Deberíamos entender que no todas las oposiciones al MAS son iguales. Hay, pues, oposiciones y oposiciones: unas democráticas (hoy articuladas en un solo bloque) y otras que dan señales de ser más bien autoritarias. ¿Cómo podemos deducir esto? Simplemente viendo las trayectorias de sus respectivos líderes y prestando atención a sus respectivos discursos. Pues mientras que Carlos Mesa, Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga, más allá de sus errores y de que nos gusten o no, demostraron respeto por las instituciones y las libertades ciudadanas, personajes como Chi Hyun Chung, Manfred Reyes Villa, María Galindo, Johnny Fernández o el mismo Branko Marincovic, esgrimen discursos populistas, y el populismo al final deriva en autoritarismo. Reyes Villa no termina de definir una línea crítica respecto al arcismo. Chi es un cristiano conservador de derechas. Galindo es una anarcofeminista marxista. Branko parece no saber, entre otras cosas, que, para modificar la Constitución, como dijo que lo hará si es presidente, se necesita una deliberación en la Asamblea. Y Johnny es un populista de… ¿izquierdas?, ¿derechas?… (Además de los mencionados, hay obviamente otros precandidatos, pero con menos irradiación pública o mínimas chances de ganar y que, por eso mismo, no los mencionamos.) Todo ello nos permite pensar que la oposición más razonable (o, si quieren los descontentos, la menos informal) está en aquel todavía embrionario bloque conformado hace unas semanas.
Es muy importante saber diferenciar a las oposiciones, ya que las poco serias o las populistas pueden eventualmente, una vez en el gobierno, transformarse en otro proyecto autoritario. Como ejemplo está el reciente Gobierno de Áñez. Y es que no debe olvidarse que aquel Gobierno, en teoría radicalmente opuesto al MAS, en un periodo extraordinariamente corto cometió muchos abusos similares a los que sigue cometiendo el partido azul desde hace 19 años, como hechos de corrupción y nepotismo, persecución judicial o uso indebido de bienes del Estado. Por eso, yo me atrevería a decir que mientras más radical y derechista sea el proyecto opositor, menos confianza habría que depositar en él. La teoría politológica de la herradura advierte precisamente que los extremos opuestos tienden a tener las mismas prácticas, las mismas características.
Repito lo que escribí hace unas semanas en este mismo espacio: lo más importante ahora, más allá de que gusten o no la personalidad y la propuesta de alguno de los precandidatos del bloque, es arrebatarle democráticamente el poder al MAS y reconstruir las instituciones. Para lograr esto, se debe votar a la propuesta más racional y que además tenga más posibilidades de ganar. Y para esto el electorado precisará encuestas serias y creíbles, las cuales, en este tiempo de información falsa o de baja calidad, serán difíciles de hallar. Lo más seguro es que en los siguientes meses haya un aluvión de sondeos y encuestas, unos más creíbles que otros… (Instituciones como la Iglesia Católica o la UMSA podrían contribuir mucho en este asunto.)
El bloque opositor, por su parte, debe trabajar metódicamente para cohesionarse más y, en lo posible, integrar a más gente, siempre y cuando esta sea seria en sus intenciones, pues no siempre las sumas suman. Considero que el débil espíritu democrático está presente incluso en los hombres más demócratas de Bolivia, así que trabajar tesoneramente en la articulación de un bloque consistente, no solo para las elecciones, sino para un eventual ejercicio del poder, será crucial. No vaya a ser que los frágiles hilos que lo unen se rompan en el momento más difícil de la campaña electoral o al poco tiempo del anhelado triunfo.
Por su parte el MAS, por lo que se puede deducir a partir de las encuestas más serias que se publicaron, tiene dos posibilidades: o su derrota en las elecciones o su permanencia en el poder a costa de medios poco honrosos. Para prevenir esta segunda posibilidad, la ciudadanía también está convocada a desempeñar un gran papel, ya sea en la construcción de la unidad a través del voto, ya sea en el trabajo de control electoral que se haga el día de los comicios. Es perentorio que el electorado vote inteligentemente, por aquella propuesta que asegure la reconstrucción institucional. Como la historia no es determinista, está en sus manos cambiar el rumbo del país. Si lo logra, comprobará que el sol no se esconderá y que la luna no se habrá escapado. Seguirán en su sitio.
Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social