Amalia Caridad Cordero Martínez / Cuba
Guerra es guerra, conflicto, desavenencias, avaricias en los intereses, odios ancestrales, como quiera llamarse, según esas acepciones, a cuál de ellas más tenebrosas. Desde los lados de donde se mire brota el miedo a la posibilidad de morir. Los hombres invasores a otro país no siempre van convecidos del por qué los reclutan. Lejos de sus fronteras les ataca la nostalgia por la madre, el padre, la novia que, como ellos, no aceptan esa misión encomendada al soldado. En su rostro, temprano comienza a mostrar rasgos duros, mirada triste. Les duelen fotos guardadas en sus mochilas, cartas recibidas mientras están incrustados en las trincheras donde las acarician, buscan apoyo y valor para disparar.
Me defino en contra de cualquier guerra. Me pronuncio a favor de la paz y el cese de acciones que daῆen la naturaleza, al hombre, su especie más importante y al patrimonio creado por la humanidad. Para acabar con todo esto que destruye, el planeta necesita paz para sobrevivir
nubes oscuras y gaviotas
Junto a la frontera alambrada: guardiana del respeto,
suenan tambores, trautonios, sirenas, aullidos.
Se acercan ondas, agreden, llegan al corazón,
a la piel, al paladar.
Imagino olores tenebrosos.
El Sol entristece entre
nubes oscuras y gaviotas.
Ronronean escarabajos, arrastran la muerte.
Pájaros feroces inundan el cielo.
Sus silbidos despiertan escalofríos,
Construyen ruinas.
Entre ellas
Soldados autómatas de ojos extraviados y caras largas
resguardan cálidos recuerdos en pequeñas cosas
dentro de la mochila.
En los semblantes parpadea un por qué
como canto de nostalgia, mientras
aquellos atizan la hoguera.
¿Podremos cultivar la paz?
¿Acaso la palabra paz, es un vocablo inerte?