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El Desembarco Chino en América Latina y Bolivia

“El Desembarco Chino en América Latina y su Manifestación en Bolivia” es un estudio  más que necesario sobre las relaciones entre China y Bolivia. El estudio de Agramont y Bonifaz presenta tres partes, primero, la presencia china en el continente desde principios del nuevo siglo, segundo, su presencia en el país –que, cabe decir, no parece significativa en comparación a otros países, pero es igual de preocupante- y tercero, la opinión pública respecto a la presencia china en el país, que a pesar de varias voces alarmistas, es una opinión dividida y por momentos prejuiciosa, o sea, una sociedad que todavía no percibe el desembarco chino en el continente y, por supuesto, la configuración multipolar a nivel internacional.

One Belt, One Road

La presencia china en el continente encuentra dos líneas argumentativas en las ciencias sociales latinoamericanas. Por un lado, que China es un socio estratégico para la región porque ayudaría a romper el dominio estadounidense en Latinoamérica y porque la relación con el país asiático es horizontal debido a que la cooperación es el pilar de la diplomacia china. Por otro lado, que las relaciones con China acentuarían el hecho que la inserción de la región en el sistema internacional ha estado condicionada por su carácter extractivista, es decir, que el desarrollo de los países latinoamericanos está determinado por su capacidad de exportación de bienes primarios.

En principio, Agramont y Bonifaz no se deciden por cualquiera de las líneas argumentativas porque, como respaldan los datos que los autores presentan, la relación entre ambos bloques es un poco más compleja. Aunque las líneas argumentativas descritas sirven como puntos de referencia al lector a medida que se avanza en el estudio, los autores presentan un esbozo en la primera parte del libro respecto a cómo llegar a términos (mucho más) horizontales con China: está claro que América Latina se ha beneficiado de los commodities en la última década, pero cabe resaltar que si estos recursos económicos son invertidos en ciencia, tecnología, educación e innovación por los países más industrializados de la región, éstos “podrían constituirse en futuros socios comerciales de un nuevo ciclo de desarrollo en China en términos más horizontales” (pág. 24). Este pequeño párrafo revela ya que la relación entre los bloques es desigual, pero revela también una parte del Desembarco Chino: que no todos los países de la región están en las mismas condiciones para negociar con China, pero que no todos son igual de interesantes para China.

Las líneas argumentativas descritas dicen implícitamente que existe un declive de Estados Unidos en materia internacional, pero también revelan un probable carácter ideológico en la relación entre ambos bloques, China y América Latina: son, por ejemplo, ejes en el Policy Paper de China en 2016, “profundizar el multipolarismo, promover la democracia y el Estado de Derecho a nivel internacional y fortalecer la presencia y voz de los países en desarrollo” y “profundizar la cooperación sur-sur con América Latina en busca de consolidar los sistemas multilaterales de comercio, promover la gobernanza global y reformarla en pos de la construcción de un sistema económico global abierto”. El Desembarco Chino de Agramont y Bonifaz no indaga en temas políticos, pero sí aconseja tratar la cercanía con China con pragmatismo. En resumidas cuentas, si la relación con China parece desigual a nivel regional y, como se ve más adelante, países como Bolivia no son tan atractivos –lo que dice más de una cuestión geopolítica- el Desembarco Chino parece la historia de una expansión que no puede ser resistida. Y como lo comprueban los datos, América Latina importa principalmente bienes de alta tecnología, industria pesada y manufactura liviana, mientras que sus exportaciones se concentran principalmente en productos de baja complejidad: minerales de hierro, de cobre y habas de soja. O sea, si el “One Belt, One Road” es el Plan Marshall chino, América Latina es, por ahora, una suerte de granja que abastece a la “fábrica de manufacturas del mundo”. Hoy, como siempre.

Chinos hasta en la sopa

Está claro que América Latina está lejos de ser uno de los principales socios comerciales de China, como bien dicen los autores. Pero esto no quiere decir que la relación entre ambos bloques se simplifica en un intercambio entre bienes primarios y manufacturas de alta, mediana y baja tecnología. Cuando Agramont y Bonifaz analizan la relación entre Bolivia y China encuentran primero, que a diferencia de otros países de la región –para los que las relaciones comerciales fluidas con el país asiático comenzaron ya en la década de los 90- Bolivia tiene un incremento notable en exportaciones e importaciones recién desde 2006, pero la magnitud de las exportaciones es nada comparable con las exportaciones: las importaciones desde China habrían crecido en 2406% en aproximadamente 15 años, mientras que los productos bolivianos que ingresan a China representan 0.001% . Segundo, cuando los autores indagan en la opinión pública boliviana respecto a la presencia china en el país, encuentran datos interesantes: la diplomacia china tiene un impacto positivo para los bolivianos –la cooperación china es percibida, en relación a por ejemplo la estadounidense, como más horizontal (razones para “satanizar” a la cooperación estadounidense sobran, pero digamos que es la principal referencia para la opinión pública nacional)- lo que dice de una “estrategia exitosa” para el posicionamiento de la política exterior china en la región, por otro lado y más importante, es que las empresas chinas sí tienen una mala imagen en el país. Esto por dos factores. Primero, los daños ambientales, el deterioro de los estándares laborales y falta de transparencia. Segundo, que parece recurrente y tiene relación con lo último, solo 16% de contratos a empresas chinas fueron adjudicados mediante licitación pública –el resto, como se supone, por invitación directa- y los proyectos tienen, como tendencia general, problemas en la ejecución.

El Desembarco Chino es una invitación a combatir prejuicios y que probablemente, recursos xenófobos en diputados ultraconservadores (que “ven chinos hasta en la sopa”), sean tan solo posicionamientos políticos, o sea, infundados. Agramont y Bonifaz advierten la desigualdad de las relaciones entre China y América Latina, y China y Bolivia, pero también la necesidad de diferenciar el tipo de relaciones con China (lo económico no es necesariamente igual a lo diplomático). Más allá, los autores consideran también que hablar de una “invasión” es exagerado, lo que es igual a que la presencia china en el país también se ha politizado.

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