales y la religión cristiana es tensa, sin llegar a una violencia exacerbada. Pero Okonkwo llama a las armas (se siente además humillado al haber sido recientemente secuestrado con otros compañeros por los blancos y liberado sólo por medio del pago de una importante suma de cowries) y quiere arrastrar con él a mucha gente del pueblo.

Se convoca una reunión multitudinaria en el pueblo de la que Okonkwo desconfía. En medio de las soflamas, aparece un contingente de hombres blancos que llama a parar la revuelta. Okonkwo ya no puede más y acabará degollando a uno de los blancos. Sabiéndose prácticamente solo y sin apoyos, huye, pero al poco se encuentra su cuerpo colgando de un árbol: Okonkwo se ha suicidado.

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