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Pascua

La palabra “pascua” viene de tres lenguas según refiere la Real Academia Española: en latín, «pascha», en el griego «páscha» y en el hebreo pesáh. En todos los casos significa «paso» o «salto”. “Paso”, en alusión al acercamiento a algún lugar, a una meta o destino, y “salto”, a la superación de un obstáculo importante. Por tales consideraciones se entiende que la Pascua sea siempre, un motivo de congratulación, y cuando llega, se desea “Felices Pascuas”.

La Pascua es un componente de la tradición judía y de la cristiana, uno de los fundamentos de la civilización occidental. Con diferencias según sea uno u otro caso. Para los judíos tiene un sentido histórico, cultural y religioso. Incluso político. Surgida en la antigüedad, rememora la liberación del pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto, momento fundacional de la identidad israelita como pueblo elegido por Yahvé en mérito al pacto suscrito entre ellos, manifestado en signos objetivos inequívocos. 

Conforme al relato bíblico del libro del Éxodo, Moisés fue elegido por Yahvé como su mandatario para conducir a su pueblo hacia la tierra prometida, liberándolo del yugo de la opresión faraónica. El cumplimiento de tarea de tan grande envergadura requirió de un liderazgo pleno, con capacidad para encabezar la marcha a lo largo de una prolongada y accidentada travesía a través del desierto durante cuarenta años.

En el transcurso de semejante expedición era previsible que se presentaran carencias extremas agobiando a los caminantes en busca del destino anunciado bajo garantía de la palabra divina. Así pues, pese a esa promesa, el ánimo de los antes esclavos decayó por las tribulaciones y su esperanza en el arribo a la tierra prometida por Dios fue desapareciendo.

En medio sobrevino la pérdida de confianza en su líder hasta el punto de reprocharle que les hubiese sacado de Egipto, donde si bien no tenían libertad, la satisfacción de sus necesidades elementales estaba garantizada. La vieja oposición entre libertad y seguridad estuvo presente en esa epopeya.

Finalmente, dejaron de creer en Yahvé, fundiendo cuanto oro tenían para fabricar un becerro al que comenzaron a adorar esperando resultados mágicos, instantáneos y a cero esfuerzo. Expediente facilista de quienes no están dispuestos a hacer su parte y esperan que las soluciones caigan desde el cielo.

En la tradición cristiana, la Pascua también viene de la antigüedad. Es el último día de la Semana Santa, una festividad con fuertes raíces en Bolivia a consecuencia de la llegada española a esta parte del mundo. Las tradiciones y costumbres emergentes de ella, rasgos del rico mestizaje del cual tendríamos que sentirnos orgullosos, marcan la vida del conjunto de la población, con independencia de si las personas crean o no en Dios y, en caso de creer, de cómo le rinden culto.

La Semana Santa comienza el Domingo de Ramos, cuando se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Una vez más, Dios actúa mediante un hombre, el cual es su hijo, llegado a la ciudad en compañía de sus discípulos para participar, precisamente, de la celebración de la Pascua judía.

La recordación prosigue con la pasión y muerte del humilde carpintero de Nazaret en la cruz, y concluye el siguiente domingo con la conmemoración de la resurrección de Cristo.

Los evangelios relatan como, de la misma manera que en el caso de Moisés, el desaliento, el miedo y la pérdida de fe cundieron entre los seguidores de Jesús cuando los vítores y aplausos que le fueron prodigados por la multitud que ganó las calles de Jerusalén el Domingo de Ramos cesaron, cayendo pesadamente el silencio que se convertiría en oscuridad después de su apresamiento en el huerto de Getsemaní, comienzo de su sufrimiento a lo largo de aquel juicio instaurado en su contra por los fariseos y saduceos, en franca manipulación de las leyes vigentes por entonces, llevado toda la noche “de Herodes a Pilatos”, hasta finalmente lograr su  condena a la crucifixión, castigo correspondiente a los crímenes políticos, por el prefecto romano de la provincia de Judea gracias a la fuerte presión de un movimiento social de aquel tiempo: el populacho inconsciente enardecido azuzado por los sumos sacerdotes.

En medio de todo, uno de los discípulos fue utilizado por los poderosos para entregar a Jesús a la muerte; otro, Pedro, lo negó tres veces para evitar ser también aprehendido y correr suerte igual, y al ver que su maestro murió por la asfixia provocada por la compresión torácica y el tétanos, Tomás exigió “ver para creer” cuando las mujeres dieron la noticia de que el sepulcro estaba vacío al amanecer el Domingo, señal de cumplimiento de la profecía de la resurrección.

La Pascua de los judíos es el paso de la esclavitud a la libertad. La de los cristianos, el salto de la muerte a la vida. En su desarrollo revelan la garantía de la victoria del bien a condición de que cada uno haga la parte que le toca, conforme a sus talentos y vocaciones. Con la fe en la justicia de la causa defendida y la seguridad de que se es posible consolidarla.

Bolivia se encuentra en una coyuntura crucial de la que depende el futuro de sus hijos. Creyentes y no creyentes hagamos realidad la pascua que nos merecemos.

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