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Otra cosa es con guitarra

Desde el llano, desde el sitio en que se protesta y sueña con formas de gobierno, hasta la cúspide en que toca tomar decisiones para, por todos los medios lícitos, tratar de cambiar las políticas que a juicio propio son las responsables del atraso y de la corrupción, hay que escalar mucho y casi siempre dando pasos que la gravedad (física y política) obliga a retroceder la misma distancia avanzada.

Contra la fulminante corrupción que Argentina vivió durante muchos años y ante la que la última vicepresidente, Cristina Fernández, se fue tan campante como peleonera, muchos millones de votantes, aún sin estar seguros de la nueva alternativa, optaron finalmente por ésta. El saqueo y la malversación que hizo el peronismo del país más rico de América hasta hace un siglo, fue el trampolín para que Javier Milei —hombre de luces, pero también de excesos— instalara en la consciencia de los votantes, especialmente de los jóvenes, una nueva forma de gobernar y que, luego de una campaña inédita, capaz de vencer las estrafalarias cifras gastadas por el candidato oficialista (tal como ocurre en todos los países próximos, incluido el nuestro), hoy se ve no derrotado pero sin duda despertando a la dura realidad de lo que es la política, luego de ser un tecnócrata de las ciencias económicas, desayunándose con un primer gran escollo: el Parlamento argentino.

Hace unos días, con el brío que le ha valido ser electo presidente, ni corto ni perezoso, Javier Milei ha lanzado un conjunto de 300 medidas, casi todas de fondo, en cuanto a los regímenes económico, social y sindical que han estado vigentes en el país vecino. Empero, sin importar a efectos de esta nota los beneficios o perjuicios que pueden provocar algunas o todas las medidas adoptadas, Milei ha cometido el gravísimo error de saltar pasos que la Constitución argentina prevé para la modificación de cierto rango normativo. Y lo cierto es que en la economía jurídica vecina, como en todas las otras, no se puede dejar sin efecto o modificar leyes sino a través de instrumentos de igual jerarquía, y algunos ni así por la preeminencia de la Constitución. Claro está que, desde las esferas políticas y sociales, y muy especialmente desde las económicas, en los centenares de medidas adoptadas por el gobierno de la Libertad Avanza hay mucho que analizar, y eso se lo hace en muchas más páginas de las ochenta y algo más que el inédito decreto ha necesitado.

La discusión de constitucionalidad, que finalmente no es más que el debate de la legalidad del decreto firmado el 20 de diciembre pasado, está en puertas tanto de instancias legislativas como de la justicia argentina, sin descartar una reacción popular similar a la de las Madres de Plaza de Mayo. Una de las áreas a las que le pegó con mano dura el flamante presidente es la de seguridad interior que, al mando de quien tiene antecedentes no muy recomendables (Bulrich), no solo transgrede procedimientos constitucionales para todas las nuevas previsiones adoptadas, sino que en lo político está caminando en arenas movedizas. Se ha incurrido en contradicciones al obligar a una solicitud de por lo menos 48 horas de anticipación para la realización de una protesta espontánea, quedando por explicarse cómo se conjuga la espontaneidad de un cacerolazo con la burocrática formalidad exigida…

Milei es poseedor de una hiperactividad ejecutiva que, por lo menos hasta ahora, no ha decaído, pero esa virtud no está en consonancia con su famélica representación parlamentaria, única vía para implantar legalmente el paquetazo de normas dispuestas. De esta manera, el gobierno, que como escobita nueva pretende barrer toda la inmundicia heredada del kirchnerismo, no la tiene fácil. Las dificultades que seguramente afrontará serán un importante recorte de las medidas que su ideario híbrido, fruto de su alianza con la derecha macrista, desearía, sin descartar que sea sometido a juicios que le son reconocidos a su investidura por abierta transgresión constitucional.

Argentina está vislumbrando un nuevo horizonte marcado por la audacia de un hombre de avasallante decisión transformadora de las propias estructuras del país, en su mayoría muy necesarias, ante la incógnita de una oposición balcanizada que no se repone del duro revés sufrido en el balotaje.

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