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Rebelión, caída, incertidumbre y ruptura.

 Antes y después de Evo en Bolivia

José Orlando Peralta Beltrán

Entre el 21 de febrero del 2016 y el 10 de noviembre del 2019 se acumularon una serie de acontecimientos socio-políticos que desembocaron en un estallido social  y consecuente caída de Evo Morales porque se burló del voto popular en dos momentos: referéndum constitucional (2016) y elecciones generales (2019).

Desde la separación entre el ex cívico, Luis Fernando Camacho, y, el aún representante del comité cívico potosinista, Marcos Pumari, se acrecienta la incertidumbre en la ciudadanía con respecto a la construcción de una nuevo proyecto político y relato ideológico alternativo al MAS.

Por otro lado, existen interpretaciones de intelectuales nacionales y extranjeros con la premisa ideológica “progresista” de que la caída de Evo es el efecto de un golpe de Estado propiciado por la derecha clasista, racista y terrateniente con el apoyo de militares y  policías; y que en Bolivia se vislumbra un retorno del orden político conservador con la hegemonía de los blancoides católicos-cristianos, fascistas y separatistas, dirigidos por elites económicas neoliberales y agentes del imperio, que de hecho ya están haciendo de las suyas en el gobierno de facto, bajo el mando de la autoproclamada presidente Jeanine Añez.

Para comprender las razones de la rebelión ciudadana y demanda del restablecimiento de la democracia política (alternancia) en Bolivia como un síntoma del malestar social contra los gobernantes en el mundo, es necesario reconocer que el factor de activación política común entre todas las manifestaciones sociales a nivel global es la crisis de representatividad política, que en el contexto interno se explica desde dos acontecimientos: la negación de los resultados del referéndum del 21 de febrero del 2016, y el fraude electoral en octubre del 2019 demostrado por un informe técnico  de la OEA.

En este ensayo breve me propongo argumentar la siguiente conjetura: la acumulación de acontecimientos socio-políticos y el estallido del empute social con predominio de los jóvenes es un síntoma de época a escala mundial, que tiene como factor común de activación política la desafección ciudadana con la clase política gobernante; en el caso boliviano, se entiende como una rebelión contra el autoritarismo y continuismo. Ahora bien, el consecuente vacío en el centro político después de la caída de Evo, ha generado incertidumbre con respecto a la futura recomposición del espectro ideológico-partidario nacional de cara a la gestión 2020-2025, y dejado desfasados o desajustados a los intelectuales nacionales y extranjeros defensores del proceso de cambio.

  1. El malestar social global como síntoma de época

A pesar que no tuvo un impacto mediático necesario en Bolivia  para reflexionar sobre el presente y futuro de la democracia en  América Latina, el  informe Latinobarómetro 2018 es una fuente científica muy válida para explicar el momento de transición y crisis política actual en el País, porque expone de forma empírica la opinión del ciudadano a partir de determinados indicadores que permiten medir la percepción de la gente sobre la democracia, entendida como régimen político para resolver problemas de ejercicio del poder político.

Por ejemplo, en el caso del indicador  “apoyo a la democracia en América Latina”: en el año 2010 para el 61% de los encuestados la “democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno”, mientras que en el año 2018 bajó al 48%. En Bolivia: 68% y 53% respectivamente. Un dato preocupante es que el 15% en Latinoamérica está de acuerdo con la frase “un gobierno autoritario puede ser preferible”;  en Bolivia, el 12 %.

En cuanto al nicho de los votantes extremistas: el 14% de los encuestados en Latinoamérica considera que el régimen de su respectivo país “No es una democracia”; en el caso de Bolivia, es el 13%.

Por su parte, el 37% de los bolivianos considera que tenemos “una democracia con grandes problemas”; mientras que sólo el 26% responde estar satisfecho con ella. Una muestra de que no respetar el voto popular, como sucedió con los resultados del referéndum constitucional del 21 de febrero del 2016, fue el caldo de cultivo de la acumulación del malestar social y disconformidad política con el régimen político.

Con respecto a la confianza en los partidos políticos, a nivel Latinoamérica es el 13%, en Bolivia es un punto menos: 12%. Como la crisis de representatividad política  es bastante fuerte, se da lugar a la emergencia de caudillismos y discursos radicales. Se puede decir que el candidato Chi (PDC) supo capitalizar este grupo de votantes en las elecciones del 20 de octubre.

A pesar de que todos los indicadores anteriores dan malas señales sobre lo que la ciudadanía boliviana percibe sobre la democracia, el 66% está de acuerdo con la frase churchilliana, de acuerdo al informe, de que “La democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”.

Todos los datos que arroja el Latinobarómetro 2018 son preocupantes e implica, como lo plantea el informe, una “diabetes democrática”; es decir, una enfermedad que recién cuando la gente se manifiesta en rechazo a los gobernantes incapaces de sanarla, toma conciencia de los peligros que se asoman en el devenir socio-político.

Para Gema Saura (2019) es “un virus que recorre el mundo. Salta de país en país, de continente en continente. Ataca a regímenes autocráticos, a Estados fallidos, a democracias que no se han desembarazado de pasados dictatoriales y a democracias consolidadas. A ricos y pobres. A colonizados y colonizadores. A ciudadanos curtidos por la violencia y a quienes sólo han conocido la paz. Es el virus de la protesta. El año 2019, y de forma acelerada los dos últimos meses, hemos asistido a una explosión de protestas alrededor del planeta. Argelia, Bolivia, Catalunya, Chile, Colombia, Ecuador, Egipto, Francia, Georgia, Guinea, Hong Kong, Irak, Irán, Líbano, Reino Unido…La lista se alarga cada semana (La vanguardia).

Ahora bien: ¿cómo entender estas manifestaciones de disconformidad y malestar con la democracia y quienes gobiernan en el  mundo?

“Desde la crisis financiera global de 2008, personas de todo el mundo se sienten cada vez más decepcionadas del relato liberal. Los muros y las barras de control de acceso vuelven a estar de moda. La resistencia a la inmigración y a los acuerdos comerciales aumenta. Gobiernos en apariencia democráticos socavan la independencia del sistema judicial, restringen la libertad de prensa y califican de traición cualquier tipo de oposición. Los caudillos de países como Turquía y Rusia experimentan con nuevos tipos de democracia intolerante y dictadura absoluta” (Harari, 2018).

En este marco, el malestar, desencanto y desconfianza  que estalló con toda su fuerza en Bolivia entre los meses de octubre y noviembre del 2019, es también un síntoma de época por la siguiente razón: la desafección ciudadana con la clase política gobernante y la democracia representativa camuflada de democracia intercultural.

Como lo plantea Pierre Rosanvallon (2006): “Este es el gran problema político de nuestro tiempo”; que no necesariamente es una interpelación a la democracia como ideal ni como principio de legitimidad, sí a la democracia como sistema político que tiene que resolver sus problemas de ejercicio y titularidad del poder (Sartori, 2008).

En otras palabras, “Si bien la idea de la democracia sigue movilizando a las personas en todo el mundo, las prácticas de las democracias actuales han defraudado y desilusionado a muchos ciudadanos y defensores de la democracia” (IDEA Internacional, 2019).

  • Acumulación del empute o inicios de la rebelión (entre el 21 de febrero del 2016 y el  20 de octubre del 2019).

El 21 de febrero del 2016  se desarrolló un referendo constitucional en Bolivia que negó la cuarta postulación consecutiva de Evo Morales Ayma a la presidencia con el 51, 3% (No) sobre el 48, 7% (Sí)  de los votos, empero, el 28 de noviembre del 2017 una sentencia del Tribunal Constitucional  aprobó su postulación por considerar que le asiste un derecho político establecido en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (BBC mundo, 2017).

A principios de enero del año 2018, la marcha multitudinaria en la ciudad  y posteriormente un día de paro cívico contundente en todo departamento, se pueden entender como dos acontecimientos que ya daban señales del malestar social en Santa Cruz contra el gobierno del MAS. La interpelación discursiva de los sectores movilizados -donde mujeres y jóvenes de las clases medias fueron los principales actores- tenía como base cuatro motivos: rechazo al Código Penal, respeto al voto del 21-F, respeto a la Constitución y lucha efectiva contra el narcotráfico y la corrupción.

Después de un año,  el 27 de enero del año 2019,  se llevaron a cabo elecciones primarias -por primera vez en la historia política del País- de las organizaciones políticas habilitadas  para participar en las elecciones generales el 20 de octubre (Movimiento al Socialismo; Comunidad Ciudadana; Frente para la Victoria; Movimiento Tercer Sistema; Unidad Cívica Solidaridad; Bolivia dice NO; Partido Demócrata Cristiano, Movimiento Nacionalista Revolucionario; y Partido de Acción Nacional Boliviano), lo que sirvió para otorgar  un nuevo marco institucional y ratificar la candidatura de Evo Morales negada por el referéndum constitucional del 21-F, e imponer límites a las plataformas ciudadanas que nacieron en internet.

No obstante, para algunas plataformas ciudadanas el 21-F siguió como su estrategia discursiva en redes sociales y medios de comunicación para convocar a paros, marchas y concentraciones, e interpelar el autoritarismo del gobierno del MAS.

Teniendo en cuenta que de acuerdo a la Ley del Régimen Electoral Boliviano sólo con mínimo del cuarenta por ciento (40%) de los votos válidos emitidos, y con una diferencia de al menos el diez por ciento (10%) en relación a la segunda candidatura más votada, se puede proclamar nuevo presidente y vicepresidente; al finalizar la jornada de votación y tener el 83, 76 % de actas verificadas del TREP, las señales de que el MAS y Comunidad Ciudadana tendrían que lidiar en una segunda ronda eran irrefutables. El 21 de octubre, diario El Deber tituló: “Carlos Mesa y Evo Morales van a una histórica segunda vuelta”.

Después de tres elecciones consecutivas con triunfos arrolladores (2005, 2009 y 2014) y sin necesidad de pactar para gobernar, el MAS empezó a sufrir la amenaza de que su condición de partido predominante -por más una década- se estaba desvaneciendo: surgió el riesgo de que en segunda vuelta el segundo candidato más votado, Carlos Mesa, pueda ganarle si  los actores sociales y políticos del campo opositor se unificaban en torno a una consigna: que se vaya Evo.

De esta forma su mandato político, gracias a que su partido era mayoritario en el parlamento y siempre superaba con más del 20%  de los  votos al candidato opositor que lo seguía, empezaba a perder legitimidad.

  • Estallido social o momento álgido de la rebelión (entre el inicio del paro cívico en Santa Cruz y la renuncia de Evo). 

El 22 de octubre, diario El Deber tituló “TSE cambia tendencia a favor de Evo y violentas protestas gritan fraude en las calles”. A las 22:00 horas se daba inicio al paro indefinido en Santa Cruz con el discurso del presidente cívico, Luis Fernando Camacho.

La noche anterior, el 21 de octubre,  los tribunales electorales de Potosí y Sucre fueron incendiados como efecto de la marcha de protesta de cívicos y ciudadanos opositores al MAS en demanda de un cómputo transparente y la amenaza de fraude, mientras Evo Morales se declaraba ganador en primera vuelta y ufanaba de haber ganado cuatro elecciones consecutiva como algo histórico e inédito.

Sin embargo, ya no era una tasa de leche como en las anteriores tres elecciones porque empiezan los estallidos sociales en diferentes lugares de Bolivia. “Once décimas incendian a un país. Después de casi 24 horas de paro, la Transmisión Rápida y Segura de Actas se reanudó y, al 95,63% dijo que el resultado de las elecciones del domingo eran 46,85% para Evo Morales y 36,84%. Eso encendió los ánimos de las personas que desde la noche del domingo hacían vigilia afuera de los tribunales electorales departamentales y generó movilizaciones en las nueve capitales del país que, hasta el cierre de la edición, ya han provocado la quema de dos TED (Potosí y Sucre), la gasificación en seis ciudades (Sucre, Potosí, Cochabamba, La Paz, Oruro y Camiri), un motín de mujeres policías en Sucre, el acordonamiento policial de la plaza murillo, la convocatoria a reunión de todos los cívicos del país en Santa Cruz de la Sierra y un probable paro cívico nacional desde el mediodía” (El Deber, 2019).

Entre el miércoles 23 de octubre y el martes 12  de noviembre, cuando se inicia el paro cívico y Jeanine Añez asume la presidencia en correspondencia con la sucesión constitucional después de un vacío de gobierno durante 48 horas como efecto de la renuncia del presidente y demás autoridades del ejecutivo y legislativo, pasaron tres semanas críticas.

Para comprender el aguante de la ciudadanía en el departamento de Santa Cruz durante las tres semanas críticas previas a la caída de Evo, se proponen a modo de conjetura, tres vetas activadoras de la dinámica de la clase media politizada que dieron  fuerza y  legitimidad a los cabildos, dos de tipo ideológico y una de tipo generacional: religiosidad, civismo y juventud.

Santa Cruz es un departamento tradicionalmente católico con determinadas costumbres conservadoras que sirvieron como factor motivacional de cohesión social entre familias y vecinos para tomar las calles con bloqueos, marchas y cabildos por más de veinte días bajo la consigna discursiva de la resistencia y fe. 

El civismo es parte del ADN de la sociedad cruceña. El Comité  Cívico Pro Santa Cruz es una institución que desde mediados del siglo XX fue defensora de los intereses económicos y políticos del departamento ante la ausencia o los abusos del Estado. Durante los veintiún  días de paro en las calles y rotondas de la capital, básicamente  dos instrumentos se constituyeron en las armas de la lucha cívica cruceña y que luego se volvieron símbolos de la rebelión: las pititas y las llantas viejas de automóviles.   

Los jóvenes, sobre todo millennials y centennials, fueron  los principales actores sociales movilizados que se organizaron mediante redes sociales para ocupar la calle junto a sus padres, abuelos, hermanos y amigos. Su presencia fue muy notoria en los diversos cabildos en el Cristo Redentor -zona norte de la ciudad- desde el que se realizó el 4 de octubre (2019), correspondiente a la coyuntura electoral, en el contexto de la defensa del medio ambiente ante los  incendios forestales en la Chiquitania y la demanda de declaración de desastre nacional, negada por el gobierno de Evo Morales porque consideraba que su gobierno era autosuficiente.

Los cabildos son una institución de las movilizaciones políticas en Santa Cruz. En la historia política contemporánea del departamento, antes de aprobada la Constitución Política del Estado Plurinacional en el 2009 y que se lo reconozca como una forma de ejercicio de la democracia directa, fue un mecanismo activador de la demanda por autonomía.

El  cabildo del 22 de junio del  año 2004, que fue convocado por el Comité Pro Santa Cruz bajo el mando de Rubén Costas, tenía como lema “Somos Bolivia y ¿vos?”; entre las  11 tareas que se manifestaron, se planteaba la garantía y defensa de la libertad y derechos individuales y las autonomías departamentales. El cabildo del 28 de enero del 2005 el eje discursivo fue: “Autonomía y Trabajo”, se creó la Asamblea Provisional Autonómica con el mandato de convocar a referéndum autonómico vinculante y elecciones para prefectos. El del  28 de junio de 2006 fue para confirmar el voto por el sí al referéndum autonómico que se realizaría el 2 de julio del 2006. Y por último, el del 15 de diciembre del año 2006 denominado “Cabildo del millón”, con el objetivo de desconocer la nueva Constitución Política del Estado, que estaba en gestación, si se desconocía el carácter vinculante del referéndum autonómico del 02 de julio, y también, para ratificar las facultades de la Junta Autonómica y coordinar los procesos de las autonomías en sus diferentes niveles.

Con toda esta suerte de entrenamiento ciudadano para participar, proclamar y demandar desde los cabildos en Santa Cruz, se llega a un punto de no retorno bajo el liderazgo emergente de Luis Fernando Camacho -en lo económico representante del campo empresarial, y en lo ideológico de la derecha política-, quien, con su discurso de que la biblia tenía que volver al palacio quemado como efecto de la resistencia ciudadana y la fe cristiana, se constituyó en  un dirigente iconoclasta con la clase política gobernante a pesar de las dudas que generaban sus promesas políticas  y  la carga de religiosidad que contenían.

Como efecto del enfrentamiento de cívicos contra masistas y narco-guerrilleros extranjeros en Montero y las lamentables muertes, en el cabildo del 31 de octubre queda obsoleta la demanda de segunda vuelta y nuevas elecciones porque ya el pedido se vuelve más exigente: la renuncia de Evo y de su inhabilitación para participar en las elecciones, además de la renuncia de los vocales del Tribunal Supremo Electoral.

Después del plazo de las 48 horas para que renuncie y en el marco del  pedido del gobierno de encontrar una salida institucional, en el cabildo denominado “De la Unidad”, realizado el  4 de noviembre -en el mismo lugar simbólico que los anteriores donde también concentró una gran cantidad de personas-, el líder cívico se propuso la tarea de dejarle una carta de renuncia al presidente adjunta con una Biblia y no retornar a Santa Cruz hasta tenerla firmada.

Este hecho marca el inicio de una nueva dinámica socio-política del momento crítico por la siguiente razón: la idea de que un líder cívico representante del sector empresarial y la derecha política cruceña y con la Biblia bajo el brazo llegue al centro del poder político boliviano para desafiar la investidura de un presidente legal y legítimo, suponía poner en riesgo su vida (muerte), una consecuente reacción social y posterior guerra civil.

A pesar de que recién en su segundo viaje el líder cívico pudo ingresar  la ciudad de La Paz por la resistencia que generaba entre los afines al MAS -¿una forma de regionalismo y racismo?-, cada día se hacía mayor la incertidumbre, hasta que se sucedieron una serie de acontecimientos -ni el politólogo más avezado del mundo lo imaginaba- que aceleraron los tiempos políticos: el motín de policías, la sugerencia de los militares, y el informe preliminar de auditoria electoral de la OEA.

En los hechos, la serie de amotinamientos policiales iniciados en la ciudad de Cochabamba fue una estocada insospechada que provocó debilitamiento político-institucional en el gobierno; luego, con la sugerencia de que Morales renuncie al mandato presidencial por parte del alto mando militar, amparados en el artículo 20 de la Ley Orgánica de las fuerzas armadas; y por último -para cerrar con la cadena de acontecimientos del fin de semana más lúgubre para el MAS-, el informe preliminar de la auditoría sobre los comicios por parte de la OEA, cual indica que es estadísticamente improbable que hubiesen ganado con el 10% de diferencia con el segundo (Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa), la caída de Evo Morales era ya inminente.    

  • Caída de Evo: ¿fue un golpe de Estado?

La caída de Evo Morales ha sido -y lo seguirá siendo- objeto de múltiples interpretaciones y controversias sobre las circunstancias de cómo dejó el gobierno, el consecuente vacío de poder y la sucesión presidencial. Para una determinada corriente de intelectuales merced a su sesgo ideológico progresista, paternalismo con el expresidente y su práctica de la extrapolación de acontecimientos del pasado para entender el devenir político, fue un golpe de estado y punto final.

De acuerdo a Bauman (2017) “La extrapolación de hechos del pasado con el objeto de predecir tendencias futuras no deja de ser una práctica cada vez más arriesgada y, con demasiada frecuencia, engañosa”.

Ahora bien, desde una perspectiva conceptual, Bobbio lo define como “un acto llevado a cabo por parte de órganos del mismo Estado” (Carpineta, 2019.).  Para Malamud (2019) el golpe de estado implica “la interrupción inconstitucional de un gobierno por parte de otro agente del Estado”, donde se identifican tres elementos: el jefe de Estado, el que ejecuta el golpe, y la forma de llevarlo a cabo: rápido, secreto e ilegal.

¿Se pueden conceptualizar como golpes de estado las caídas de los presidentes legítimos y constitucionales en la coyuntura política contemporánea Latinoamericana? Para responder es necesario remitirse a la referencia del estudio denominado “Golpes con adjetivo” que  realizaron Andrés Malamud y Leiv Marsteintredet,  presentado en un congreso de Ciencia Política  en Montevideo el año 2017.  

“En él observamos que, aunque los golpes de Estado son cada vez más infrecuentes, el concepto es cada vez más utilizado. ¿A qué se debe este desfase entre lo que observamos y lo que nombramos? Logramos identificar tres causas. La primera es que, aunque los golpes son cada vez más inusuales, la inestabilidad política no lo es: en América Latina, varios presidentes vieron su mandato interrumpido en los últimos 30 años. Autores como Aníbal Pérez Liñán demostraron que las causas son distintas, y las consecuencias también: ahora, aunque los presidentes caigan, la democracia se mantiene. Sin embargo, la inercia lleva a usar la misma palabra que utilizábamos antes, como si Augusto Pinochet y Michel Temer encarnaran el mismo fenómeno. La segunda causa es lo que en psicología se llama «cambio conceptual inducido por la prevalencia», un fenómeno que consiste en expandir la cobertura de un concepto cuando su ocurrencia se torna menos frecuente. Una forma más intuitiva de denominar este fenómeno es inercia. La tercera causa es la instrumentación política: a quienes sufren la inestabilidad les sirve presentarse como víctimas de un golpe y no de su propia incompetencia o de un procedimiento constitucional como el juicio político” (Malamud, 2019, pp.31-32)

¿Qué sucedió en Bolivia el 10 de noviembre?

Hubo una interrupción del mandato político de Evo Morales después que el líder cívico, Luis Fernando Camacho, dejara en palacio quemado  una carta de renuncia adjunta con una biblia para el presidente, y, Williams Kaliman, Comandante en Jefe de las Fuerza Armadas en ese momento, le sugiriera su renuncia amparado en el artículo 20 de la Ley Orgánica de las FFAA.

¿Cuáles fueron los  antecedentes inmediatos de la renuncia? La movilización ciudadana que había tomado las calles de forma pacífica en los diferentes departamentos como efecto del empute acumulado desde que Evo no respeto los resultados del 21-F (2016) y que tuvo su mayor estallido el 10 de noviembre (2019), luego de que el equipo de Análisis de Integridad Electoral de la OEA “recomendara otro proceso electoral ante los hallazgos preliminares contundentes”

¿Qué pasó después de su renuncia? Ante un vació de gobierno que duró 48 horas como efecto de una seguidillas de renuncias del poder ejecutivo y legislativo  -algo inimaginable en cualquier País del mundo- y, en correspondencia al artículo 170 de la CPE cual hace mención a la cesación de mandato por ausencia porque Morales Ayma huye a México, asume el cargo la senadora opositora, Jeanine Añez.

¿Dónde quedaron los militares después de la sugerencia? en sus cuarteles. ¿Se cerró la Asamblea Plurinacional con mayoría masista? no, siguieron desarrollando su trabajo en conjunto con las otras fuerzas políticas para que en el 2020 se convoquen a nuevas elecciones generales administradas por un nuevo Tribunal Supremo Electoral.

Es evidente que existe un desfase o desajuste entre lo que teóricamente y por costumbre mental se entiende por golpe de estado y el hecho concreto del 10 de noviembre del 2019 en Bolivia por una sencilla razón: fue un acontecimiento socio-político  inusual  que por su complejidad exige nuevas reflexiones conceptuales para nombrarlo.

El significado clásico de golpe de estado: un hecho suscitado por perpetradores embotados que de forma ilegal y violenta derrocaron a un presidente, extrapolado por intelectuales extranjeros y nacionales para referirse al  momento crítico vivido en Bolivia quedó extraviado. Su tozudez de ponerle nombres viejos a cosas nuevas y repetirlos de manera automática y esforzar un campo teórico caduco, es una constante en  publicaciones y debates para conservar el mito de que Evo Morales es víctima de unos chicos y chicas rebeldes que cruelmente utilizaron unas pititas, en complicidad con unos malos y desobedientes militares y policías,  para “derrocarlo”.  

Por lo tanto, se les vuelve un reto comprender que la eclosión de nuevos actores sociales (jóvenes y mujeres) y su relato que demanda transparencia en el manejo de las instituciones del estado, es un oleaje de  nuevos repertorios de movilizaciones colectivas no violentas para defender la democracia y corrientes de pensamiento político, cuales están inundando las estructuras profundas de las viejas teorías y  hábitos de la  política.

  • Incertidumbre. Después de Evo

Después de la caída de Evo, el espectro político-partidario está en proceso de recomposición y todavía no hay nada definido sobre las posibles alianzas y binomios; una situación que genera en la gente bastante ansiedad, especulación y sobre todo incertidumbre.

¿Hasta cuándo?

No existe una respuesta precisa para saber en qué momento  recuperaremos la certidumbre, no obstante,  ahora que los nuevos vocales nacionales y departamentales están ubicados en sus respectivos lugares de trabajos para  establecer las reglas de juego (convocatoria a elecciones) y generen confianza en la ciudadanía,  se puede decir que existe una señal de que se podría tener un mejor visual en el camino al inicio del año 2020.

En cuanto a los actores políticos: ¿la ruptura  Camacho-Pumari dejó en stand by la construcción de un proyecto político y relato ideológico acorde a las demandas de la revolución de las pititas?; ¿quedó debilitado Camacho después de los audios?; ¿volverá a constituirse el MAS en primera fuerza política sin Evo de candidato?; ¿Carlos Mesa es una opción para ocupar el centro político?

Luego de la caída de Evo, L.F. Camacho acumuló un capital político con base en un discurso  que se alimentó de la resistencia y fe católica. A pesar de su distanciamiento con Pumari por la filtración de los audios, tiene legitimidad para seguir en carrera y ser una opción competitiva desde la derecha del espectro político-partidario. Es incuestionable que si consolidaba la dupla con Pumari su proyección política de ambos hubiera tenido otras connotaciones porque la sinergia que demostraban públicamente conectaba con la gente. ¿Su separación es irreversible?  

El MAS ha quedado herido y con disputas internas. Su recomposición y unificación dependerá de la capacidad de Evo -un animal político- para hacer una sutura entre duros y moderados. El establecimiento de su cuartel general en Argentina es justamente para empezar a desarrollar un trabajo quirúrgico y designar a sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia, no obstante la disconformidad manifiesta de algunos sindicatos campesinos de que estos deben ser elegidos en Bolivia.

En el caso de Mesa, su silencio estratégico es una forma de aguardar a que llegue el tiempo político preciso para decir lo justo y necesario, recuperar capital político y así aparecer como la opción de centro permeable a las corrientes que nacen desde los extremos.

El mensaje político subyacente de la rebelión ciudadana, a pesar de la incertidumbre con respecto al nuevo espectro político-partidario 2020-2025, se mantiene en la memoria de la gente y sobre todo en las nuevas generaciones de jóvenes que demandan otra forma de hacer política. Quien no ha entendido ello, no ha entendido nada.

¿Se avizora un  horizonte político-ideológico en Bolivia después de Evo Morales?

Los veintiún días de paro fueron justos para tener una mejor  perspectiva sobre la nueva dirección política generada por la sucesión de coyunturas desarrolladas entre los años 2016 y 2019 y Santa Cruz como su activador principal. Por lo tanto, se revisan a continuación siete razones para sustentar la idea de que ya existe suficiente madurez política en el departamento como para proponer un proyecto de poder con irradiación nacional-popular en Bolivia.

Primera: el agotamiento del ciclo político del proceso de cambio implica la emergencia simultánea de una disponibilidad ideológica colectiva busca un nuevo relato ideológico, filosófico y político que enamore con la propuesta de otro horizonte de sociedad. Segunda: su modelo de desarrollo que tiene como factores  constitutivos sus recursos humanos, la calidad e impacto de su institucionalidad y capacidad de gerenciar, y el tipo de producción de bienes y servicios que genera. Tercera: un polo de migración que ha permitido el desarrollo de una diversidad cultural, producción material  y  pluralismo en la representación política. Cuarta: las plataformas ciudadanas son una suerte de dispositivo que ayudaron a que la gente común se pueda auto-organizar y limitar los usos y abusos de quien ejerce el poder , como  demostraron  los jóvenes y mujeres que tomaron las calles  entre el 21-F y el 10-N. Quinta: la fuerza social y lógica política de los cabildos -desde el primero del siglo XXI en las puertas de la UAGRM en el año 2003 hasta el más reciente en noviembre pasado- develaron la gestación de una nueva conciencia política intergeneracional. Sexta: el relato de la unidad que anidó en los cabildos cruceños (2019) ha sepultado el relato tóxico masista del separatismo, y se ha demostrado que entre oriente y occidente los puentes sobran. Séptima: la politización de la clase media urbana cruceña deviene de su necesidad de fortalecer las virtudes del Estado Republicano para desenvolver su espíritu liberal y moderno.

La confluencia de estas razones -y otras- le otorgan mucho potencial  al  proyecto político cruceño, pero ello dependerá de que un líder -no un caudillo- y una estructura partidaria organizada, desarrollen una actividad continuada para influir en las tendencias profundas de la política boliviana y provocar las transformaciones demandadas por los ciudadanos.

  • Ruptura. A modo de conclusión

De acuerdo a Bauman (2016) ruptura se entiende como ese terreno todavía no definido, visitado, explorado y cartografiado, por donde los antiguos vehículos (teorías)  a los cuales les dábamos toda la confianza, ahora ya no tienen la preparación suficiente para seguir su camino, pero para el que tampoco se avizora un nuevo coche (nuevos conceptos) para recorrerlo.

La rebelión ciudadana -también denominada revolución de las pititas- ha provocado una ruptura en el campo político y teórico boliviano porque, por un lado ha dejado en la orfandad política a los militantes del MAS, y por otro, desfasados o desajustados -divorcio teoría y realidad- a los intelectuales nacionales y extranjeros del proceso de cambio.

Estos intelectuales entienden lo acontecido entre octubre y noviembre desde sus prácticas de extrapolación mediante la aplicación de conceptos políticos como son golpes de estado clásicos y conflictos raciales (vehículos antiguos) para describir el vínculo pasado-presente-futuro del fenómeno político; pero desconocen ¿por conveniencia? que los repertorios de movilización colectiva en el siglo XXI se comprenden como estallidos sociales activados -con la ayuda de las redes sociales- por jóvenes y mujeres contra la corrupción, el continuismo y autoritarismo de las elites gobernantes ¿nuevos coches?, más allá si son de izquierda o derecha.

Por lo tanto, emerge la necesidad de analizar con detenimiento artesanal y reflexionar con sentido crítico el reciente fenómeno político en Bolivia, para que en el futuro próximo se tenga una comprensión profunda y clara de la rebelión ciudadana, caída y victimismo de Evo; como forma de distanciarse de la manipulación mediática, pataleos discursivos e inercias mentales de aquellos intelectuales progresistas prisioneros del sesgo ideológico y fanatismo con el caudillo.

Entre el agotamiento del ciclo político del proceso de cambio y la emergencia simultánea de una disponibilidad ideológica colectiva en la búsqueda de un nuevo relato ideológico, filosófico y político que la enamore con la propuesta de otro horizonte de sociedad existe un espacio-tiempo con bruma, por ello prevalece la incertidumbre en la gente respecto a la recomposición del espectro político-partidario boliviano para la gestión 2020-2025.

Ahora bien, con su particular repertorio de acción colectiva (cabildos), instrumentos simbólicos (pititas) y relato político (unidad), la rebelión ciudadana activada en Santa Cruz logró ponerle un límite al autoritarismo de Evo, provocar un corto circuito al continuismo del MAS, y desnudar la corrupción institucionalizada del proceso de cambio.

A pesar que el 37% de los bolivianos considera que tenemos una democracia con grandes problemas, se la está reconstruyendo con el propósito de consolidar los derechos políticos. Empero, su éxito dependerá de que en la búsqueda un nuevo gobierno, a pesar de la crisis de los partidos políticos, se elijan a los representantes que encarnen el malestar social  y asuman la responsabilidad de generar las transformaciones que demandaron la generación de las pititas para empezar a superar la ruptura que provocaron.

Referencias bibliográficas

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