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¡Que Viva México!

Maurizio Bagatin

Podría iniciar con una poesía de Sor Juana Inés de la Cruz: “Este amoroso tormento/que en mi corazón se ve, / sé que lo siento y no sé/ la causa porque lo siento”. ¡Que Viva México!, resuena en el estadio, cambia el lenguaje: “Hay un poeta frustrado en cada hombre”, un eco de Malcolm Lowry serpenteando entre nosotros. Me acuerdo del Mago que le gritaba “Chingón” al David afuera de una tienda rumbo a Estación Catorce. Durante la noche cruzamos el túnel de Ogarrio, se nos desveló el misterio del “Vale un Potosí” en esta tierra cruda y tan mineral. Doña María alistaría una frazada más para la larga noche de este invierno cruel. Perdió el recuerdo de tanto frio, de tanta sequedad. Al despertar cocinará un revuelto de huevos y nos preparará enormes tortillas con frijoles negros, oscuros como el misterio del túnel que cruzamos anoche.

¿Cómo convive un pueblo con la violencia? De un día por otro me encontré con muchos más billetes Franklin en el bolsillo. El NAFTA nos ayudó. “Carajo”, gritaban en las calles del Paseo de la Reforma, la pobreza aumentó exponencialmente, la clase media estaba derramando todas las lágrimas de la Revolución Francesa. El Sub Comandante Marcos apareció, leímos su discurso, y el epígrafe maldito de Borges que abre un templo de palabras para un futuro mejor o para el oxímoron que seguimos viviendo. Un sol negro. Todos recuerdan la noche triste de Hernán Cortés y la noche más triste, la de Tlatelolco; cuanta de la soledad de México pasó frente a mis ojos anoche escuchando a Molotov. En un laberinto marcado por Octavio Paz, se van cruzando los mitos y las profundas realidades, el camino que Juan Preciado traza hasta llegar a Cómala, la lucida ebriedad de los guardianes, Ixca Cienfuegos y Teódula Moctezuma. Empieza el concierto: “El grito mexicano es siempre el grito del odio…las famosas revoluciones de México empezaban con ¡Viva! Y acababan con ¡Muera!”, prosa de extranjeros que se empaparon más de la cuenta de las tremendas maravillas de esta tierra y de su gente. Sea el vagabundo D.H. Lawrence o el eterno borracho, Malcolm Lowry, el ombligo de la luna sigue inexplorado e inmaculado, una cara embriagándose de fe con la Virgen de Guadalupe y la otra cara recordando a una tal vez eterna maldición, la Malinche.

Siguen tocando, “soy el más joven entre ellos”. Bardo no es solo el poeta trágico que va acumulando recuerdos, memoria de la Nueva España, del padre de la Patria, el Cura Hidalgo y de todos los cabrones que mutilaron tanta belleza y tanta poesía…Gimme the Power, el público canta, salta, chupa, se emputa, levanta un grito contra el caudillo sátrapa local, su fin es próxima, pero tarda en llegar, retorno a la herida más profunda, al laberinto de la soledad: “Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo”. El mito es siempre y de toda manera más fuerte, el hombre bigotudo, a caballo y con un fusil en la mano queda en millones de imaginarios, el Gabo que frente a una playa de Acapulco vio el parto de su Opus Magnum, el caballero de la triste figura omnipresente, una ínsula Barataria imposible adonde sea.

Me hecho en la playa, la muchacha indonesia dice que sueña con ir a caballo hasta San Cristóbal de Las Casas, las estrellas brillan más que ayer, la mezcalina, la profundidad del océano Pacifico, el canto de lejos que parece ser de sirenas extraídas de algún mito aun irresuelto. Todo esto antes de oír Puto, lenguaje digno de Jenofonte. Cierro algunos libros, los he consultado, ellos han acompañado, no puedo que hayan resuelto mis dudas. Una mujer, una artista de mi región vino hasta aquí, no para el México lindo y querido sino para la revolución, Tinissima queda enamorada entre el polvo del olvido. Revolución es palabra desgastada, que vale todas las reacciones de hoy. No lograremos salir del laberinto, es una charada imposible de descifrar, un enigma, me subo al tren de los recuerdos, ahí canta Juan Cruz: “Los mineros con alas de amor vuelven a sus caserones. Polvo de estrellas viejas sacuden sus mujeres con los brazos hinchados”, la locomotora silba, es metáfora de una época desaparecida.

Lunes cambiará el dueño del mundo, y nosotros seguimos así, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, y ¡Que Viva México carajo!…

Imagen: Jorge González Camarena, Liberación, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, 1963,

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