Maurizio Bagatin
“Toda literatura es una construcción del lenguaje” George Steiner-
Debe seguir siendo “esta ruta perdida, borrada de la memoria de los hombres”, la que Georges Bernanos creía encontrar como si fuera un paraíso terrestre o la Ivy maraey que todos seguimos buscando: “Los guaraníes estaban ahí. Subían y bajaban por montañas y ríos buscando la tierra donde el yaguareté hovy, el tigre azul, rompería el mundo para crear otro donde no existiría prohibición ni culpa y, por eso, tampoco castigo ni perdón”. Cuando oímos hablar del Paraguay nos adentramos en una fábula, nos sumergimos en las leyendas escuchadas frente a una fogata durante las largas noches del invierno o bajo un inmenso árbol en los caniculares veranos tropicales. Y cuando nos acercamos a su literatura, el viaje inicia a ofrecernos una aventura que otros países no pueden ofrecernos en sus rutas. Sabores y saberes. Es el jopara, que además de ser el plato que representa al campesino, mezclando arroz, fideos, frijoles y maíz, siempre en partes desiguales, es el fabuloso lenguaje hibrido del guaraní paraguayo y el castellano. Simbiosis mágica, fruto del mestizaje entre el idioma de los conquistadores con el idioma de los conquistados. Toda la literatura paraguaya es un periplo. Una aventura aún por descubrir afuera y adentro de esta maravillosa “isla rodeada de tierra”.
Sus Supremos siguen en la boca de todo buen lector, el tiempo no ha logrado disminuir su monumental obra. Símbolos y mitos que los dinosaurios de la letra paraguaya moldearon, siguen ahí, en las diarias locuelas de su gente, recordando sus orígenes, el esplendor de sus inicios y su traumática descomposición, la metamorfosis de su brutal historia. Algo indeleble eternamente.
Por ahí han transitado los grandes como también los menos grandes naturalistas europeos, eran peregrinos y buscadores, León Pinelo y Aimé Bonpland, José Gervasio Artigas y Luigi Balzan, los “peregrinantes”, como amó definirlos el Supremo Augusto Roa Bastos. Buscaban el Paraíso Terrestre en medio de esta sensación de irrealidad, en esta fábula “encerrada en una esfinge”; ahí quedan una reforma agraria por hacer, sobre el Paraguay el subimperialismo brasileño, las fines manos tejedoras de mujeres que en el Ñandutí revelan el legado del tiempo y del espacio de un pueblo que nunca tuvo un estado, que siempre habló con su oralidad, en el caótico Mercado 4 de Asunción como en el desértico silencio del Chaco. En su bipolaridad que es la bandera con dos imágenes diferentes, en sus dos fechas de fundación, en sus dos idiomas que se siguen cortejando. En este Paraíso Terrestre las horas laborales semanales son 48, hasta hace poco eran 52, el 3% de la población controla el 85% de la tierra y en todas las formas de poder se puede ver expresada esta abismal desigualdad.
Dos historias en particular rescataré, la escrita en el “protojopara” de Remigio Costa, en plena dictadura de Stroessner, la novela El Añaraity, que aún hoy no tiene clasificación, escrita “andando más por calles que por libros”, sostuvo su autor, el cual luego admitió que “uno escribe para devolver, con su pequeño aporte, al inmenso placer de haber leído”; y la de Mario Castells, El mosto y la queresa, en la cual el Paraguay más profundo desvela el abandono, las tragedias y el amor imposible de un campesino. Ahí, unas lenguas fascinantes se enfrentan a la literatura, que es siempre urbana, y a la política, que es siempre la de los poderosos, regalándonos dulzuras que pesan en las palabras escritas, en la presencia del guaraní.
¿Y cuál su literatura, cual su arte de ahora? Así tan lejos de las páginas palpables y así tan cerca de la infoesfera. ¿Ya nadie sabe nada del guajhú, del aullido por la muerte de Ceferino y nadie se acuerda de Macario frente al monstruoso cometa Halley? Todos buscando una respuesta afuera y adentro de Los chongos de Roa Bastos. La violencia del hoy es otra violencia, es solo la herencia de una Historia aún más violenta. Rafael Barrett y Josefina Pla, ofrendando una escritura partiendo de una ausencia, antes que un pueblo que se des-lengua, sea un pueblo que des-piensa, que des-dice y que se des-hace.
El génesis de este pueblo es el fuego del cielo, yvaga-rata. Todo esto la nueva literatura lo está aullando.