Somos
La magia y el suspiro del Ser.
Amanece para nosotros
los que existimos.
Lento y sin descanso vuela nuestro espíritu;
Baila con la conocedora de los misterios,
Se alimenta con el Dueño de la oscuridad.
Bebe con la dueña del Bosque.
Vuela con el Dios Ñandú.
Sueña con el vientre materno.
Reposa con el Dios Tatú y doncellas.
Todo en un parpadeo.
El tiempo infinito.
Frío.
Sigue su viaje.
Semilla
La vida nos transporta hacia el génesis.
Vívela como si fuese la última tutuma de chicha.
El último atardecer,
La última senda.
Sé cómo semilla.
Como los duendes de Kaipependi.
Como el atardecer antes de la noche.
Como la gran despedida.
Vive la vida y hechiza al tiempo.
Vive la vida y disfruta del cielo.
Vive la vida y no te preocupes de los sufrimientos.
Vive la vida, simplemente haz eso.
Ivoka
Vida
vida extinta
distancia
lejanía
luego:
Paz y tranquilidad.
Existimos sin saber siquiera como.
Solamente el ahora existe.
El mañana ya no está.
Solo a veces indicas el fin.
Para ver nuestra humana reacción
algunos desesperados buscan más
el tiempo, otros, los menos,
esperan el llamado del Ivoka
En su ruta encuentra a los dioses.
Le estrechan la mano para una buena despedida,
Las bestias de transporte quietas están,
Que con ternura y paz preparan la despedida.
Todo llega al punto final.
Los sueños renacen en un nuevo caminar.
La bestia de transporte sueña con ternura y piensa,
en lo que fue y espera el llamado del Ivoka.
Ramiro Jordán Vercellone, nació en Santa Cruz, ha publicado Anoche el cielo se incendió (poesía), Unicornio (poesía) y El latido de mis huellas (cuentos y reflexiones). Participa de varias antologías de poesía.
