Maurizio Bagatin
Empezó trágicamente la historia de Bolivia. Parece la del árbol torcido que nos contó Kant. En menos de veinte años se ha destruido más que en todo el resto de su historia. El Glosario plurinacional para iniciados es solo una pulga de cuanto horror seguimos viviendo en este país de las maravillas. A este de José Crespo Arteaga me voy, enfant de radiografías con el humor negro necesario a nuestra sobrevivencia. Cuando Pedro Calderón de la Barca expuso “su dilema” entre predestinación y libre albedrio, todo fue resuelto, por su parte, con el aceptar el mundo así en su total irracionalidad, propio como lo estamos viviendo hoy.
Cuando me siento bajo el molle deseo recordar una poesia de Sandro Penna: “Io vivere vorrei addormentato/entro il dolce rumore della vita.” (Yo quisiera vivir adormecido/dentro del dulce ruido de la vida). ¿Es el desencanto? Puede que lo sea, la pared lleva siempre grafitis visionarios: “Todo junto se escribe por separado y separado se escribe todo junto”. ¿Es una sentencia? En la ilusión de cambiar el mundo queda siempre la amarga imagen del ser burgués ante litteram, el revolucionario de ayer, el apostata de hoy.
El humo se ha trasladado de Santa Cruz, este domingo el Maestro ha logrado salir a la calle respirando el aire que no tuvo la posibilidad de respirar durante casi tres meses. Ahora es la tierra mojeña en sufrir, su pueblo de la gran ingeniería hidráulica precolombinas. Se van acumulando pequeños apocalipsis locales, la mayor, una transformación que costará generaciones, si habrá aun el tiempo.
La semana pasada surcamos la feria del libro. Amigos que aun aman la letra, esta pura locura de diamantes y de injurias, de estiércol vivo y de sobrevivientes al calvario digital. Techné llamaron los griegos a la poesía, fue el conocimiento más elevado de una época gloriosa para las letras. Tucídides sigue viviendo en muchos de nosotros. Provinciana Cochabamba que oculta detrás de cielos falsos el libro, presentaciones que valen por la sola presencia de los amigos. Todo el resto, dirá el poeta, es vida. Buscaba Yanakuna por su estudio introductorio, es la novela que persigue el animal humano que está en nuestra tierra, persigue al Franz Tamayo así tan poeta cuanto ilustre diplomático, persigue la labor perdida de la tierra erosionada de todo el Valle Alto. Persigue la palabra de Jesús Lara: “El ingenio popular es a veces de una calidad que asombra”. Don Encarno y Doña Wayra, las ultimas chicherías donde el viento es de preludio a la sequía, a nuevos horizontes del despoblamiento.
Me alegran las fotos de Dennis Salazar, el tarateño es hijo de una tierra de caudillos y de poetas. Ahí el néctar del valle es vital como el agua y como la sangre. El instante que logra detener en imágenes es poesía. Decisivo es el ojo que vigila el movimiento imperfecto y la pausa perfecta. Es la fotografía que recorre el tiempo y el espacio, más allá de la copia exacta de lo real, más allá de un fragmento de la realidad. El arte está viajando en tiempos reales, agarrando el tiempo que él ha decido plasmar. Miguel Angel lo hizo con el mármol, Dennis con el ojo.
Octubre se va afiebrando, negro como su historia, débil adentro de su fuerza, trágico a la sombra de un sol abrasador. No encuentro el árbol del cerro donde mi sueño me conducía en las tardes del solo humo de infinitos cigarrillos. Abrazo, entonces, la quietud de la noche, lugar de avanzada de la modorra del poeta, del poeta trágico de otro octubre negro para Bolivia.
