Heberto Arduz Ruiz
Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida, es un fuerte planteamiento que Albert Camus dejó para el análisis de los lectores en su obra El mito de Sísifo. Escritor argelino muy ligado a la filosofía y considerado uno de los exponentes del existencialismo, que trató el tema de la conciencia de lo absurdo. A sus 44 años de edad fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Aquí traigo a colación el caso de la ciudadana suizo argentina Alfonsina Storni (1892- 1938), quien desde sus doce años de edad escribió poesía, algunas veces en papeles sueltos que en una época dejaba en su domicilio para que su madre leyera y luego empezó a enviar al periódico; producción que al parecer iba marcando su futuro, es decir lo que al paso del tiempo habría de sucederle en su existencia. He aquí un fragmento del poema titulado Dolor:
“Quisiera esta tarde divina de octubre/ Pasear por la orilla lejana del mar;/ Que la arena de oro, y las aguas verdes, / Y los cielos puros me vieran pasar. / (…) Con las grandes olas, y las rocas muertas, / Y las anchas playas que ciñen el mar./ Con el paso lento, y los ojos fríos/ Y la boca muda, dejarme llevar”.
Poeta destacada de la corriente modernista, sus padres fueron propietarios de una cervecería en la ciudad argentina de San Juan y retornaron a Suiza, país en el que nació Alfonsina, concretamente en Capriasca. De padre alcohólico fue obligada a sobrevivir por sí misma desde pequeña y, justamente debido a la carencia de recursos económicos, tuvo que abandonar sus estudios.
En el poema titulado Junto a la ventana, presa de vagos presentimientos apunta:
“Mi corazón palpita cada día más lento… ¿Busca morir? Lo ignora, más no quiere hacer ruido”.
El año 1909 deja su núcleo familiar en el entendido de que debía ganarse el pan del día por sí misma. Viaja a Coronda-Argentina con el objetivo de estudiar magisterio rural, a tiempo de que presta servicios en una fábrica de gorras, más tarde en otra de aceites; pero ni así logra equilibrar su presupuesto.
A sus veinte años quedó embarazada, sin que su pareja hubiese respondido positivamente, ya que resultó ser casado y la echó al olvido.
En Carta lírica a otra mujer sostiene: “Dolor, el mío, que se alarga, alarga/ Y luego se me muere y se concluye”.
En el fondo, lo grave de todo fue que desde joven sintió ser un hombre arropado con vestido de mujer; supuesta bisexualidad que a lo largo de su vida la deprimió y atormentó de modo constante.
Renegó del machismo de su tiempo, se rebeló contra el orden de cosas de la injusta sociedad, maldiciendo su propia naturaleza débil; pero al final acabó vencida por su cruel destino.
Al igual que Adela Zamudio, la consagrada poeta cochabambina de Nacer hombre y pionera del feminismo en Bolivia, Alfonsina Storni demostró su resentimiento contra el varón.
Alfonsina adoleció de cáncer de mama, mal que la apercibió mediante una ola marina que le golpeó el pecho durante el verano de 1935.
Sostuvo un romance intenso y fugaz con el escritor uruguayo Horacio Quiroga, que enfermó de cáncer gástrico y se suicidó tomando cianuro en 1937. Cultivó los géneros del cuento y teatro, destacándose en el panorama literario.
Alfonsina ha fracasado en el amor y en la vida, y su máxima felicidad descansa en la palabra: “¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra?”. En poesía fue una reina admirada y triunfadora, en cuyos dominios solo halló consuelo y paz espiritual.
En un poema de 1919 se ve sin hálito vital: “Un día estaré muerta, fría como la piedra/ quieta como el olvido, triste como la hiedra…”
Le tocó, pues, afrontar severas adversidades, ya por el alcoholismo de su progenitor, la pobreza en que vivió y, sobre todo, el no aceptar el cuerpo que tenía al considerarse un hombre encerrado en piel de mujer, así como la enfermedad que la afectó sumiéndola en honda depresión.
Un día de 1938, la persona que subió al podio cultural siendo una de las poetas posmodernistas más notables de Hispanoamérica, en la playa La Perla de la ciudad de Mar del Plata murió internándose lentamente en el mar…
La canción Alfonsina y el mar, compuesta por el pianista Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna, interpretada en la voz de Mercedes Sosa, es la versión más difundida en homenaje a Alfonsina; otros cantantes también grabaron la pieza musical, entre ellos Miguel Bosé, José Carreras, Pedro Guerra y Andrés Calamaro. Uno de los fragmentos de la letra expresa: “Te vas Alfonsina con tu soledad/ ¿Qué nuevos poemas fuiste a buscar? / Una voz antigua de viento y de sal/ Te requiebra el alma y la está llevando/ Y te vas hacia allá, como en sueños/ Dormida, Alfonsina, vestida de mar”.