Blog Post

News > Letras bolivianas > Poemas de Blanca Wiethüchter

Poemas de Blanca Wiethüchter

Rapsodia primera

A caballo desciendo del sueño,

y sin saberlo

hacia un febril paisaje

poblado de oscuras potestades.

fue un día en que miraba ciega

la medida del vasto cielo que cubría la isla,

al soplo de los vientos del norte

que aquí convocan

los cautos fuegos de verano.

¿cómo imaginar, la presencia de un gran mal altivo?

ardoroso, como pozo negro en el mar

dispuesto, como volcán,

a echar piedras encendidas

langostas voraces sobre campo labrado.

¿cómo imaginar entonces

los faroles de la muerte

al interior de la isla?

ilusa de mí

sin lámpara de ojo precoz.

al descansar bajo la sombra

de un frondoso molle de perlas escarlata

el soplo velado de un vanidoso viento

levanta la seda azul

que cubre mis ojos arrogantes.

una paloma cenicienta cruza el cielo del país

de norte a sur, de norte a sur.

¿sabes tú que las palomas grises son de mal agüero? ¿lo sabes tú?

y no vas a creerlo, como para confirmar

el signo malhadado

tres cuervos me arrebatan las joyas

que adornaban mi bandera

un no sé quién me coloca

un racimo de uvas amargas

en la palma de mis manos,

como si fueran ellas vasijas vacías.

pero fueron los lirios los que me urgieron retornar a mi morada.

fueron los lírios.

vuelve a casa. me digo, vuelve a casa

mientras presiento la miseria

de un ácido paraíso de hojalata.

en el umbral de lo que fue toda mi gloria

se habían anclado los más insólitos caprichos.

en el centro del patio encolumnado

rodeado de coloridos despojos,

desaires y deshechos de años

un mal olvido acumulaba trajes

como laderas de basura.

y debajo de esta infecta colina

casi despedazado,

un cajón de tumultuosas voces

briznas de palabras, hojarasca, envolturas

confundiendo al más despierto.

irreconocible es el lazo que las unía.

el magnífico salón: una ruina

vapores de espesos insecticidas

envenenando la atmósfera.

los muebles en discordia

como gritos de seres arrancados de su sitio

colinas de cenizas, montañas de insultos: insanos, insalubres.

oscura cosecha de una ácida colmena.

ahí estaban. feroces las enemigas secretas.

espectros de lo que soy. ahí estaban.

sentadas en el comedor de ébano.

harapientas, mendigando la luz

de mis mejores días.

hurtando felicidad ajena a su desgracia.

corrompiendo la luz con su opaca presencia.

ahí estaban. las mujeres pordioseras.

las mujeres silenciadas.

las mujeres perturbadas.

há fuenestas hermanas,

los suburbios nos han capturado

bajo las turbias incubaciones

de otras voces rencorosas.

así no podremos vivir más entre nosotras.

¿quién lavará el limo

de nuestros ojos encendidos?

¿con qué agua? ¿de cuál manantial?

si el tallo se corrompe no habrá flor reluciente ni fruto sosegado.

ay nefastas criaturas, las tinieblas no pueden ser nuestra mejor alianza

oh muchachas, si el tallo se corrompe ¿quién cuidará de la flor?

para encender el fruto ¿dónde las dulces manos jardineras?

salí a la calle dando de gritos.

las largas avenidas sólo diseñaban las rutas de un violento cielo.

un estruendo de piedras lloraba por los senderos antiguos.

sólo el cementerio yacía mudo. sólo el cementerio nada decía

porque ahí se aplican

ciertas medidas desconocidas.

El reposo

Entro en mi casa

y me alojo en su centro

esperando la temperatura

que enmudece los ruidos inútiles.

en un andar del silencio

comienza el mundo

en un olor a fuego

en una hoja

en un cambio de sábanas

en una gana de hacer cosas

no siempre precisas.

ya no soy la misma

y mis pasos en la voz

resuenan más oscuros.

otro es el sol que arde

en los crepúsculos que contemplo

viajera inmóvil

pienso

sólo quiero cuidar de lo vivo

y tener luz

para él

y mis niñas.

Evocación

Al atardecer, en esta ciudad

-en el café de la universidad-,

estábamos los dos, los tres, los cinco…

húmedo de luz,

y detenidos en la corriente

de una respuesta instantánea.

Y éramos cálidos

En la intimidad del humo,

Ciegos en la noche intocada,

Para descubrir un día

El esplendor y la desdicha

De un paisaje ávido,

Que entraba por la ventana.

Llegó un nombre

Llegó un canto y ardió el hombre

Para entregarnos

El latido de una fiera obstinación.

(Para el Che Guevara) / De: Asistir al tiempo

El reposo

entro en mi casa

y me alojo en su centro

esperando la temperatura

que enmudece los ruidos inútiles.

en un andar del silencio

comienza el mundo

en un olor a fuego

en una hoja

en un cambio de sábanas

en una gana de hacer cosas

no siempre precisas.

ya no soy la misma

y mis pasos en la voz

resuenan más oscuros.

otro es el sol que arde

en los crepúsculos que contemplo

viajera inmóvil

pienso

sólo quiero cuidar de lo vivo

y tener luz

para él

y mis niñas.

Biografía

Blanca Wiethüchter nació en la ciudad de La Paz en 1947 y falleció el 16 de octubre de 2004 en la ciudad de Cochabamba

Cursó estudios de Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, donde después fue docente y directora, y se graduó en Ciencias de la Educación en Universidad de La Sorbona, en París, y en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de París.

Dedicada a la docencia, escribió sobre todo poesía: ‘Asistir Al Tiempo‘ (1975), ‘Travesía‘ (1978), ‘Noviembre 79′ (1979), ‘Madera Viva y Árbol Difunto‘ (1982), ‘Territorial‘ (1983), ‘En Los Negros Labios Encantados‘ (1989), ‘El Verde no es un Color‘ (1992), ‘El Rigor de la Llama‘ (1994), ‘La Lagarta‘ (1995), ‘Sayariy‘ (1995) y ‘Qantatai‘ (1996).

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights