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¿Quiénes deberían decidir el futuro de las relaciones entre Chile y Bolivia?

Jorge Lizarraga Torrico

Hace unos días atrás posesionaron al nuevo y flamante presidente chileno Gabriel Boric de la coalición izquierda e izquierda radical chilena, pero aun consideremos que pertenece a una línea de izquierdas, ello no significa que asuntos de interés estatal como por ejemplo “la soberanía territorial” pase simplemente por decisión unipersonal o partidario, así que por ahí debemos empezar a entender sobre que, como y cuando podríamos hablar de asuntos de interés bilateral.

Una vez posicionado el nuevo presidente chileno, muchos rostros de la política regional y mundial y/o sus máximos representantes de la política internacional saludaron esta nueva etapa del país mapuche y saludaron todo cuanto “bueno” podría augurarse a un país que ha demostrado en los últimos 50 años, ser un Estado solido en el contexto internacional, pujante desde un punto de vista económico y comercial pero ante todo un país que ha sabido diferenciar entre lo que consideraba un imposible “socialismo” frente a lo que consideran mas bien lo mejor para todos “capitalismo”.

No obstante, un país que como casi todos en américa latina  tiene que lidiar con los problemas de bienestar social como son la educación, salud, seguridad social, seguridad alimentaria entre otros y donde además asuntos como la inseguridad jurídica, política, corrupción, falta de transparencia y enriquecimiento desmedido es también propio como en el resto de los países del cono sur, aun así un país próspero como desigual, pero que muchos opinan y afirman “con mucho potencial para avanzar hacia un progreso y desarrollo real”.

Así pues e independientemente todo cuanto pueda decirse desde el punto de vista político a nivel interno, y lo que pueda significar este nuevo giro a la izquierda en chile, apartando del todo cuanto haya significado las gestiones de Lagos e incluso Bachelet, el objetivo será demostrar que esta nueva etapa no solo tratara de corregir errores de gestiones anteriores, sino demostrar que un chile diferente y mejor es posible construir entre todos y para todos, y donde no se excluye tampoco a sus vecinos estratégicos como el caso boliviano, que bien diríamos es considerado “quien coadyuvo en los últimos 100 años a potenciar o al menos desarrollar el norte chileno”.

Bolivia luego del tratado de 1904 el único puerto que ha considerado desarrollar y potenciar ha sido puerto(s) chileno(s), y aun todas las desventajas que se habrían presentado, el país altiplánico  siempre tuvo la esperanza de que con acuerdos, cartas de intenciones o palabrería podría convencer a los chilenos del retorno a su soberanía marítima, sin embargo nada de eso paso y es más, frente a todos los intentos y más catastrófico de todos tuvo como resultado un fallo de la CIJ donde reconoce que el pueblo chileno no tiene obligación con el pueblo boliviano de negociar una salida soberana al océano pacifico, y aun este fallo, los políticos bolivianos seguimos forzando una “irrenunciabilidad” sobre el tema de soberanía marítima.

Al respecto, y ya en varias oportunidades hemos escrito sobre nuestro parecer acerca de la política exterior boliviana sobre el tema marítimo y como nos hemos equivocado y además hemos emitido nuestro criterio jurídico y también político sobre las consecuencias de la perdida de la demanda internacional y advertimos en su oportunidad los efectos perniciosos para el Estado boliviano y su “irrenunciabilidad” constitucional de hacerlo un tema eterno.

Ahora mi deseo no es esgrimir posición sobre lo anterior sino tratar de entender lo que puede o no ser relevante o estratégico para un país como Bolivia que si bien nació a la vida independiente con una extensión territorial marítima importante que ya hace más de 120 años vivimos sin ese territorio y no entender que luego del fallo de 2018 esa irrenunciabilidad deja de ser jurídica y políticamente una posibilidad, y ahora se traduce en un imposible, y seguir con la misma chachara de siempre lo que hace es agotarnos y principalmente encerrarnos en nosotros mismos y en el pasado.

Por supuesto que si consideramos una verdadera injusticia no solo el fallo sino la historia en sí misma, y no solo el agua salada sino el agua dulce, lo que deberemos hacer es no acercar posturas con quien invadió, usurpo y echo de nuestros territorios, por tanto lo más lógico es dejar de tener relaciones diplomáticas con un Estado agresor y fortalecer las relaciones con el otro vecino que históricamente fue un aliado como también un traidor “Perú”; y si queremos ponerle un Cherry al final del supuesto, lógicamente tendremos que incrementar gastos en las FFAA, y armarnos hasta los dientes para una posible guerra del pacifico, porque la irrenunciabilidad debe ser entendida incluso a ese nivel. ¿Loco verdad?

Pues dicho lo anterior, si creemos en esa” irrenunciabilidad” o en una negociación sin condiciones, no tendríamos por qué pensar en diplomacia y menos aún en desarrollo bilateral, sino enfrentarnos hasta la muerte y no darle importancia al país chileno sino más bien indiferencia, pero pensar solo ello me estremece el cuerpo y pienso si realmente quienes nos gobiernan pueden pensar incluso en estos escenarios.

Decía anteriormente que lo que deberá importar luego del fallo de la CIJ de 2018, si bien es” no olvidar” de ahora en adelante es construir una nueva etapa de nuestras relaciones bilaterales e incluso regionales de la mano del pueblo chileno construyendo puentes de amistad tendientes en desarrollar los pueblos uniendo sinergias y abriendo oportunidades en dos países que además de sus recursos no renovables importantes, hoy se consideran entre los 5 países más importantes propietarios de inmensas reservas de litio y que si no acercamos posiciones, quizá nuestro obnubilado pensamiento de la “irrenunciabilidad” haga que perdamos la soga y la cabra.

El presidente Luis Arce, luego de participar de la posesión del mandatario chileno y sostener un encuentro para abordar temas bilaterales manifestó que se acordó encaminar una “relación constructiva” entre ambas naciones propensas a responder a las preocupaciones de ambos pueblos y donde manifestó que se avanzó inicialmente en asuntos como “visas para funcionarios de alta jerarquía, uso de las aguas internacionales, tema marítimo, problema migratorio y el impulso hacia una nueva etapa de las relaciones bilaterales”.

Evidentemente, el presidente boliviano tiene la mejor de las intenciones para quizá convertirse en el primer presidente del país altiplánico en encaminar una nueva etapa de relacionamiento con el Estado chileno, y que esta relación no este marcada con pleitos, arbitrajes o demandas internacionales, sin embargo el tema marítimo y el uso de aguas internacionales ya tuvieron y actualmente tienen un trasfondo judicial internacional y cuya consecuencia sobre lo segundo podría o bien paliar las diferencias entre ambos estados o finalmente volcarse en contra del Estado boliviano un posible fallo internacional, que sería el segundo en menos de 5 años y ante ello y el ego chileno una negociación difícil pero posible también se vislumbraría, pero sin que la soberanía sea cuestionada tanto de lo dulce como de lo salado.

Frente a las otras cuestiones, como visados, o el tema migratorio, son asuntos que bien reestableciendo relaciones diplomáticas o no, pueden ser negociados y tratados incluso avalados por la Moneda o el Palacio Quemado, pero dependerá de lo que se pretenda de lo dulce o salado para emprender una nueva era de las relaciones bilaterales entre ambos.

En todo caso y habiendo mucho que decir sobre varios temas que encierran la relación “Bolivia-Chile”, diplomacia, desarrollo, recursos no renovables, polo energético, venta de gas entre otros, lo trascendente para el Estado boliviano seria definir antes de avanzar en algo que pueda parecer una estrategia, en lo siguiente:

  • Evaluar en qué medida instituciones de defensa de los derechos al acceso marítimo de Bolivia, son relevantes en la actualidad o de lo contrario más bien deberían formar parte del Ministerio de Relaciones Exteriores como unidades o entes desconcentrados, dada la escasa relevancia de su operabilidad y resultados de gestión.
  • Definir si existe interés real o no de restaurar o restablecer relaciones diplomáticas con chile y definir si el respeto a fallos internacionales será interpretado según los alcances del derecho internacional o serán interpretados según las voluntades políticas internas dentro el Estado boliviano.
  • Sobre la definición de lo anterior, consultar al pueblo boliviano mediante referéndum popular  “como tuvo que haberse planteado antes de la demanda marítima”, si el interés nacional es restablecer las relaciones con chile y que estas relaciones condicionen si bien no un acceso soberano al mar pero si un uso irrestricto de los puertos para el comercio exterior y uso de barcos pesqueros bandera boliviana e incluso fomentar o desarrollar un polo de desarrollo entre ambos países y por ultimo y a fin de cuentas hacer cumplir el tratado de 1904 que como se dijo en su oportunidad tuvo que haber sido la razón para una demanda internacional y no basarse sobre supuestos compromisos de negociación.
  •  Consultar al pueblo boliviano sobre su preferencia de restablecer relaciones abiertas con chile o por el contrario fortalecer las relaciones con el Perú y sus puertos en especial aprovechar oportunidades como la que se gestó en 1990 con el comodato del puerto de Ilo en Perú y por tanto elevar, incrementar o aumentar recursos para promover esos puertos y desvirtuar puertos chilenos o al menos estos sean utilizados por el empresariado privado nacional o el mismo Estado exigiendo el cumplimiento de los acuerdos o tratados con Chile “ es decir jamás renunciar a algo que por derecho nos corresponde” “no el acceso soberano al mar sino al trato igualitario luego de la usurpación y acuerdos suscritos”.
  • Evidentemente al considerarse Bolivia un país pacifico, “definido constitucionalmente” cualquier incremento en el gasto militar o incremento del presupuesto en esta área es innecesario, lo cual no significa incrementar el control de nuestras fronteras principalmente para combatir el contrabando gestado en las fronteras con chile.
  • Bolivia debería aprovechar la situación en Rusia-Ucrania para declararse ante las NNUU un país neutral en todo conflicto que pueda existir incluso el actual, así como negarse a participar en favor o en contra de quienes puedan encontrarse en conflicto, lo cual podría repercutir de forma interesante en las nuevas relaciones que puedan existir entre los países vecinos y Bolivia y en especial entre las relaciones chileno-bolivianas.

Particularmente soy consciente que las relaciones entre Bolivia y Chile muy difícilmente podrían ser encaminadas hacia lo que ambos pueblos podrían desear justamente porque son dos pueblos diferentes, con estructuras jurídicas y políticas diferentes y cuyos intereses evidentemente deben ser diferentes, sin embargo y sobre la base de lo que hoy se propone como una nueva etapa de nuestras relaciones, considero pertinente que dentro esta gestión gubernamental sea el pueblo boliviano que tome la determinación final sobre qué camino preferimos elegir los bolivianos; o bien de la mano con chile para demostrar que ante las diferencias también hay hermandad y por tanto bienestar o bien decidir jamás olvidar y que la indiferencia entre ambos sea permanente y por tanto avanzar hacia un mismo camino pero no de la mano sino cada uno por el suyo.

Tanto Luis Arce como David Choquehuanca, se enfrentan a una situación de decisión trascendente y de vida política para Bolivia, y pienso es hora de que ambos gobernantes en su calidad de mandatario y vicepresidente del Estado en lo que a la política exterior y la relación bilateral con Chile se refiere, concedan al pueblo boliviano la última palabra, “no sin antes responder a lo planteado anteriormente” y decida, bien avanzar hacia una integración sin condiciones o a mantener  una división permanente sin un rumbo al unísono con chile, pero que sea el pueblo el que decida supondrá que por primera vez en la historia de la república de Bolivia, sea el pueblo y no los gobernantes que decidan sobre el futuro de unas relaciones que más que alegrías diría yo más dolores de cabeza nos han ocasionado.

Particularmente doy mi voto de confianza a que más pronto que tarde, estos dos hombres que, a pesar de ser criticados o amados por su pueblo, puedan superar miedos y tensiones entorno a chile y puedan con total garantía exponer al pueblo boliviano ventajas o desventajas de lo que significaría su pronunciamiento en referéndum, y así sean estos quienes decidan, pero según ustedes ¿Quiénes deberían decidir el futuro de las relaciones entre Chile y Bolivia?


Jorge Lizárraga Torrico es Abogado

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