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Noches sobre la piedra

Días tras la alambrada

Florido Pérez

Yo sabía, madre

del silencio de tu última morada.

He clavado la vista fija en el horizonte

ciñendo la faja entre mis costillas.

Lo sabía, madre

anoche ha llegado el bienaventurado

con las luces recogidas en tus ollas

servida está la mesa

pasemos, pues, a levantar las copas.

Yo interrumpo el sueño en el que retoza

la pobre sombra de mi apellido

La g minúscula de tu estirpe.

Detrás del arbusto

está la celda que es mi ventana

un rectángulo dibujado sobre este muro

PAÍS PAÍS PAÍS.

II

Acepto el castigo, madre

escucho promulgar desde tu boca

el sacrificio final.

Tu ejemplo de virtud y heroísmo

el paroxismo con el que nombras la parte

más austral de Chile.

Por ahí no voy a pasar, madre.

No caminaré los andes desde el aconcagua

ese fantasma ciego de mar

ha nublado mi vista

La mar, madre.

Yo quiero esa forma de sueño

donde la barca incendia esta noche

antofagasta

has de llamarlo por su nombre: el Pacífico.

Data de 1879

la demencia del lobo

y este ejemplo de virtud

un rumor de patria a contracorriente.

La sirena, madre

Mo obliga a transparentar las aguas del titicaca

“Bolivia, dices joven, no hay Bolivia, waway, allá lejos se sabe estar”.

Pero no hay.

III

Las aguas fluviales llevan, madre

un mecanismo desproporcionado

redondo y frio

La casa de la moneda.

Siento en mi la desesperanza

de un extranjero.

Un golpe a corta distancia

el BCB anuncia la hiperinflación

el temor del mañana, madre.

En la despensa hay una libra de tunta

debajo las joyas de oro

la fortaleza bolivariana

de sus vecinos “más afortundados”

¿qué hacemos con el peso chileno

el real brasileño

el sol de los peruanos?

LA GRAN COLOMBIA

Bolivia ultima gemma in America

Est ibi sedes apostolica redibit ad formicam

Instituendam. Hispanus paedophilus sacerdos

patriam nostram elegit, madre.

(Bolivia es la última joya en sudamérica. Ahí volverá la santa sede a formar a las hormigas. Un cura pederesta español ha escogido nuestro país, madre).

IV

Queda censurada

toda manifestación de izquierda

la cuerda floja

el dólar al cambio

los documentos del terror

La masacre de la calle Harrington.

Menacho Loayza

Suárez Guzmán

Barrón Rondón

Reyes Carvajal

Navarro Mogro

Camargo Crespo

Baldivieso Menacho

Velasco Arce

Pasa a celebrar su propósito irrevocable de vivir penitente, desde esa hora, en el hueco del monte, en medio de una maleza parca y cenicienta.[1]

La clandestinidad del oficio

para que la bota militar no golpee

–al menos no ahuritita–

la integridad con la que se mueve la juventud.

Esa juventud setentera

luciendo pantalones campana

criaturas gimiendo su desnunez

brindando su mensaje:

ser río fuera de su cauce

Madre, anote ahí, allí mismo

desde Ginebra, Suiza

este 15 de octubre de 1981

recibo la medalla de la vergüenza.

Me han enseñado a liberarme del hatajo de máscaras

Recibo la eucaristía de la satisfacción de los otros.

Ha ganado la máquina del terror

Pero aún así sobre este páramo

puedo reconstruir un país

nombrarlo en europa

sentarme a devorarlo en américa.

Acepto el premio de consolación.

Te dejo, Kissinger, lo acepto

los chicago boys

la escuela de harvard

He preparado el api, madre

para los jóvenes esos

¿van a venir?

V

Ya llegaron por mi, madre

le dejo a mi hijo

como la parábola imparcial de mi vida.

Mañana salgo para washington

ahí, resplandeciente la mañana de otoño

el reino de la sedición no será más

que los cuadernos éstos

de un libro de poesía que no fue

de una bolivia que tampoco es.


[1] RAMOS SUCRE, José Antonio. El clima del nopal.

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