Márcia Batista Ramos
Las hojas quemadas en otoño siempre me traen el recuerdo de que nada persiste. Todas las existencias se transforman en nostalgia primero, después, en olvido. Es el camino, sin retorno, de la vida. Ya que el olvido, es el precio de haber vivido.
El brillo de las hojas está destinado a protegerlas. Además, de darles un aspecto agradable, ya que sus colores se ven más bonitos. Pero, en el otoño, las hojas se secan y caen, como nosotros en nuestro breve paso por la vida.
De repente, los pasos empiezan a pesar, uno tarda más para llegar al final del pasillo para cerrar la ventana que, permite la entrada de la brizna gélida. Tiembla un poco la mano y uno percibe que su voz ya no es la misma, medio resquebrajada, con muchos puntos suspensivos…
Uno mira atrás y ve el largo camino andado, mira a los propios pies y ve las pantuflas de lana que se arrastran por el piso reluciente y sabe que ya no puede regresar, no es posible desatar el tapiz del tiempo para volver a empezar.
Los hilos de la vida hicieron una trama compleja con el tiempo y ocultaron en su entamado, a los amores vividos, a los sueños y planes anhelados. Entonces, el sabor del postre se tornó menos dulce, mientras los recuerdos se incrementaron ocupando gran parte del día.
Y las calles por donde anduvimos, siempre rencorosas, en revancha por las innúmeras veces que las caminamos indiferentes, absortas en nuestros problemas o suspirando apresuradas por nuestros amores… Las calles, ahora, ya se olvidaron nuestras pisadas. Tampoco les importa si nuestro féretro pasará en solemne despedida.
La casa cerrada será vendida y todo aquello que la habitó, los muebles, el ajuar en punto de cruz con hilo de seda, los cristales, la porcelana, la platería, las cartas de despedida, los proyectos, los libros, los deseos y los problemas… Todo permanecerá suspendido en el aire junto a las horas vanas.
Mientras la soledad, vieja amiga y hermana, ayudará a tender la cama para recordarnos a manera heracliana que, “Todo fluye, somos y no somos”, por eso soñaste con celajes de colores, mientras parecía un sueño todo lo que has bien vivido.